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KAT BROWN: ABC DEL RÉGIMEN RENOVADO

Superiberia

  • La mayoría de escuelas formales, sin importar que sean de financiamiento público o privado, sólo se dedican a educar nuevas generaciones ofreciendo variantes metodológicas en los niveles básico, medio superior, superior y del postgrado.
  • La mayoría de instituciones escolares son tradicionales, conservadoras y reaccionarias. Y es deseable que haya escuelas modernas, aperturas y progresistas. Otras, intermediarias, concilian el rigor disciplinar con enfoques formativos contemporáneos libertarios.

Alejandro Solís
Columnista

Educar nuevas generaciones es una de las actividades más importantes del ser humano que ha de realizar algún rol en una determinada realidad, pues toca fibras emocionales y racionales de masas: antes, durante y después de la jornada de estudios, al punto de haber quienes consideran a la escuela formal como un apéndice importante de la vida cotidiana.
Opuestos piensan que no, que el Sistema Educativo Nacional está obligado a conducir la formación académica en cierta vertiente, por ser la variable clave del desarrollo social.
Entre las dos anteriores tendencias, hay quienes opinan y procuran que la vida cotidiana y la escuela coexistan pues forman una especie de macro circuito integrado, incluyente respetuoso de todos los casos; inclusive futuros.
Con bolitas y palitos, para que mejor se entienda. Sin omitir que hay quienes prefieren educar a sus hijos informalmente, fuera del aparato escolar oficial, las ideas anteriores se captan mejor con ejemplos.
La mayoría de instituciones escolares son tradicionales, conservadoras y reaccionarias. Y es deseable que haya escuelas modernas, aperturas y progresistas. Otras, intermediarias, concilian el rigor disciplinar con enfoques formativos contemporáneos libertarios.
Padres esperanzados en legar la mejor educación a sus descendientes se preguntan: ¿cuál de todas es la mejor opción?
En el mercado colegial local existen escuelas como el Instituto Plancarte, de franca y declarada vocación religiosa mediante el empleo de contenidos e imágenes relacionadas a la fe profesada. En la generalidad de casos de escuelas religiosas, la inclinación emocional tiene más objetivos mercadotécnicos que espirituales.
Procurando no asumir un rol ideológico marcado, hay instituciones escolares que no tocan el tema místico, como es el caso de la Escuela Jean Piaget y de la Esbao.
Otras instituciones median posturas dirigidas por cánones científicos racionales y creativos; con tolerancia contrariada por creencias mitológicas, comúnmente transmitidas por vocación personal de profesores y administradores directivos.
Así como hay escuelas de financiamiento cada vez menos público, hay privadas. Éstas incluyen en sus actividades académicas extras a las indicadas por el plan y programas nacionales educativos; aquellas se limitan a operar las señaladas en el documento rector.
Algo las unifica: la educación formal impartida por empresas privadas e instituciones públicas, no está al margen de la realidad nacional e internacional, reproduciendo en su interior las relaciones de propiedad y producción dominantes. Inclusive, la educación informal procurada por cada quién al margen de la política de Estado, no evade ser presa de las tendencias señaladas.
¿Dónde estudiamos, para qué, cómo, con qué y haciendo qué? Las clásicas preguntas del método científico son válidas para darle sentido y razones lógicas al aprendizaje del conocimiento necesario para participar e intervenir en la transformación de nuestro medio.
En rigor, responder a ellas es una cuestión propia de investigadores, expertos y directivos, administradores, profesores, asesores, auxiliares, así como de la comunidad de padres de familia y, gradualmente, de los alumnos, en la medida de su maduración intelectual. Pero.


Sobre los deseos de padres de familia y las escuelas, destaca la convicción de Estado sobre dirigirnos con criterios y métodos de capacitación para el trabajo.
¿Dónde estudiamos? Deseando lo mejor para nuestros hijos, los colocamos en el colegio que mejor cubra sus expectativas vocacionales al alcance de nuestras posibilidades económicas, sin tomar en cuenta sus ideas y métodos empleados; muchas veces simulados.
El Estado ha dispuesto una oferta educativa al través de los niveles de educación básica -preescolar, primaria, secundaria-, media superior -preparatoria o bachillerato general, o con salida terminal- y la educación superior y del postgrado con oportunidades de aprendizaje en todos los campos vocacionales profesionales de la licenciatura general, las especialidades, maestrías y doctorado.
Sus contenidos de enseñanza/aprendizaje, propicios para el modo de producción dominante, son enmascarados con un discurso que impide reconocer sus verdaderas finalidades económicas, políticas e ideológicas tecnocráticas neoliberales.
Condiciones antidemocráticas del País obligan a más jóvenes a desertar de la escuela, por falta de recursos económicos.
¿Para qué estudiamos? Soñamos los anhelantes padres: para la felicidad y bienestar futuro de nuestra descendencia, de acuerdo a costumbres heredadas.
De su parte, el Estado, marca su preferencia por la capacitación para el mercado trabajo, declaradamente nos ha etiquetado para aportar fuerza de trabajo medianamente habilitada en lenguajes expresivos, lógicos, metodológicos y práctico técnicos; de fácil incorporación a la vida laboral en cualesquiera de sus áreas de trabajo, con inclinación adocenada y acostumbrados a recibir apocados honorarios.
¿Cómo estudiamos? La mayoría de escuelas formales, sin importar que sean de financiamiento público o privado, sólo se dedican a educar nuevas generaciones ofreciendo variantes metodológicas en los niveles básico, medio superior, superior y del postgrado.
En el perímetro pedagógico y didáctico topamos con diversificaciones infinitas resultado del caos propio de la economía capitalista que, en aras de incrementar su clientela, ofrece ocurrencias en vez de materias formativas.
Paradigmas hay, y, a ellos nos remitimos. Sin embargo, científicos mexicanos reconocidos como Gerardo Hernández, psicólogo, han sido capaces de sintetizar las corrientes y experiencias escolares en cinco grandes opciones bien demarcadas dentro de las cuales clasifican las miles de variantes y, mejor, con las cuales se pueden orientar para procurar la mejor educación posible de las nuevas generaciones.
Hernández nos apercibe que, derivado de enfoques psicológicos y sociológicos, la educación puede ser conductista, humanista, cognitiva, constructivista genética, o constructivista socio-histórica. ¿Cómo distinguir sus diferencias y afinidades?
Analizando sus enunciados pedagógicos, sus metodologías didácticas y los medios prácticos empleados durante los procesos de enseñanza/aprendizaje.
¿Con qué y haciendo qué, aprendemos? Por estar en edad, no olvidamos que muchos padres de familia y profesores antigüitos guiaban sus sabias lecciones con un precepto medio salvaje: a chingadazos, pues estaban seguros de que “la buena letra, con sangre entra”; pero, ora si como decimos los creyentes, gracias a Dios esa época ya pasó.
Pues no, no ha pasado y hemos de ver en próximas entregas cómo los paradigmas educativos conductista y humanista empleados por la generalidad de las escuelas mexicanas de financiamiento público y privado basan sus programas de estudio en El Conductismo, pues cada quien ha de aprehender de cierto un solo modo, en un lugar, y, en un momento dado.
Son escuelas rigurosamente guiadas por lo que indican los planes y programas de estudio oficiales, indicados por la SEP; los cumplen sin importar que solee, truene o llueva; así sea simulando resultados de jóvenes que dicen que estudian, orientados por profesores que dicen que les enseñan, dirigidos por administradores que, igual, así aprendieron a medrar de la ignorancia ajena.
Éstos, sin mácula de pena, con tal de pasar cómodamente la quincena y cobrar cada vez más exiguos salarios, igual enseñan con los abandonados métodos de proyectos, con técnicas de habilidades del pensamiento, o, por lo que les indique el sistema, como hoy lo hacen mediante criterios de la capacitación para el trabajo.
Inexplicables criterios de calidad, mandatan esas finalidades escolares, qué han de ser evaluadas externamente; como si la autoevaluación y evaluación interna, no fuera propiedad de todo proceso humano.
A reserva de desarrollar en próximas entregas los paradigmas educativos cognitivo, constructivista genético y socio-histórico, concluimos esta entrega con una afirmación: la propuesta educativa nacional heredada por AMLO del régimen saliente, basada en la retórica falaz de la “calidad” tiene más de continuidad de lo mismo, o regeneración de lo propio a partir del mismo fango, que de enésima transformación de lo impuesto.
To be continued.

 

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