Por: Andrés Timoteo / columnista
El ultimátum. Se llama Paradis y tiene cinco años. Su nombre se pronuncia sin la “s”, acentuando la “í” y significa “Paraíso”. Es un típico “tête blonde”, o sea “cabeza dorada” como se les llama a los niños franceses. Es un pequeño bien amado, hijo único y el centro de su hogar. Vive con sus padres en el privilegiado Barrio 7 de París. El papá trabaja para EDF, la gran empresa distribuidora de electricidad y su mamá es ejecutiva de cuenta en un banco.
Una noche, a punto de irse a la cama les dio un ultimátum a sus padres que estaban sentados alrededor de su cama. “Quiero un hermanito o un perro”, les sentenció. Los padres se deshicieron en opciones para sustituir la petición: un pez, un canario, un hámster. Paradis no varió el ultimátum. “Necesito alguien a quien abrazar”, les dijo.
Los papás analizaron los pro y contras -más bien los costos como gente de números que son- y al día siguiente un cachorro se convirtió en el nuevo miembro de la familia. La mascota costó 1,700 euros -38 mil pesos mexicanos- pues un perro sale caro en Francia, pero aun así era mejor que costear un bebé. Paradis y Matthias, su primer y mejor amigo, ya son inseparables.
Lobo valiente. Su mamá le enseñó el truco para engañar a los turistas y a los parisinos despistados: en su mano lleva un grueso anillo de metal, parece de oro. Cuando ve a un incauto, se inclina al suelo, simula levantar la joya y pregunta: ¿Señor, es suyo este anillo? El ambicioso caminante ve brillar el anillo y le dice que sí. Cayó en la trampa. Entonces el pequeño le pide una propina por “haberlo encontrado y devuelto”. La víctima le da 2, a veces 5 y otras hasta 10 euros, pensando que se hará con una joya por una mísera gratificación al niño.
Se llevará un chasco, el anillo parece de oro, pero está hecho de pirita, el llamado “oro de los tontos”. Velkan, el niño de nueve años llega a obtener hasta 20 euros en una mañana engañando a los codiciosos caminantes cerca del museo Quai Branly. Su madre lo vigila de lejos, si hay algún problema, por ejemplo, si se aparece la policía, ella entra en acción para alejarse con el pequeño.
Velkan significa “Lobo valiente”, pero a este apenas le están creciendo los colmillos. Es un ‘Rom’, un gitano. Su familia viene de Rumanía y vive en un gueto al Noreste de la capital gala. El niño no va a la escuela. Al preguntarle qué quiere ser de grande, el pequeño lobo dice que aspira a ser como su tío, la figura paterna más cercana pues el papá hace tiempo que los abandonó.
¿Qué hace tu tío? Es el mejor robando carteras y celulares. A diario llega a casa con dinero y teléfonos que saca del metro -el sistema de tren subterráneo-. “Yo quiero ser como él”, dice Velkan mientras sus ojillos brillan. El niño no sabe de aulas ni pizarrones, pero sí está aprendiendo rápido en la escuela de la sobrevivencia. Los ‘Roms’ no vamos a la escuela, afirma convencido. Es lo que le enseñaron.
Yo soy como mi padre. El tipo era alto, fornido y siempre malhumorado. Era el matón del pueblo. Buscapleitos, borracho y agresivo. Pasó varios años en prisión por la muerte de un cristiano, el que le pudieron comprobar porque se “cargó” a varios, decían los rumores. Sólo tuvo un hijo, Daniel, quien fue criado por su abuela porque la madre huyó del “hogar” apenas terminó la cuarentena tras el parto, dejando al bebé con la suegra. No aguantó la vida de golpizas y necesidad.
El ejemplo de Daniel fue su padre. La abuela, analfabeta y enferma de una anemia crónica -que después se convirtió en leucemia- no pudo enseñarle otro camino. “Tu padre es quien manda, el hombre de la casa y cuando él falte, tú serás el hombre de la casa”, le decía. Daniel no sacó el físico de su progenitor, al contrario, era debilucho y enfermizo, lo que le valió regaños, burlas y hasta palizas del papá.
Al papá lo mataron en una gresca. Él retó con cuchillo, pero el rival llevaba un revólver y le pegó cuatro tiros. Daniel se quedó huérfano a los 12 años. Tuvo que trabajar como jornalero por 70 pesos diarios por diez horas de labores en el campo. Tres años después la abuela murió y se quedó solo en la casucha. Se volvió alcohólico, luego probó la cocaína, la vendía el tipo que regenteaba una cantina del pueblo, claro, no era pura sino dosis rebajadas con químicos altamente destructivos. A los 19 años Daniel murió.
Su cuerpo lo encontraron varios días después sobre el catre donde dormía. En la pared, junto al reposo, todavía conservaba un viejo póster de un luchador de la Triple A, su héroe. Para disfrazar su realidad, la imagen de su padre, el camorrista y matón del pueblo, la trastocaba en la del profesional de la lucha libre. Por eso, él también quiso ser igual que su padre. “Yo soy como mi padre”, le dijo una vez al tendero que se rió de él, tan enclenque que no parecía hijo de su papá. Cuando falleció todavía seguía siendo ese niño que veía un héroe en su papá. A Daniel, nadie le enseñó que había otros caminos.
El lunes pasado fue Día del Niño, y estas tres historias, verdaderas reflejan distintas realidades de pequeños en Europa y México. Hay miles más. El último relato sirve para ilustrar la realidad terrible de los niños y jóvenes de México, quienes terminan en las garras del vicio o peor aún, reclutados como ‘halcones’, narcomenudistas o sicarios de los cárteles de la droga, y eso pasa porque nadie les ofrece una opción para ser algo diferente.
Quedan atrapados en esos “vacíos construidos históricamente” -término acuñado por el doctor José de Jesús Hernández, investigador del Ciesas-Occidente-, donde no hay oportunidades para los niños y jóvenes provenientes de entornos rurales o de las periferias de las ciudades, e irremediablemente se les empuja hacia la delincuencia. Una beca para estudiar y una oportunidad para explorar otros caminos puede cambiarlo todo, como lo expone el escritor Héctor de Mauleón en su columna titulada “Sobre los jóvenes del CJNG” (https://bit.ly/2JGVOQV).
En México el Día del Niño debe tomarse como una cosa seria, porque la niñez está bajo amenaza de los criminales y el abandono de las autoridades. Vaya, ya se habla de generaciones perdidas literalmente, de miles de niños y jóvenes que no llegarán a adultos porque están siendo devorados por la criminalidad, y los habitantes de un País que tolera que a sus niños los envicien, descuarticen, deshagan en ácido o los entrenen como sicarios, no pueden llamarse humanos. No tienen ese derecho.
CHILLONES E INTOLERANTES
Vaya escándalo provocado por militantes y dirigentes del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) contra la alcaldesa de Córdoba, Leticia López Landero por la realización de un mitin en el que participó el candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, mismo que se efectuó el lunes pasado.
Los morenitas avisaron -que no pidieron autorización- al ayuntamiento para ocupar el parque 21 de Mayo, mismo que ya estaba destinado a un evento infantil. Se les notificó que no podían montar templetes ni realizar el evento allí, y les dieron tres opciones para efectuar la concentración, pero los dirigentes respondieron que no, que ocuparía las calles adyacentes.
Por ‘sus pistolas’, los seguidores de Morena llegaron la noche previa al evento con tractocamiones a la entrada de la ciudad con la intención de dirigirse al Centro, pero fueron detenidos por agentes viales, lo que desató la polémica. Eso sirvió para que ellos acusaran que eran hostigados, que había “guerra sucia”, que se trataba de un complot contra Morena y López Obrador y mil cosas más.
Al final de cuentas, el mitin fue trasladado a la calle 8 y avenida 11, uno de los puntos neurálgicos del tránsito vehicular, pues es acceso a la autopista Córdoba-Orizaba. No es la primera vez que Morena recurre a una mentira para ocasionar polémica, por ejemplo, se dice que las botargas del expresidente venezolano, Hugo Chávez, que se pasearon en Xalapa el domingo, cuando Cuitláhuac García inició campaña, fueron idea de los propios morenistas.
Al infiltrar ellos mismos los monigotes tuvieron el pretexto de decirse perseguidos por el Gobierno Estatal. Si eso fue cierto, que ellos mismos llevaron las botargas, entonces tuvieron una excelente estrategia porque los monigotes fueron noticia nacional y si no hubiera sido por ellos, el arranque de campaña de García Jiménez hubiera pasado sin pena ni gloria.
Empero, tampoco fue el único indicador de que en Morena son chillones e intolerantes, porque el domingo mismo se dio otro ejemplo de eso. Durante la conferencia de prensa que ofreció Cuitláhuac García una periodista le hizo preguntas incómodas y él la encaró exigiéndole que publicara lo que él quería, a lo que la reportera le dijo que escribiría la nota, pero no dependía de ella decidir su publicación, y entonces el candidato junto con sus seguidores abucheó a la colega. Nada más faltó que la corrieran del lugar.
Dicha actitud intolerante hizo recordar al innombrable cuando arremetía contra los reporteros que le formulaban cuestionamientos incómodos. En una ocasión, durante una reunión con empresarios en la conurbación Veracruz-Boca del Río, el innombrable se burló, micrófono en mano, de una reportera de la radiodifusora XEU y fue ayudado con abucheos por los empresarios paleros, obligando a la periodista a callarse y retirarse del lugar.
El innombrable acusaba que los reporteros y los dueños de esa estación radiofónica “eran panistas” y no perdía oportunidad para agredirlos. Ahora son los de Morena, los chillones e intolerantes, iguales que el impresentable exgobernante estatal. ¿Se imaginan si Cuitláhuac García llega a convertirse en gobernador?
PRIMERO DE MAYO
Movilizaciones en todo el mundo por el Día del Trabajo. En París, el desfile obrero terminó en trifulcas. Negocios vandalizados -hasta un negocio de McDonald’s fue quemado-, coches incendiados, infraestructura pública dañada y enfrentamientos con la policía, marcaron la jornada. El enojo popular sigue creciendo en este mes que se cumplen 50 años de aquel Mayo Francés de 1968, que llevó a 10 millones de trabajadores a la huelga nacional y la paralización del país galo, y obligó a la dimisión del presidente Charles de Gaulle.
En México, y en Veracruz, también los desfiles fueron escenario de protestas y reclamos de la clase trabajadora. En los últimos treinta años así ha sido porque las políticas neoliberales han despojado a los trabajadores de sus derechos y logros sindicales. En México no sólo se empobrece a los campesinos e indígenas, al grado de conducirlos a la miseria alimenticia, sino también a los empleados y obreros. Y también la ira popular crece, es en una olla de vapor que tiene algunos respiraderos de violencia cada Primero de Mayo, pero no llega a escaparse del todo. El famoso tigre sigue adormecido y quizás, hasta narcotizado. En México, los trabajadores no hacen la revolución -la de 1910 la hicieron los campesinos- porque se acostumbraron a vivir con el pie en el cuello.