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La ciencia ayudaría a superar atraso de agroindustria cañera

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En 1521 fue instalado el primer molino de caña de azúcar (saccharum officinarum) en el país por los colonizadores españoles en lo que hoy es el municipio de Lerdo de Tejada, Veracruz, luego de que la planta fuera traída de Cuba y se iniciara su cultivo cerca de la selva de Los Tuxtlas; en la actualidad el estado de Veracruz es el principal productor de caña del país, con alrededor de 19 millones 500 mil toneladas al año y en sus 22 ingenios se producen 2 millones de toneladas de azúcar, el 40 por ciento del total nacional.

El estado de Veracruz posee un fondo de tierras cercano a los 7.2 millones de hectáreas, de las cuales 3.6 millones (50 por ciento) está dedicado a los pastos y forrajes para una ganadería bovina de doble propósito, 1.4 millones de hectáreas son ocupadas por selvas y bosques, 260 mil hectáreas de caña de azúcar, y el resto es de cultivos como café, cítricos, maíz, entre otros.

De esta forma, sólo el 3.5 por ciento de todo el fondo de tierra de la entidad está dedicado al cultivo de caña de azúcar y, sin embargo, de esta agroindustria dependen más de un millón de personas.

A pesar de estos números, el cultivo de la caña no ha sido aprovechado en todo su potencial por los veracruzanos, entre otras causas, por el poco respaldo científico que tiene su siembra y procesamiento, asegura el especialista agrónomo del Centro Virtual de Investigaciones Multidisciplinarias (CEVIM) de la Universidad Veracruzana (UV), Miguel Osvaldo Ascanio García.

Según el experto de la UV, la lista de problemas es diversa: desde la uniformidad de los procedimientos de siembra y fertilización, aun en condiciones que exigen metodologías diferentes; abuso en la siembra de unas cuantas variedades, inexistencia de bancos de semillas certificados, hasta carencia de investigación científica para el desarrollo de variedades forrajeras y generación de energéticos, ha frenado el desarrollo de la agroindustria cañera.

 

• Suelos

“La preparación de la tierra antes de sembrar, la distancia a la que se debe sembrar cada hilera de caña, la profundidad a la que se debe poner la semilla tiene que ver directamente con el tipo de suelo y de las condiciones climáticas. Pero en el estado de Veracruz se emplean métodos uniformes en casi el 90 por ciento de los sembradíos, aun cuando las condiciones son sumamente variables de una región a otra”, aseguró Ascanio García.

Según el investigador, en el estado de Veracruz hay, por lo menos, 11 tipos de suelo diferentes. Si se aplicara una preparación de suelo de acuerdo a cada variedad de terreno, no solamente se evitaría la degradación de la tierra sino que se reducirían costos, punto importante si se toma en cuenta que éste es uno de los aspectos que más le cuestan al productor.

“Otro ejemplo de esta unificación de criterios es que en el 90 por ciento del campo cañero del estado las plantas se siembran a una distancia de un metro 40 centímetros, cuando dependiendo del tipo de suelo y de las condiciones climáticas se puede hacer desde 90 centímetros hasta un metro con 60 centímetros.

 

• Investigación y nuevas variedades

Ascanio García dijo que actualmente en México existen alrededor de 30 variedades diferentes de caña, pero las más importantes, tanto por su rendimiento como por la preferencia de los propios productores son 15 (doce de ellas mexicanas, una de República Dominicana, otra de Brasil y una más de Estados Unidos).

“Se ha logrado un gran avance al crear variedades de caña mexicana, pero las investigaciones están dirigidas a obtener variedades agronómicamente buenas, pero no hay trabajos fuertes para obtener variedades forrajeras, o energéticas –que sirven para iniciar zafra, que sustituyen a la madera en las calderas y que sirven como tutores de otros cultivos–”, señaló Ascanio García. 

El experto explicó que hay tres grupos de variedades de acuerdo a su proceso de madurez: las que maduran temprano para iniciar zafra, las intermedias –las que más sacarosa contienen y que su maduración coincide con la sequía–, y las tardías.

“Muchos ingenios abusan de una o dos variedades. Existe el concepto científico mundialmente aceptado de que ninguna variedad debe ocupar más del 25 por ciento de la superficie de cada ingenio –de preferencia se deben usar entre 8 y 10 variedades– para prevenir plagas”.

Además, no hay un centro de investigaciones en México que se dedique a la lucha biológica integral para la caña de azúcar. Afortunadamente, en el país la problemática de las plagas y enfermedades no se ha convertido en una limitante seria –salvo los problemas que ha generado la aparición del llamado salivazo. 

Otro problema sustancial –sostuvo Ascanio García–, es que no existen bancos de certificación de semillas en las regiones cañeras. “La política de variedades tiene que ser garantizada por un banco de semillas certificado y eso no prevalece en la agricultura cañera del país”. 

 

• Fines forrajeros

El CEVIM y la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UV en Veracruz realizaron un experimento: durante tres meses –de la temporada de estiaje–, alimentaron a 30 cabezas de ganado con tres variedades de caña comunes en el estado, preparadas con miel y sal mineral. Los resultados fueron que el ganado engordó 700 gramos por día y no sufrió ninguna enfermedad.

“Se trabaja con seis variedades de caña de vocación forrajera (con un promedio de digestibilidad de más del 50 por ciento) que se probaron en Cuba y se importaron. Esta investigación podría beneficiar a los productores ganaderos del estado de Veracruz, que, se calcula, mantienen a cerca de 4 millones de cabezas de ganado bovino”, aseguró Ascanio García.

 

• El factor ambiental

Ascanio García resaltó que además de los factores económicos, el cultivo de la caña podría ser de gran importancia para fines ecológicos, ya que es una de las plantas con mayor nivel fotosintético que absorbe la mayor cantidad de carbono de la atmósfera, así como si se lograra erradicar la costumbre de la quema y requema de cañaverales.

“Un estudio del Colegio de Posgraduados campus Tabasco demostró que con la costumbre de la quema de cañaverales se liberan 16 toneladas de carbono al año por hectárea, con lo que la erradicación de esta costumbre podría ser una gran contribución al medio ambiente; además de que estudios hechos en Brasil demuestran que una hectárea sembrada con caña absorbe 14 toneladas de carbono de la atmósfera cada año”, dijo el investigador.

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