Desde el inicio de la pandemia se ha oído hablar de la posible atenuación del SARS-CoV-2. La teoría es intuitiva: cuando un virus encuentra un nuevo hospedador no está adaptado a él. Si lo mata demasiado rápido no podrá transmitirse antes y desaparecerá, ya que necesita secuestrar células vivas para multiplicarse y sobrevivir. Por ello, con el tiempo ganan la carrera evolutiva los virus menos dañinos. Algunos médicos creen que esto ya está pasando con el coronavirus, aunque las evidencias en su favor son anecdóticas. Expertos en ecología, evolución y genética de virus discrepan de este dogma tan repetido.
La idea de que las enfermedades zoonóticas terminan por atenuarse es, según la investigadora de la Universidad Estatal de Arizona (EU) Athena Aktipis, “un mito optimista”. Al virus “le da igual lo que le pase a su hospedador mientras tenga otro al que poder infectar y continuar su ciclo vital”, aclara el genetista de la Universidad de Valencia Fernando González. “Por eso no existe una ‘ley general de atenuación de la virulencia’ aunque sea una creencia bastante extendida”.