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¡Hola Orizaba!

Superiberia

Hemos afirmado que el perfeccionamiento del régimen democrático es una función de su capacidad para generar capital social, esa concreción de los ideales de igualdad, libertad y fraternidad, plasmados durante el Siglo de la Luces en las instituciones heredadas de esa época que nos forman y que nos gobiernan; en fin, que conducen la vida de la sociedad.

El individuo integrado al capital social es básicamente todo aquél que ha alcanzado un estado de “ser”, socialmente responsable, esto es, consciente de su obligación de rendir cuentas a los demás por sus decisiones. A tal disposición a explicar nuestro proceder en cada momento alude el término responsabilidad, accountability, por usar el anglicismo globalizado. El término social, por su parte, nos recuerda de nuestra naturaleza gregaria.

Sería vano pretender afirmar que las instituciones educativas son las principales responsables de la formación de capital social; esta tarea descansa inicial y primariamente sobre la familia, luego es compartida por el conjunto de instituciones que socializan al sujeto. Sin embargo, sí es muy cierto, trágicamente cierto, que hemos permitido demasiado fácilmente la reorientación de la vocación educativa hacia la mera formación para el trabajo. En aras de cumplir con las metas definidas desde el Banco Mundial y otras entidades semejantes, hemos permitido la peligrosa economización de la educación; cuando lo urgente para la construcción de tejido social sustentable es la educación de la ciencia económica.

Por lo que a la familia se refiere, ¿quién podría negar que la nuestra es la era del ocaso de la familia como piedra angular de la sociedad, como el tabique con el que ésta se conforma, como su célula elemental? La familia sufre los embates de la cruenta realidad material globalizada: la búsqueda del bienestar material lo sacrifica todo; en más del 75% de los hogares mexicanos ambos padres tienen un empleo remunerado; casi la mitad son hogares con un solo proveedor en ausencia del otro, sea el hombre o la mujer. La tendencia se agrava con la urbanización de la vida. Más de la mitad de la población del país vive en zonas urbanas, la población rural desaparece rápidamente y con ella el refugio de la tradición, que cede su lugar al folclore, en el mejor de los casos, aunque lo más común sea sencillamente la desintegración del tejido familiar y los consecuentes problemas con toda índole de adicciones en todos los estratos sociales y grupos de edad, al margen de género o cualquier otro criterio distintivo, la propagación del crimen organizado como insurgencia tan devastadora como estéril, dada su absoluta carencia de proyecto de futuro así como de estrategia para combatir el statu quo desde la destrucción creativa.

Así las cosas, hablar de construir sustentabilidad social en Orizaba -misión continua del OUO- es hablar de proveer a nuestro espacio compartido de las estrategias necesarias para la construcción de lazos comunitarios, de todos los elementos que puedan fortalecer nuestra identidad recíproca y permitir por ello nuestra convivencia armónica, pacífica y respetuosa; elementos de identificación y reconocimiento recíproco que fortalezcan el sentido de membresía a un todo mayor que se mueve hacia objetivos acordados entre el Gobierno local y todo aquel individuo elevado al empoderamiento por su demostrada responsabilidad social. No es tan complicado, todo aquél que antepone sus intereses particulares a los de otros, no ha alcanzado el grado de responsabilidad social necesario al empoderamiento ciudadano.

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Definida la final

Sobrevive la jarciería