Después de que se ha debatido por años la Reforma Energética, y de que en los últimos meses han utilizado infinidad de maniobras dilatorias para frenarla, los senadores perredistas se habían retirado de la discusión en comisiones, debido a que, según su líder, Miguel Barbosa, a “la posición del PAN y del PRI, de pensar que pueden desahogar en 20 minutos… cada uno de los dictámenes de estas leyes secundarias”. Había condicionado su retorno a las discusiones, a que la Mesa Directiva del Senado emitiera una opinión legal sobre si todo el proceso de debate energético estaba apegándose a derecho. Como se sabe, la Mesa Directiva avaló las decisiones de las comisiones senatoriales, y el PRD decidió retornar “bajo protesta” a los debates; un mero recule táctico.
No se debe olvidar, que la izquierda se opuso tajantemente a las modificaciones constitucionales en la materia y, por ende, en las actuales discusiones senatoriales sobre el paquete energético no ha actuado de buena fe: no debate con el ánimo de participar en la construcción de consensos, sino que, a través de prácticas conocidas como golpismo parlamentario, pretende sabotear la labor de los legisladores para imponer el interés minoritario sobre la voluntad mayoritaria.
El golpismo parlamentario se ha caracterizado por la interrupción de la marcha legal-institucional del Congreso (y por ello se hace alusión al golpe de Estado), a través de prácticas violentas (que pueden ser realizadas por los mismos legisladores u otros actores políticos y sociales), tales como: 1) el cerco del edificio parlamentario, incluyendo el intento o su toma desde el exterior; 2) el secuestro de legisladores o personal parlamentario; 3) el bloqueo del salón de plenos; 4) la toma de la tribuna y/o la interrupción violenta de la sesión; 5) la violencia ejercida contra los legisladores al interior del pleno o de otros sitios al interior del edificio. Pero también se practica el golpismo parlamentario cuando se: 6) incumple el reglamento o los acuerdos entre los grupos, por ejemplo, aquellos que busquen agilizar el método de trabajo en comisiones, etcétera; 7) deja de convocar a sesión de pleno y/o de las comisiones; 8) boicotean las sesiones mediante el saboteo deliberado del quórum, el uso de tácticas dilatorias para postergar al infinito de las discusiones, sólo con el objetivo de impedir los consensos y retrasar los dictámenes.
La consecuencia de ello es la parálisis político-legislativa, y en la actualidad ello implica obstaculizar las reformas que transformen al país. Es el caso de la izquierda con la Reforma Energética: se queja de que no la dejan debatir, pero en realidad ha hecho todo lo posible por evitar una discusión de fondo, y ante la falta de propuestas y de generar consensos a su favor, no le queda más que el golpismo parlamentario para “vender cara la derrota”. No se debe perder de vista que el renovado radicalismo y dogmatismo perredista responde a: a) la necesidad de legitimar la reelección del grupo chuchista en la dirección nacional del PRD, y b) la competencia electoral que le representa Morena desde ahora, es decir, con evitar ser rebasado por la izquierda, y que se produzca la desbandada de militantes y candidatos.
Con sus continuos chantajes, el PAN se convierte en copartícipe del golpismo parlamentario (también ha abandonado los debates sobre las reformas con infinidad de pretextos), y le hace juego al radicalismo, a Morena, el beneficiado electoral de la postergación de las reformas. El golpismo parlamentario pone en riesgo, no sólo a las reformas, sino a la democracia.
Entretelones
El coordinador de los diputados perredistas, Silvano Aureoles, felicitó a los panistas por retirarse de la negociación energética.