La fe en superar la pandemia y la resignación por las restricciones sanitarias marcaron este Viernes Santo el viacrucis de Iztapalapa, el más grande de México y uno de las mayores del mundo, que por segundo año se realizó sin público.
La esperanza la evidenció Marisa Benítez, quien a pesar de los cierres alrededor de la Catedral llegó a la Capilla de San Pablo Ermitaño tras recibir el fármaco Sputnik V en el inicio de la vacunación en Iztapalapa, que coincidió con la Pasión de Cristo.