En artículos anteriores expliqué que el análisis rizomático es una forma de darle su lugar a categorías que parecieran no tener historia, en este sentido en individualismo ha tenido su propia dialéctica histórica, sobre todo a partir de la edad media y en especial en el renacimiento en donde el individuo se convierte en el centro de todo (homocentrismo o antropocentrismo), en contraposición las etapas históricas anteriores en donde Dios, y no el hombre, era el centro y razón para la explicación de todas las cosas (teocentrismo). El hombre como tal, como ser individual, se convirtió en el centro de estudio de casi todas las disciplinas posteriores, hasta que el individuo surgió como apartado de su entorno social en plena revolución industrial y la enajenación de la mano de obra suplantó drásticamente a los procesos de producción anteriores tales como los artesanos; el fordismo, como medio de producción automatizada, en donde ningún obrero es parte del proceso completo de producción, pues sólo se encarga de una pequeña parte, es una de las más grandes muestras de este proceso de generación de plusvalía. Expuesto así, de manera muy sintética, pretendo exponer que el individualismo que padecemos hoy por hoy, no es otra cosa más que el resultado de un largo proceso de asimilación de las nuevas formas de producción que se consolidaron en los siglos XVIII y XIX.
El individualismo puede ser una posición moral, filosófica, política o simplemente un punto de vista que enfatiza la dignidad moral, y promueve el ejercicio de objetivos y deseos propios, autosuficientes e independientes supuestamente, oponiéndose así a las intervenciones externas sobre las opciones y opiniones personales.
Su centro es el individuo, y la lucha por la liberación inicia y termina con éste. Los derechos humanos y la libertad son la sustancia de tal teoría.
La ideología que impera en nuestro país es terriblemente individualista. Nuestras opiniones personales no permiten la mínima observación de los profesionales, de los especialistas, en cualquier ramo. Hasta a la receta del doctor cuando llevamos a consulta a nuestros hijos le movemos: el doctor no sabe, esto no te lo tomes, mejor te tomas esto otro (como si los seis años de quemarse las pestañas del pobre doc no valieran), y se desdeña con ímpetu libertario al estudio académico, formal o informal, es decir, serio, fundamentado, científico.
Pero lo peor es que nos han hecho creer que la ecología y el calentamiento global se van a resolver dejando de tirar basura en la calle, cuidando el agua en nuestros hogares, y no sé qué otro montón de acciones individuales que se ejecutan a voluntad del mexicano solito, con su conciencia a cuestas. Como si los contaminantes más graves no vinieran de las fábricas, o el agua no se echara a perder con sus toneladas de desechos.
La concepción misma de libertad es una categoría social, no se puede concebir la libertad como algo individual, como lo han definido los individualistas anarquistas. Incluso a los menores se les enseña en la escuela que la libertad y la felicidad, o el desempeño profesional y el éxito en la vida, son metas individuales, gracias al esfuerzo que cada quien ponga en su labor. Estas concepciones no consideran que todo es social, que lo que aprendemos en la escuela, el conocimiento mismo, es una construcción social, genealógica. Decía en otro artículo, que incluso en el arte, el desempeño del artista es parte de una evolución social, cultural, y aquí la cultura misma es la forma en que un conjunto de personas integradas en una comunidad tienen una determinada visión del mundo.
En otras palabras, como lo habrían dicho Marx y Engels, “las ideas de la clase dominante son, en cada época, las ideas dominantes”. La concepción filosófica del individualismo, herencia del capitalismo que ha permeado cada espacio del hábitus social (en la concepción del sociólogo Bordieu), se refuerza en las aulas de nuestras escuelas, como un virus, y está presente en los autores motivacionalistas de la nueva era, en el espíritu “emprendedor” empresarial, en las opiniones de señoras bien que creen que la gente es pobre porque quiere, en el niño que piensa que ser libre es hacer lo que quiera, o en el joven que no admite órdenes de nadie, sin entender que justamente ese pensamiento es una orden, una orden no dada por nadie, pero comunicada por todo lo que nos rodea.
El hombre es un ser social, la cultura que hemos creado por siglos es nuestra construcción, y por lo tanto en todos, juntos, está la solución de nuestros problemas.