por: Andrés Timoteo / columnista
El proceso interno para renovar la dirigencia del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) parece una mezcla del priismo de antaño -solo que sin la disciplina a rajatabla que practicaban- y del canibalismo en las tribus perredistas siempre dispuestas a despedazarse y batir el lodo para que el más embarrado sea el vencedor.
Morena tiene actualmente una dirigente, Yeidckol Polevnsky, cuestionada moral y éticamente, que no pasa los filtros de los mandamientos lopezobradoristas de “no mentir, no robar y no traicionar”. Es una beneficiada de la “mafia del poder” que tanto criticó, pero que le condonó 16 millones de pesos por impuestos fiscales en el sexenio peñista. Además, ha sido señalada de las peores prácticas partidistas.
Con todo lo anterior, la mexiquense quiere reelegirse como líder nacional del morenismo y para lograrlo maniobra a fin de hacer a un lado las propias reglas internas del partido. Busca evitar, por ejemplo, que se use el padrón actualizado de militantes, pues acusa que está “manoseado” y pugna porque los electores salgan del padrón anterior que tenía un número mínimo de afiliados, la mayoría adheridos a través de su grupo político.
También pide posponer un año la renovación de la dirigencia para que ella tenga una extensión temporal al frente del partido y ya encarrerada ha sugerido que de plano se cancele la votación de la militancia para que el método sea una encuesta como las acostumbradas para seleccionar candidatos a puestos de elección popular -de cuya metodología y certeza nadie se llega a enterar-. Vaya, poco le falta a esta señora para para pedir que la selección interna sea por medio de la tómbola.
Bertha Luján, la otra aspirante que supuestamente es la baraja de Palacio Nacional y quien preside el Consejo Nacional de Morena la ha rebatido. Pide respetar la Ley interna del partido que no contempla la encuesta como método de elección y rechaza cancelar el uso del padrón actual de afiliados y quitar a los militantes el derecho al voto.
Por su lado, el acomodaticio diputado federal, Mario Delgado, está dispuesto a pactar con Dios y el diablo. Apoya a Polevnsky con la propuesta de la encuesta, pero que también ha establecido acuerdos con los enemigos de ésta, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard y el coordinador de los senadores morenistas, Ricardo Monreal.
El más sensato, pero con menos posibilidades es Alejandro Rojas Díaz Durán, también respaldado por los monrrealistas y confrontado directamente con Polevnsky a la que ha cuestionado su moralidad política. Rojas es la oposición real al interior del morenismo y por ende los demás harán todo para frenarlo. Ya, a petición de Polevnsky le habían suspendido sus derechos partidistas para sacarlo de la contienda, pero un amparo judicial se los regresó.
Con este escenario de confrontaciones y diretes, este fin de semana se comenzarán a realizar las asambleas en los 300 distritos del País para elegir a los 3 mil 300 delegados que irán al Congreso Nacional a celebrarse los días 23 y 24 de noviembre y que será electivo, es decir que en él se votará al próximo líder morenista.
Sin embargo, es casi seguro que al final se imponga la disciplina mesiánica, muy parecida a la del viejo tricolor porque la prodiga un solo hombre: el Presidente. Por lo tanto, se espera un manotazo del tabasqueño para que el próximo dirigente nacional de Morena sea a gusto del caudillo. Eso sí, mientras eso sucede nadie escamoteará esfuerzos ni estrategias para destrozarse y enlodarse mutuamente.
Ah, y ¿alguien se acuerda quién es el dirigente de Morena en Veracruz? Un tal Hugo Martínez Lino. Nadie lo ha visto dirigiendo a los militantes locales pese a que fue nombrado desde febrero pasado, pero no es extraño porque en realidad las riendas del partido las sigue teniendo Manuel Huerta Ladrón de Guevara, el anterior líder y quien hoy funge como delegado de la Secretaría del Bienestar.