El IVA en las colegiaturas no va a pasar en el Congreso. Todos los líderes de los grupos parlamentarios decidieron que era demasiado costoso, políticamente, avalar una medida que no tiene ni pies ni cabeza, salvo un afán recaudatorio. Lo rechazaron el PRI y el PRD (que originalmente lo impulsaron) y nunca estuvo en la agenda del PAN. Quedó mal Arturo Escobar, coordinador del Partido Verde, quien defendió ese impuesto, quizá por no estar enterado de que al mismo tiempo que él declaraba éste no podía quitarse porque implicaba 11 mil millones de pesos de recaudación, el líder priista Manlio Fabio Beltrones estaba diciendo que esa iniciativa no tenía el respaldo de sus diputados. Y, también, quedó muy mal mi apreciado José Narro, rector de la UNAM, al decir que apoyaba el impuesto porque la mayoría de la población acudía a la escuela pública.
La visión recaudadora del IVA a las colegiaturas (lo mismo que el impuesto a las rentas y a las hipotecas, verdaderas agresiones a la clase media) no se puede justificar por la cantidad que recaudará. En esa lógica se podría poner un impuesto, como ya ha ocurrido en el pasado, a las ventanas o a la posesión de mascotas (como en Francia) o si se quiere, como en China, al número de hijos. Son impuestos que sirven para incrementar las arcas públicas, pero que castigan al contribuyente cautivo. Si el tema es recaudar, no habría objeción alguna en imponer el impuesto que utilizan todas las economías de mercado del mundo: el IVA generalizado. Y si no se impuso, supuestamente por defender a los sectores de menores ingresos, es profundamente injusto colocarlo de manera solapada en la educación y la vivienda, que son el centro de vida de las clases populares y medias, que en nuestro país suelen ser casi lo mismo.
El argumento, que fue el utilizado por el rector Narro, pero también por el PRI y el PRD para impulsar ese impuesto, no se sostiene. Es verdad que la mayoría de la población va a escuelas públicas, aunque son millones los niños que van a escuelas privadas buenas, malas o regulares porque el sistema público no le está dando a la gente la calidad y las posibilidades que debería. En México no se va a la escuela privada por elitismo o por un desprecio a la educación pública, se recurre a la privada como una necesidad, porque la educación pública no es capaz de asimilar al conjunto de sus potenciales alumnos y, en muchos otros casos, de otorgarles las condiciones que los padres de familia requieren para tener a sus hijos en las aulas. Imaginemos, simplemente, a un padre o madre de familia que trabaja: ¿qué hace con sus hijos en Oaxaca, donde hace un mes que no hay clases? ¿Qué hace, donde sí hay clases, si los turnos escolares son de cuatro horas y su jornada laboral de ocho, diez o doce? ¿Qué hace, si en la UNAM o en muchas otras universidades públicas, el ingreso a sus preparatorias o carreras universitarias es absolutamente restringido? Simplemente preguntémonos: ¿está en condiciones, hoy, el sistema educativo de recibir a todos los alumnos de educación básica? ¿Están en condiciones las universidades públicas de recibir a todos los aspirantes de nuevo ingreso? Por supuesto que no. En realidad, quienes están enviando hoy a sus hijos a una escuela privada están pagando una doble tributación: la normal que abonan rigurosamente cada mes de su salario y el pago de una escuela privada porque el Estado no puede garantizar, como sí lo hace en muchos otros países, una educación pública de calidad para todos. Y no parte este razonamiento de un defensor de la educación privada: al contrario, creo en la educación pública y soy (como muchos de mi generación) un producto de ella. Pero creo mucho más en la educación a secas y en la igualdad de oportunidades para todos de acceder a una educación, pública o privada, de calidad. Qué bueno que se esté reformando el sistema para tratar de alcanzar ese objetivo: cuando se haya alcanzado, el IVA a las colegiaturas me parecerá un acierto. Hoy es un crimen.
Algo similar sucede con el impuesto a las hipotecas o las rentas. No es verdad que es imprescindible y mucho menos que castigue la elusión o evasión. Castiga a quien ha ahorrado para comprarse una casa o a quien está haciendo esfuerzos por rentarla y tener un techo digno donde vivir. ¿Se quiere regular y gravar la vivienda? Hay un mecanismo mucho más eficiente, más democrático, más justo y que permitiría recaudar mucho más: el impuesto predial. Pero como ocurre con otros gravámenes, los municipios o estados, en muchas ocasiones, no quieren cobrar predial por razones estrictamente políticas. Debería ser un obligación y parte de los ingresos locales tendrían que ser solventados exclusivamente con ese impuesto que todos tendríamos que pagar si somos propietarios de uno o muchos terrenos o casas. Pero al predial, como al IVA, los políticos le tienen pavor.