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HABEMUS PRESI-PEJE

Superiberia

 Por: Andrés Timoteo  / columnista

Sin terminar en sombrerazos ni mucho menos en un conflicto postelectoral que se prolongaría por meses, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador se convirtió ayer en el presidente que los mexicanos eligieron para asumir el poder constitucional el primero de septiembre venidero. Sorprendente, hay que decirlo, no que ganara pues eso ya estaba cantado, sino que sus opositores ni siquiera esperarán al conteo rápido del Instituto Nacional Electoral (INE) para reconocerle la victoria.

Pasadas las 20:00 horas, los candidatos de las alianzas “Por México al Frente” (PAN-PRD-PMC), Ricardo Anaya Cortés y el de “Todos por México”, José Antonio Meade Kuribreña, salieron a los medios de comunicación para aceptar su derrota y reconocer al ganador de la coalición Morena-PT-PES. Se vieron muy civilizados, a la usanza europea, tanto que hasta despistaron a los mexicanos tan acostumbrados a los fraudes y arrebatos del 2006 y el 2012.

Los simpatizantes de las teorías de la conspiración dirán que eso huele a un pacto previo -con la ‘mafia del poder-, los progresistas un tanto ingenuos que era el momento de la “izquierda”, así entre comillas, los escépticos que es la reedición del foxismo populista del año 2000, y los moderados que gana la democracia, pero son necesarios los contrapesos para evitar excesos en el ejercicio del poder.

Por lo pronto, los ‘chairos’ tendrán que asegurar el cerrojo de la jaula del tigre porque ya no fue necesario soltarlo y también recitar exorcismos para que el diablo no se aparezca. Ya no se requiere su presencia. Tampoco la ‘chairada’ se levantarán en armas como habían amagado. De paso, muchos envalentonados con que serán gobierno, también ya prevén no levantarse temprano a trabajar, al menos en los seis años que vienen. Risas.

Pero retomando la seriedad del caso, por el bien de todos se espera que el gobierno de López Obrador no sea la reedición de Vicente Fox que hace 18 años aglutinó el voto masivo de todos los que estaban hartos del PRI y resultó un fiasco. Los doce años de campaña permanente del tabasqueño ya dieron su fruto. La tercera es la vencida, había dicho, y lo fue. Ya no se irá a “La Chingada”, su rancho en Chiapas, sino a Palacio Nacional. No vivirá en Los Pinos, también ha prometido, porque dice que ahí espantan.

Su victoria es, desde cualquier balanza que se ponga, buena nueva para México porque sus ciudadanos decidieron castigar a los partidos tradicionales. Optaron por una tercera vía, esa que promete combatir la corrupción, apaciguar al país, enderezar la economía sin rupturas, pero con la prioridad hacia los más necesitados y restaurar la esperanza de los mexicanos en la clase gobernante.

Es verdad que se espera mucho, aunque tampoco habrá actos milagrosos ni cambios espectaculares porque el cumplimiento de buena parte de lo que ofreció López Obrador depende de que su coalición partidista obtenga mayoría calificada en el Congreso de la Unión -las cámaras de Diputados y Senadores- para que prosperen las iniciativas que requieran el tamiz parlamentario. De lo contrario, habrá la ya conocida parálisis legislativa que detendrá el desenvolvimiento del nuevo gobierno. Nada nuevo bajo el sol.

Por supuesto, el otro punto de poder que emergerá -como sucedió tras la victoria foxista- es el de los mandatarios estatales, aglutinados en aquel momento en la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) que tanto protagonismo tuvo en aquel sexenio. Los gobernantes, sobre todo los priistas, libres del control presidencial se volvieron en una especie de señores feudales ante los cuales Fox Quesada prefirió negociar y hasta mimar para no tenerlos de rival.

Es un hecho que ahora los gobernadores también se atrincherarán en sus entidades y buscarán que el próximo presidente de la República negocie con ellos o se atenga a un jaloneo que puede durar todo el sexenio. Hasta el cierre de esta columna también se sabía que la coalición Morena-PT-PES se había quedado con el gobierno de la Ciudad de México, con la científica Claudia Sheinbaum como futura alcaldesa capitalina. La urbe es la ‘joya de la corona’ de todas las entidades que renovaron sus mandatarios.

Mientras eso sucede, y se siguen contando los votos, México ya tiene un nuevo presidente, o más bien un “PresiPeje” aunque descafeinado pues ni siquiera meterá a la cárcel al mexiquense Enrique Peña Nieto. Aun con eso, no hay que temerle al cambio, ya el país lo necesitaba, ¿no creen?

 

CUITLÁHUAC GARCÍA, DELANTERO

En Veracruz hasta anoche se auguraba el triunfo del candidato de la misma coalición, Cuitláhuac García Jiménez, según el conteo rápido realizado por el Organismo Público Local Electoral (OPLE), que le daba un porcentaje de entre 43 y 45 por ciento, arriba del abanderado de la alianza “Por Veracruz al Frente” (PAN-PRD-PCM), Miguel Ángel Yunes Márquez al que le dieron entre el 37 y 38 por ciento.

Si se corrobora esta cifra, habrá un segundo cambio en Veracruz, a la zaga del que se registró en el 2016. Al parecer, al morenista le funcionó el llamado “Efecto Peje”. Habrá que esperar también la distribución en la representación partidista o aliancista en el congreso local.

La otra predicción que sí se cumplió fue en cuanto al caso del priista José Yunes Zorrilla, candidato de la coalición “Por un Veracruz mejor” (PRI-PVEM) que terminó en tercer lugar, del cual nunca pasó en los sondeos demoscópicos. Se comprobó que sus panegiristas trataron de mentirle a la opinión pública. Ni remontó en las preferencias ni nunca tuvo posibilidad de triunfo.

Es la peor derrota del PRI en toda su historia en Veracruz. En el 2016 perdieron la gubernatura, pero conservaron el tercer sitio en el acopio de sufragios, unos 800 mil, y ahora se fueron al sótano. Tardará mucho tiempo ese partido en recuperarse y los priistas están cosechando haber postulado, arropado y defendido en su momento a personajes como Javier Duarte y el innombrable. El destino los alcanzó.

También hay que acotar que contario a los vaticinios, no hubo violencia desencadenada en la entidad. Los conflictos y supuestas irregularidades fueron las de siempre -la más vistosa fueron los enojos y protestas en las casillas especiales donde se agotaron las boletas-, las que deberán terminar en investigaciones de las autoridades para que se sancione a los que las hayan cometido. No se desbordaron los ánimos y la participación ciudadana fue relativamente aceptable.

 

¿DECADENCIA FINGIDA?

Entre las anécdotas de la jornada electoral está la rechifla que recibió el impresentable exgobernador de Veracruz al acudir a votar en una casilla extraordinaria de la Ciudad de México. Con la teatralidad que lo caracteriza, el innombrable acudió a sufragar en una silla de ruedas, pero ni eso lo ayudó a generar compasión o una mínima deferencia. En las redes sociales circuló un video donde los demás electores le gritan que se vaya y exigen a los funcionarios de casilla que no le den un trato especial.

La mala fama antecede al innombrable, y muchos dudan que el supuesto derrame cerebral que dijo haber sufrido hace un par de meses, por lo cual pasó algunas semanas en un hospital, fue fingido, parte de una estratagema para evadir la cárcel cuando llegue el momento de ser llamado por los tribunales. Ayer, en su intento de saltarse la fila de votantes, mostró de nuevo su talante de aprovechado y acomodaticio.

Al parecer hay una decadencia fingida como parte de sus marrullerías, pero nadie lo cree, muestra de eso fueron los gritos de repudio en la casilla electoral. Aun con tal sospecha, pues la lectura es que no se atrevió a ir a Veracruz, a Xalapa concretamente, para sufragar en la casilla que le corresponde, mientras que su pupilo, Javier Duarte no pudo votar, sigue encerrado en el Reclusorio Norte. La fidelidad, esa sí, está en decadencia y sus cabecillas en la picota.

Otro exgobernador, el fugaz y sustituto, Flavino Ríos Alvarado, no se supo si acudió a votar, pero si lo hizo fue a escondidas. Pese a los bemoles, el único exmandatario estatal que se pasea en público sin riesgo de la rechifla, un escupitajo o que lo detenga la policía, es el cordobés Dante Delgado Rannauro quien votó en Xalapa. De los otros exgobernadores nadie sabe y nadie supo: Miguel Alemán Velasco, envuelto en su nube de guaruras y alejado de la entidad, lo mismo que su antecesor, Patricio Chirinos Calero, arrumbado a su suerte y soledad en alguna parte de la capital del país.

 

MÉXICO-BRASIL

Ya con nuevo presidente del país y sin el temor de que ande por ahí un tigre suelto, la opinión pública se desocupará de los asuntos electores este lunes por un par de horas para enfocarse al partido de la Selección Mexicana contra Brasil en los octavos de final de la Copa del Mundo Rusia 2018.

Brasil es un coloso del balompié mundial, no es ni por asumo un rival vencible para un equipo como México, pero tampoco lo era Alemania, campeón mundial también, y los aztecas lo derrotaron. ¿Los futbolistas mexicanos pueden ganarles a los brasileños?, Claro, sólo necesitan osadía, un golpe de suerte o un buen milagro, que existen y se han visto. A esperar.

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