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Honor a nuestro Ejército

Superiberia

 

Presencié un extraordinario diálogo entre estudiantes universitarios y el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos. Salí muy impresionado, ahora que casi nada me impresiona. A esos jóvenes les  demostró inteligencia, lealtad y sentido humano. Podría referirme a muchas de sus respuestas, pero me quedo con una sola sobre la presencia de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico.

En palabras muy directas dijo que desearía que fueran relevadas de ese asunto. Con valentía de militar afirmó que le parecía un error que las hubieran involucrado, pero, con lealtad de militar, aceptó que ellos obedecen órdenes y nada más.

Hasta allí, estas 140 letras. Por cierto, las mismas que contiene un tuit, pero que encierran toda una lección de política y de patriotismo. No se confunde, pero obedece. No se rebela, pero discierne. No se opone, pero no se doblega. Es la esencia de nuestra institución militar con todas sus virtudes.

México ha tenido la ventura de contar con un Ejército incuestionable. Originado en el pueblo e invariablemente leal a las instituciones, ha sido una reserva nacional de virtudes. Ejército formado por el pueblo, que no se distingue de él y que a él está plenamente asimilado. Todo ello lo ha hecho un muy apreciado y respetado Ejército de paz. Su disciplina, su organización, su sistema educativo y su desarrollo tecnológico lo ha hecho un muy reconocido  y muy confiable Ejército de guerra.

Durante el callismo el Ejército mexicano fue estructurado y organizado por Joaquín Amaro para convertirlo en la ejemplar institución que hoy nos enorgullece por su origen popular, por su profesionalismo, por su valentía y por su lealtad a México. Ha sido una de las instituciones que mejor ha resistido los embates que han lastimado a otras. Por eso son preocupantes las manos escondidas que le tiran piedras. Si las Fuerzas Armadas se fragilizan y se minan, la seguridad nacional lo va a pagar.

Los tiempos actuales son complejos y comprometedores para todas las instituciones. El Ejército no escapa a esta circunstancia. Lo acosan responsabilidades como la lucha contra el narcotráfico donde, todos los días, se libra una batalla que involucra, en ocasiones, a una importante parte de los efectivos militares en un esfuerzo mexicano que en dinero, en sufrimiento y en sangre sólo la justificarían otras naciones en un estado de guerra. Esfuerzo aportado por nuestro país, con sentido humanista y no sólo nacionalista, para tratar de preservar la salud y la moral o lo que de ella queda de otros pueblos y que muchas veces, lejos de ser reconocido y agradecido, es criticado y mal recibido. 

En esta lucha, por razones obvias, más eficaz contra la producción doméstica que contra el tráfico de paso, se libra un combate contra un enemigo anónimo e incógnito, que no va a ser vencido con helicópteros ni con morteros, sino con las armas de la conciencia que, por fortuna, también tiene nuestro Ejército. Los riesgos son grandes para nuestra institución armada. La corrupción es un virus que no distingue ni discrimina. Ha habido casos de inoculación en las Fuerzas Armadas. Se ha tenido que actuar en forma terminante. Con tratamientos dolorosos. Con amputaciones. Al final de cuentas, se trata de preservar a la institución depositaria de la seguridad nacional. La hemos arriesgado apostándola en esta ruleta durante cerca de cuatro décadas. Cuidémonos de no perderla.

Por otra parte, también la acosan la insidia en torno a la pulcritud jurídica de sus procedimientos. En buena hora el Ejército ha asumido la postura de interrelacionarse con la justicia civil y de confrontar, de manera muy transparente y con resultados muy airosos, el concepto y el contenido del derecho militar, los derechos humanos, la disciplina en las Fuerzas Armadas, las garantías constitucionales en el proceso penal militar, la relación existente con sociedad y, en general, la naturaleza de las normas que rigen la vida de las Fuerzas Armadas. 

Lo acosan, también, los escenarios de lo que serán en el mundo futuro y  no solamente en México, los perfiles de la guerra. La conflagración no declarada, la anónima, la incógnita, la soterrada, la encubierta, la que hace cómplices lo mismo a criminales y mercaderes que a facciones políticas y a cúpulas gremiales, para colocar y detonar las consecuentes cargas de profundidad en la estructura misma de la seguridad nacional y de la soberanía, al que, hasta ahora, le conocemos solamente tres rostros ingratos: el terrorismo, la guerrilla y la conspiración. 

Es bueno tratar de ver hasta donde podamos. No todos los mexicanos podemos ver 100 años, como Calles. Algunos no podemos ver ni una década ni un año ni un mes. Pero, en los asuntos de la vida nacional, es bueno usar la vista para ver, con detalle, todo lo que está pasando. Es buena la visión para ver lo que va a pasar. Y es buena la videncia para ver lo que no se puede ver y que lo conocemos, simplemente, con el nombre de destino.

*Abogado y político.

Presidente de la Academia Nacional, A. C.

w989298@prodigy.net.mx

Twitter: @jeromeroapis

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