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KAT BROWN: ENTRE MELÓN Y MELAMES

Superiberia
  • Caro salió el anhelo de la partidocracia de Estado, cebado durante 50 años domesticando recuas atigradas, que pudieran parir nietos adversos.

Alejandro Solís
Columnista

AMLO lleva cuatro meses de presidente electo y en limbo constitucional esperando la preciada silla presidencial republicana, para dar el banderazo de salida a la Cuarta Trasformación de la Vida Pública: algo más que la olvidada línea de Regeneración Nacional; pero mucho menos que siquiera soñar con revolucionar a la República.
Mirando a los que se van jugando el juego del gato y el ratón con sus relevos, vertiginosas se desgastan las expectativas de quitarnos de encima la cloaca corrompida del poder de Estado; a la par de sospecharse que, más que una Hamelinada votación de masas lanzando ratas al mar, reciclaron morenitas tras otro gran encargo: administrar la bancarrota del SIC (Sistema Internacional Capitalista) a nombre de la izquierda, amputándola, cuando tampoco sirva para corregir estructurados entuertos.
Y, ni para reclamarle al ungido. Pues no es lo mismo “vida pública”, que República; ni regeneración, que transformación. Como tampoco llegar al poder con el apoyo de inconsistentes masas, que con el permiso del linaje de siempre: Torruco, Romo, Fastlich y sociedad anónima, de responsabilidades amnistiadas; incluyente, paradójicamente, de los descalabrados. Expertos en el ostracismo, saben esperar, para volver al poder. Acostumbrados al dominio, venden caro su amor, pasan facturas; cobran favores.
Disponen instrumentos ideológicos y operativos para agitar la jicotera, hasta conseguir sus intereses: cabildeando diputados, senadores, gobernadores, medios de información, asociaciones nacionales religiosas perniciosas; además de aquellas viejas estructuras sindicales charras, insustituibles para controlar miles de trabajadores de la salud, magisterial, energético, comunicaciones, ingenieros, transportes aéreos, terrestres y marítimos.
Baños de masas. Los resultados de la consulta de esta semana sobre el lugar ideal para vuelos aéreos internacionales -En Texcoco o en Santa Lucía y anexas-, son clave no para saber lo obvio: si el gran negocio se queda donde dijo Peña, o, se resuelve como lo proponen Morena, Romo & Jiménez y su poderoso grupo oligarca. Mientras se compartan el negocio en ciernes, a éstos tampoco les importa dónde cuaje la interconectividad mexicana con el resto del Planeta.
No se deje confundir con alharacas propias de desdichadas chachalacas, sacadas de la jugada presidencial: en el fondo de la bacinica se juegan los fondos hacendarios de los próximos veinticinco años a favor directo de la oligarquía neoliberal promocionada por Clinton/Obama & Peña Nieto. O, dice Romo de acuerdo con Rostchild & Trump: mejor que el dinero derramado en el protegido mercado interno sirva para darle de comer al pueblo, pues, al final del día, caerá al mismo Banco. Sí, pero ¿en la cuenta de quién?
“Es un tiempo de profundas divisiones” (H. Clinton). A semejanza de cuitas norteamericanas, asistimos a rebatingas tras cuotas del dinero público, de quiénes, habiéndole puesto billetes, recursos y votos al triunfador, exigen espacios para sus correligionarios, picaporte con los nuevos Secretarios de Estado, y, of course, los mejores contratos del gasto corriente; en especial, de la obra pública.
Para entrar a la puja, nos vendieron y compramos barato el sueño de tener patria para todos sin violencia reconocida oficialmente; porque la dolorosa Nación se ahoga en baños de sangre cotidiana.


Se nos prometió que no habría más impuestos y se echaría para atrás el gasolinazo, y ya frisa los veintiún pesos por litro, inauditamente impagables ¡por quienes estamos arriba del petróleo crudo!
No hay venta de garaje barata. Se nos encandiló con la posibilidad de revertir las injustas relaciones sociales de explotación, enajenación, corrupción, criminalidad, inseguridad para, oh my god, mirar primero por los pobres, sacándolos de la miseria; sin ayudarlos a reflexionar en la imposibilidad técnica de desaparecer la conditio sine qua non de la riqueza.
¿Cuánto tiempo ha de durar la luna de miel entre los unos y los otros? Por mucho que se insista en la transición de terciopelo entre un presidente rechazado por más del 93% de los mexicanos y uno triunfador con el apoyo de uno de cada tres votantes del padrón electoral, pero legitimado por la comparsa de otra tercera parte, los compromisos transexenales dictan al contrario de los resultados de las votaciones cándidas: el poder no está en resultados de las urnas, sino en los consejos de la banca y los negocios.
No es lo mismo arengas públicas, que sentarse a gobernar la continuidad del régimen. Errada comparación entre López Obrador y Zapata, hace suponer a la mayoría de sus críticos que sus desatinos entre las promesas de campaña y sus primeros pasos en las lides de gobierno, auguran malos tiempos para la economía nacional; inclusive, al punto de repetirse errores del 94, 82 y 88, cuando por pésimas decisiones gobernantes el país se fue a picota, y, más, por el rescate financiero de la banca en crisis, resarciéndola con el flagelo del FOBAPROA-IPAB, hasta la fecha.
Olvidan, que, por ejemplo, en el limbo de ser presidente electo, pero no constitucional, hasta el primero de diciembre próximo, no podría hacer públicamente más que planeación preventiva -que la hace muy bien-, impedido para disparar decretos, por la vigencia del gobierno de Peña Nieto, hasta el último segundo de su mandato; en tiempos del PRI, ya llevaría un año de enclaustrado.
Por suerte del inmaculado presidencialismo, que no se toca mientras no se ponga en riesgo el puntual pago del servicio de la deuda pública, aunque se realicen consultas insulsas, las antipopulares últimas decisiones del gobierno saliente son para hacerle el trabajo sucio al entrante, ampliando el periodo de gracia para retardar su diagnosticado desgaste.
No es lo mismo legalidad impuesta, que impuesta legitimidad. Caro salió el anhelo de la partidocracia de Estado cebado durante 50 años domesticando recuas atigradas, que pudieran parir nietos adversos. Cierto: logró castrar de la identidad nacional la bravía casta liberal de 1810-21, 1855-1863 y 1910-17, pero no alcanzó la legitimidad deseada, ni con ayuda de 12 años de transición pactada, ni del Pacto por México.
Bien calculó el Estado, cómo sacar fuerzas de la flaqueza. Combinando la política de represión de toda manifestación realmente opositora, velando con la táctica electoral democrática la crueldad de crímenes en Ayotzinapa, Tlatlaya y Nochixtlán, la variante inesperada fue permitir al reclamo generalizado sacar al PRI del poder ejecutivo y legislativo, dándole salida a un rayito dosificado de esperanza, sacado de sus propias entrañas.
Al costo político de sacrificar al PRI, sus estructuras de masas y personeros colocados en puestos de gobierno clave, terminaron con el último reducto de regionalismos. Bastó con cerrar la llave de los recursos ilegales inyectados al proceso electoral para pagar tacos, votos adquiridos, cochupos propagandísticos, urnas embarazadas, votos corporativos, campañas del miedo, para, que la inconformidad manifiesta más, seguramente, votos anexados, produjeran el milagro de, por vez primera en la historia contemporánea mexicana, el sistema y su Estado reconocieran el triunfo opositor de un opositor asimilado.
Entre melón y melames hicieron una consulta, melón repitió votos, y, melames las botas. ¿Por qué, pesar de tener el control mayoritario del Congresos de la Unión, no toman acuerdos sin la beatificación de amorfas masas? Por dos razones: para endilgarles el milagrito manteniendo el mesiánico liderazgo, y, para echarle la culpa de próximos fracasos.
De personalidad chaira, o, perversa, Roció Nahle, pone la tabla rasa: “Ayer estuvimos en una reunión y estamos viendo que 250 mil mdp de pesos va a recibir el presupuesto de IEPS en México y para eliminar lo que etiquetaron en el presupuesto del 2018, tenemos que sustituirlos; como no hay con qué suplirlos: la gasolina no bajará de precio”.
Bienvenida ya sea la próxima presidencia constitucional de AMLO, para darle continuidad al sistema constituido entorno de la economía financiera escudando con misiles norteamericanos, pero con retórica populista de masas.

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