Por CATÓN / columnista
“Soy un erotómano, doctor –le dijo el hombre joven al psiquiatra. En lo único que pienso es en hacer el amor”. “Cásese –le sugirió el analista. Así el deseo se le irá quitando poco a poco”… Doña Holofernes supo que su hijo mayor andaba enamoriscado de Clorilia, muchacha de quien se decían cosas. Hizo discretas averiguaciones y supo entonces sin lugar a dudas que la mujer había tenido dimes y diretes con Pedro, Juan y varios, y que esos varios eran muchos. (¿Verdad que Homobono es un nombre raro? Pues bien: ella llevaba ya tres Homobonos. ¡Cuántos Luises, Antonios y Franciscos llevaría!). Habló doña Holofernes con don Poseidón, su esposo, y le pidió que tuviera una plática con su hijo y lo convenciera de dejar a esa mujer que le traía sorbido el seso.
Llamó, en efecto, el vejancón al crío y sin preámbulos le manifestó: “Hijo: esa mujer con la que andas es de segunda mano”. Replicó el muchacho: “Padre: la mano es lo que menos me importa”. (¡Mentecato! ¡Si la mano era de segunda lo demás era seguramente de tercera o cuarta!)… Los tambores de guerra de los pieles rojas empezaron a sonar, ominosos, en medio de la noche. El guía de los pioneros le dijo lleno de preocupación al jefe de la caravana: “No me gusta nada el sonido de esos tambores”. Se oyó una voz venida del campamento de los indios: “No es nuestro baterista titular”… Aplaudo –y con ambas manos, para mayor efecto– a Ricardo Monreal, líder del grupo de Morena en el Senado, por haber frenado la iniciativa tendiente a gravar las herencias con un impuesto especial.
Dicha propuesta había sido motivo de inquietud para incontables ciudadanos que vieron en ella una muestra de voracidad recaudatoria por parte del Gobierno y un indicio de hostilidad para quienes con su trabajo han logrado constituir un patrimonio de familia. La acción de Monreal suma puntos buenos a su partido y al régimen de López Obrador. También merece encomio la afirmación hecha por el dirigente senatorial en el sentido de que su grupo parlamentario actuará siempre con responsabilidad y sin excesos. Esa declaración habrá de tranquilizar a buena parte de la ciudadanía en un tiempo en que tantos excesos se han visto, y tanta irresponsabilidad…
“Contrate usted a la señorita de enhiesta proa y dilatada popa”. Esa expresión de contenido náutico usó don Algón, hombre de empresa, para indicarle a su jefe de personal que diera el empleo de secretaria a la muchacha de generoso busto y opimo caderamen. Preguntó el empleado: “¿Por qué prefiere usted a esa señorita entre todas las demás aspirantes al cargo?”. Explicó el ejecutivo: “Porque en su solicitud, en el renglón correspondiente a sexo, puso: ‘Estoy a favor’”… Lisa y Lisi eran gemelas idénticas. Se parecían una a otra como dos gotas de agua. Cierta noche Lisi salió con su novio, que la llevó en su automóvil al solitario paraje llamado El Ensalivadero, lugar al que iban las parejitas en estado de ebullición. A su regreso Lisi le comunicó, feliz, a Lisa: “¡Un notición, hermana! ¡Ya no somos gemelas idénticas!”…
Entró el sargento al barracón en horas de la madrugada, encendió las luces y gritó con vozarrón de trueno: “¡Todos los hijos de p… salgan de la cama y pónganse en posición de firmes!”. Obedecieron al punto los soldados, menos uno que dijo desde el lecho: “Son muchos, ¿verdad, mi sargento?”… Don Acisclo, señor de la ciudad, iba con Renovato, su aparcero, cuando pasó, raudo, un helicóptero. Exclamó Renovato: “¡Una helicóptera!”. Lo corrigió don Acisclo: “Es helicóptero”. “¡Jolines, señor! –se admiró el campesino. ¡Qué buena vista tiene usted! … FIN.