Aprovecho estos días de tranquilidad en los que no se presentan muchas cosas en la agenda pública para hacer un homenaje a un hombre de Estado del que se ha escrito mucho.
Adolfo Suárez murió hace algunas semanas en Madrid y ha recibido el aprecio y el homenaje de todas las fuerzas políticas de España. Es quizás el más representativo miembro de una generación virtuosa de políticos pragmáticos que tuvo España y que entendieron la importancia histórica del momento en que dirigían el destino del país.
Se requiere de mucha fuerza, disciplina y entereza para que un político cumpla con una función y un objetivo específico sin cambiar por las presiones de la prensa o por lo que otros políticos piensan de él. De hecho, es una característica típica del político el cambiar de postura cuando vienen vientos encontrados para tratar de sobrevivir, pero quien se mantiene en la postura para cumplir la meta es el hombre de Estado.
Adolfo Suárez era un hombre del régimen y eso le sirvió para desmantelarlo. Siempre los reformistas más eficaces provienen del sistema. Por lo mismo, fue un hombre objeto de desconfianza de todos los actores políticos de la época; los de derecha lo veían como un traidor y los de izquierda como un franquista. El único apoyo incondicional que tuvo fue el del rey Juan Carlos.
Al final de su carrera política, después de un golpe de Estado, donde fue de las tres personas que no se tiraron al piso junto con Santiago Carrillo y el general Gutiérrez Mellado, en una imagen que dice mucho sobre su integridad, entereza y la fortaleza de su investidura, fue despedido electoralmente por el pueblo español y separado de sus compañeros de régimen que crearon un partido que compitió y le quitó la democracia cristiana. Con la misma integridad con la que se condujo, entendió que era el tiempo del retiro y desapareció de la escena pública en un momento que le aseguró el prestigio de los estadistas. En eso recuerda a Churchill que después de los servicios prestados a su país fue derrotado electoralmente recordándole que la gloria de los hombres de Estado está reservada para el momento de su muerte.
Estos días ha habido de todo en la prensa, incluso, quien sin fundamento ha pretendido manchar la memoria de la transición española culpando al rey de alta traición contra Suárez, aunque esto no tenga ni lógica siquiera. Afortunadamente, el hijo de Suárez ha dejado claro que defenderá el honor de la memoria de uno de los mejores momentos de España.
Peores momentos
No puedo evitar aprovechar la oportunidad de comparar a dos políticos españoles, completamente distintos, en un mismo texto. Ahora me refiero a la pequeñez del señor Artur Mas que no tuvo las amígdalas suficientes para presentarse ante el Congreso del Estado, de donde se pretende independizar, para defender su petición. Uno manteniéndose de pie ante los tiros y el otro incapaz de presentarse a ponerse de pie; así han cambiado las generaciones. El señor Mas perdió por 86% debido a la naturaleza inconstitucional del referéndum.
El ridículo no termina allí, el Consejo Asesor para la Transición Nacional catalán, un grupo de personas que se dedicaron a estudiar (es un decir) la legislación europea, concluye el lunes que Cataluña independiente no tiene que salir de la UE basándose en “se podría”, “si se quiere”, “es conveniente”; a lo que la Comisión Europea respondió: si una parte de un Estado miembro se independiza, deja de ser miembro de la Unión Europea. Ante la inconstitucionalidad y la negativa a seguir en Europa, ¿qué le queda al señor Mas? ¿Hasta dónde lo acompañarán los catalanes?
*Abogado y opinante
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