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La caída de Los Templarios: ¿Por qué ahora sí?

Superiberia

 

La muerte de Enrique Plancarte, líder operativo y sobre todo financiero de Los Templarios, deja en situación crítica a la estructura de ese cártel. Entre sus líderes, sólo queda en libertad Servando Gómez, La Tuta, y otros cuatro operadores de menor nivel, pero lo más grave para esa organización es que no sólo han caído sus líderes, sino también su estructura financiera, sus negocios paralelos y sus centros de operación y aprovisionamiento de drogas o precursores. Hoy, Los Templarios están literalmente estrangulados, porque se han secado sus recursos, sus fuentes y sus posibilidades de operación.

Cuando se pregunta por qué ahora sí se han podido dar estos golpes y antes no, pese a que el despliegue de fuerzas fue similar, la respuesta debe buscarse precisamente en ese punto: en que se logró el estrangulamiento operativo y financiero de la organización criminal. ¿Qué cambió? Primero, las condiciones políticas: en Michoacán, la intervención federal llegó de la mano de un comisionado, con la participación de todo el gobierno federal, con la designación, por decisión federal, del secretario de Seguridad Pública y el procurador de Justicia locales. En los hechos, en todos los ámbitos de la seguridad y muchos de la política, las autoridades locales fueron desplazadas, algo que nunca se pudo hacer en el pasado: incluso ante acciones como el michoacanazo, la política estatal fue apoyar a los detenidos y dejarlos a todos en libertad. En esta intervención federal se comprendió que lo que se tenía que aislar e ir depurando era a la propia clase política local. Y se hizo aplicando todo el peso del Estado entre un gobierno federal priista y uno estatal del mismo partido.

Otro aspecto clave fue recuperar la inteligencia en el terreno y, en eso, las autodefensas fueron importantes. Al distanciar a la clase política local, al designar un interventor externo, el comisionado, y comenzar a operar con fuerzas propias, se tuvo el acierto de aceptar a las autodefensas, a pesar de lo que todos sabíamos: que en ellas confluían intereses de todo tipo, desde los más legítimos hasta los de grupos criminales de signo contrario, o quienes en algún momento habían sido colaboradores de sus ahora adversarios. Pero se logró identificar a los grupos que, más allá de todo eso, tenían un interés real en defender a sus comunidades ante la expoliación que habían sufrido. Y buena parte de la información que han permitido estos golpes ha surgido originalmente de esos grupos, de las propias comunidades que no tenían confianza en las autoridades locales para expresarlas y, sobre esa información territorial, ha operado la inteligencia federal, con resultados mucho más concretos.

Y no sólo en el ámbito de las detenciones o abatimiento de grandes capos, sino también en su red de relaciones locales y con sus operadores regionales, que son los que manejan día a día este tipo de grupos criminales. Afectadas las relaciones y los operadores, lo que sucede es que los jefes quedan aislados, se debilitan y resultan vulnerables.

Por eso se pudo, en forma relativamente rápida, cortar la fuente de financiamiento criminal que significaba la extorsión, en todas sus formas, en buena parte del estado y sobre todo en Tierra Caliente. Y por eso se ha podido llegar a laboratorios de drogas sintéticas por una parte y  romper ese enorme negocio que era la exportación de mineral de hierro a Asia a través del puerto de Lázaro Cárdenas. Un dato ejemplifica el grado de impunidad con el que operaban estos grupos: cuando el comisionado Alfredo Castillo visitó por primera vez Lázaro Cárdenas, preguntó a las autoridades locales cuántas averiguaciones tenían abiertas relacionadas con los temas de seguridad. Y resultó que no tenían abierta ni una, ninguna investigación. Unos pocos meses después, se realizó la operación que permitió incautar 119 mil toneladas de mineral de hierro, que pertenecían a Los Templarios, que estaban almacenadas en el propio puerto y en distintos patios de acopio y que ninguna autoridad había visto. Ese golpe le quitó un espacio financiero enorme a los grupos criminales.

El éxito obtenido hasta ahora en Michoacán se basa en la operación simultánea de todos estos principios. Y eso es lo que ha permitido tener resultados diferentes a los del pasado. Queda, sin duda, mucho por hacer: un punto clave es terminar de romper la estructura de Los Templarios, seriamente debilitada, pero todavía existente; es fundamental desmovilizar a las autodefensas, garantizando, al mismo tiempo, la seguridad de sus dirigentes legítimos; los programas sociales anunciados deben mantenerse y calar mucho más en la sociedad; se deben reconstruir unas fuerzas policiales y de seguridad locales que hoy casi no existen. E insistimos: se debe depurar la clase política para que llegue a las elecciones del año próximo en otras condiciones, con caras y compromisos distintos a los actuales.

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