Por: Andrés Timoteo / columnista
Se cumplió una semana del ataque que un grupo de sicarios del crimen organizado perpetró contra el centro nocturno “Caballo Blanco” en Coatzacoalcos, convertido, hasta ahora, en la masacre más numerosa de lo que va de los actuales gobiernos federal y estatal. Hay treinta personas muertas, ni un detenido, todo un pueblo postrado ante el horror y la entidad ocupando escandalosos titulares nacionales e internacionales.
En el revuelo mediático se ha inoculado la versión para – tal vez- para atenuar o despresurizar lo sucedido de que fue un “acto terrorista”. Pareciera que con esa especie se intenta distraer que fue un ataque del crimen organizado, resultado directo de la disputa de la plaza entre carteles del narcotráfico y motivado por asuntos como el pago de extorsiones, la venta de droga y la administración de los llamados “giros negros”.
La versión acomodada del “terrorismo” se basa en alegato de que se generó “terror”, lo que es obvio porque todo crimen de esa magnitud lo causa. Sin embargo, en la práctica mediática, el concepto “terrorismo” se refiere a las luchas ideológicas y políticas que se reivindican a base de atentados contra la población civil o a las personalidades públicas. No es así con Coatzacoalcos.
Los criminales del sur veracruzano no abanderan más lucha que la del control de negocios y territorios. No matan por una idea política o una reivindicación religiosa. La amalgama que se pretende hacer entre un ataque de las bandas del narcotráfico con un atentado terrorista ideológico tiene cierta perversidad entre sus autores y mucha irresponsabilidad en sus difusores, entre ellos cierta prensa.
Es ocioso -por no decir poco ético- adornar el escenario para distraer del punto que fueron sicarios los responsables de la masacre, no militantes ni guerrilleros ni feligreses. No obstante, hay que señalar que la política partidista sí está inmiscuida en el asunto, aunque a posterior, por la instrumentalización que se le dio para saldar pleitos entre los que ocupan cargos públicos.
Desde el gobierno estatal se pretendió utilizar la tragedia para atacar a la Fiscalía General del estado, endilgarle la responsabilidad – a través del bulo de que el presunto autor material del ataque había sido detenido y liberado previamente por el ministerio público estatal- y el asunto terminó en desastre porque que efectivamente el supuesto responsable, identificado como Ricardo Romero, apodado “La Loca”, fue detenido y liberado, pero por la Fiscalía General de la República (FGR).
Además, señalaron como uno de los atacantes del bar, no se encontraba en la ciudad y la misma FGR ha informado que no cuenta con indicios para relacionarlo con la masacre. La reacción a ese ridículo la dio ayer la autoridad culpando a los medios de
El engaño que se hizo sobre la masacre de Coatzacoalcos resultó un bumerán que se regresó porque ahora el delegado estatal de la FGR, Gonzalo Medina Palacios, excolaborador en la Secretaría de Gobierno está siendo investigado.
Deberá aclarar porque se detuvo y liberó en dos ocasiones a “La Loca” a pesar de que se le encontraron de cocaína en su poder. según el informe conocido. En días pasados, el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, confirmó que hay personal de esa institución relacionado a irregularidades en el asunto.
Por si algo faltara, el bumerán también toca a la Secretaría de Seguridad Pública porque varias policías están acusados de haber detenido a los jóvenes Josimar Ríos López y Agustín Ronzón González quienes después aparecieron en un video en el que los decapitan unos sicarios. La acusación es puntual y documentada por parte de los familiares.
Los policías serían responsables de la desaparición forzada de ambos jóvenes a quienes detuvieron y subieron a la patrulla número 3225 y luego los habrían entregado a una banda delictiva para ser asesinados.
Es un caso similar al de los dos hermanos de Río Blanco quienes también fueron detenidos por agentes estatales y luego aparecieron desmembrados en Maltrata. Además, ya se desmintió que uno de los jóvenes decapitados en Coatzacoalcos fuera el propietario del bar “Caballo Blanco” como se había divulgado. Vaya tormenta perfecta que echó abajo el tinglado.