Por: Ivabelle Arroyo / columnista
Yo también estoy en contra del gasolinazo, pero déjenme decirles algo. El problema no es la Reforma Energética, es más, ni siquiera se trata de Pemex, el petróleo o del precio del barril en el mundo. El gasolina es un atajo para mantener el tren de vida de un Gobierno gordo, rico y malcriado, al que se le está agotando la herencia y al que nosotros alimentamos.
Miren, lo que son los partidos gobernantes, todos algo gobiernan. En el fondo todos quieren lo mismo: un Estado gordo que gaste como si los recursos no se fueran a acabar nunca, que bajen los precios del maíz, de la gasolina, de la leche, de la luz, por decreto y luego, cuando se vea en apuros, pues lo suba a su antojo para tapar los agujeros.
Hasta hace dos años, pagamos un precio de mentira al cargar el tanque. El Gobierno nos consentía al subsidiar la gasolina, es decir, pagando la diferencia sin importar a quien beneficiaba, ¿por queé? pues porque podía fijar el precio y porque era rico y malcriado en una sociedad malcriada que estira la mano: ‘denme, denme’. Hoy sigue siendo malcriado, pero ya no es tan rico.
¿De dónde va a sacar el dinero que ya no sale a borbotones de la tierra? Pues de donde pueda. Hoy, pudo de la gasolina porque sigue teniendo el monopolio para fijar los precios, igual que antes, cuando subsidiaba, pero mañana lo va a sacar de las ventanas y pasado mañana de la cantidad de hijos que cada familia tenga y después van a cobrar impuestos a la soltería y así inventarán impuestos.
¿Quién lo fomenta? Todos los mexicanos, todos: priistas, panistas, perredistas, de Morena, de izquierda y de derecha, que quieren un familiar en Pemex, una plaza en la burocracia, privilegios educativos, becas de por vida, seguridad social gratuita sin haber nunca trabajado. Los culpables son los mexicanos que siguen creyendo que la vida debe resolverse con dinero público estirando la mano. Como si no vieran todos los días que el dinero público se va a las casas de Duarte, al bolsillo de los consejeros del INE y del INAI, a los programas sociales, clientelas de Miguel Ángel Mancera, a los tres bonos que reciben al año todos los trabajadores y ministros de la Suprema Corte, al gimnasio de lujo que tienen los Diputados en San Lázaro, al bono que tienen los Senadores para gastar en lo que quieran que tienen cada mes, a los proveedores amigos que cobran cinco veces más el precio de una carretera y que luego reparten los billetes, a los rectores de las universidades públicas, a los viáticos sin límites de la clase política y a la bolsa de miles de millones de pesos que se reparten los partidos políticos y que llegan hasta casas en Atlanta, como la de Ricardo Anaya, o a financiar los tours del candidato eterno Andrés Manuel López Obrador.
¿Se han fijado que nadie ha perdido una medida de autoridad? Los Gobernadores se llenan la boca alarmados por el precio de la gasolina, pero piden más y más dinero público para sus burocracias y su ineficiente gasto.
El gasolinazo de hoy es lo mismo que el subsidio de ayer y será lo mismo del ventanazo del mañana, es la muestra de que seguimos siendo una sociedad inmadura que pide un Gobierno gordo que nos dé, sin darnos cuenta de que principalmente nos quita.
*Directora del diario Digital El Andén