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Nacional.- La Ciudad de México se ha vuelto famosa por sus calles engalanadas con el intenso púrpura de los jacarandas durante la primavera, pero pocos saben que este espectáculo natural tiene sus raíces en la visión de un inmigrante japonés, Tatsugoro Matsumoto.
Matsumoto, jardinero imperial en Tokio y experto en el arte de la jardinería japonés, llegó a México en 1892. Originalmente destinado a diseñar un jardín en Perú, se detuvo en México y quedó cautivado por la apreciación local por las flores y las plantas. Invitado por el hacendado mexicano José Landero y Coss, Matsumoto estableció un jardín japonés en Pachuca y decidió radicarse en México.
La Colonia Roma, en su apogeo a principios del siglo XX, fue el escenario donde Matsumoto se destacó como arquitecto paisajista, cuidando los jardines de las elegantes residencias. Su reputación llegó a oídos del presidente Porfirio Díaz, quien lo designó para embellecer la residencia presidencial y el bosque del Castillo de Chapultepec.
En 1910, durante la celebración del centenario de la independencia, la delegación japonesa patrocinó una exposición en el Palacio de Cristal, donde Matsumoto creó un jardín con un lago artificial. Posteriormente, bajo la recomendación de Matsumoto, el presidente Álvaro Obregón ordenó plantar jacarandas en las principales avenidas de la Ciudad de México.
El hijo de Matsumoto, Sanchiro Matsumoto, se unió a él en la administración del negocio. Recomendaron al presidente Obregón plantar jacarandas, introducidas por Tatsugoro desde Brasil, por sus características adecuadas al clima de la ciudad y su duradera floración. La visión de Matsumoto se materializó, y hoy en día, las jacarandas son consideradas parte del paisaje nativo de la ciudad.
Matsumoto, que nunca regresó a Japón, falleció a los 94 años en 1955. Su legado perdura en cada jacaranda que adorna las calles de la Ciudad de México, recordando la influencia de un jardinero japonés que convirtió a esta flor en un símbolo emblemático de la primavera en la capital mexicana.
