Si hubiera una galería del terror de la política nacional, parece haber una gran coincidencia entre los mexicanos sobre qué -siniestros y obscuros- personajes deberían integrarla. Y no confundirla con la galería que antaño integraron célebres actores del cine y la televisión nacional e internacional que nos deleitaron con sus magistrales interpretaciones, llenando toda una época en la historia del celuloide: Boris Karloff, Bela Lugosi, Klaus Kinski (Nosferatu), Lon Chaney (El hombre lobo), Charles Laughton, Christopher Lee, Carlos López Moctezuma, Aldo Monti, Arturo Martínez, el famoso Villano, Germán Robles y Ernesto Alonso (El maleficio). No, los personajes a los que me refiero no son intérpretes de las grandes historias de terror del cine universal, no, son personas reales de carne y hueso a los que les gusta encarnarse a sí mismos, personajes malévolos.
Si los tuviéramos que ordenar en razón de su peso o importancia, digamos que de su “malignidad”, sería difícil ponerse de acuerdo para ver quién va en primer lugar porque todos juegan un papel relevante dentro de sus respectivos ámbitos, pero en lo que sí parece haber unanimidad entre la población es que todos se han ganado sobradamente el calificativo de los “grandes villanos” en ese gran escenario de la teatralidad que es la política mexicana. Insisto, poner a alguien específico como Primer Actor (a), es difícil, pero seguro estoy que se disputarían ese infame papel gentes de la talla de Carlos Romero Deschamps, Víctor Flores, el líder ferrocarrilero, que dicen los que saben de estas cosas, está perfecto como para encarnar un “hombre lobo”, inclusive sin maquillaje, es tan natural el hombre que ni necesita peinarse o rasurarse para dar aullidos y ponerle los pelos de punta a cualquiera.
Y cómo olvidar a ese veterano actor que fue el otrora lechero Fidel Velázquez Sánchez, prócer del sindicalismo, ya que con sólo hablar hacía que le temblaran las piernas a más de uno, o su émulo favorito, esa especie de Guasón venido a menos, me refiero a Leonardo “La Güera” Rodríguez Alcaine, sí, el mismo añejo personaje al que gustaba pedirle prestadas las hermanas a los sufridos reporteros que cubrían la fuente de su feudo, el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, pero también ocupan un lugar destacado en la galería otros “célebres” como Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, este último magistral para la tragicomedia, que lo mismo era capaz de pasar de una sonora carcajada a soltar unas lágrimas de cocodrilo que enternecían a cualquiera, y el más novel de esta categoría, Carlos Salinas de Gortari, inconfundible por su sonrisa maléfica y burlona.
Pero la que definitivamente está por encima de todos ellos por su calidad “histriónica” es Elba Esther Gordillo, la Maestra, tan versátil que lo mismo es capaz de interpretar a la mujer del Chucky como a un personaje de vodevil de la más baja ralea, a una vampiresa digna de las más gustadas películas del Santo, y que sin duda rivalizaría con la ojiverde de Lorena Velázquez, a la Mujer Araña, o a una mujer jorobada, sin cuerpo o a cualquier otro personaje digno de la peor pesadilla. No cabe duda, Elba es la villana favorita de los mexicanos porque se ha ganado ese calificativo con creces, y es por eso que tantas expectativas ha causado la propuesta de Reforma Educativa del Presidente Peña Nieto, que si bien no toca ni con el pétalo de una rosa al SNTE, sí le resta como actor definitorio de la política educativa del país.
Y es que Elba Esther es como la némesis de un sistema educativo que se ha caracterizado, al menos durante los últimos ¡24 años!, por su mediocridad, por su falta de nacionalismo, por su falta de compromiso, por su falta de claridad respecto a qué tipo de estudiantes queremos formar como país y aspiramos como Nación para el futuro; a un sistema que abdicó a su responsabilidad como Estado y fue incapaz de imponer la visión y el interés nacional, cediendo esa responsabilidad a una camarilla sindical –ni siquiera al SNTE atañe-, que lo único que ha hecho es defender sus propios intereses políticos y familiares en detrimento de los gremiales; y es que cómo enseñar a los niños de este país a creer en la democracia como una forma de vida, cuando el principal sindicato que reune a los maestros es una agrupación unilateral, monolítica, antidemocrática y arcaica.
Perdón por hablar de uno mismo, pero sé de lo que estoy hablando, tres de mis hermanas son maestras egresadas de la insigne Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen, y yo mismo me formé a las enseñanzas de un grupo de maestros que el exilio español en buena hora trajo a México y que tenían como única divisa simplemente ¡educar!, formar gente de bien, con un alto sentido del nacionalismo, de la educación laica, de los valores y el sentido social que los grandes educadores de este país como José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet y Agustín Yáñez le imprimieron a la educación pública nacional.
Por el bien del país, Elba Esther se debería ir de la educación para no volver más. Su liderazgo se ha caracterizado por el extravío, la rigidez, el autoritarismo, con formas de control de mal gusto, corruptoras, imprudentes y ostentosas que nada tienen que ver con el buen magisterio –si no ahí están las Hummer que ha obsequiado a sus dirigentes seccionales o mandarlos a un crucero por el Caribe como premio a su incondicionalidad-. Ya basta de tanta frivolidad, Elba debería entender que ha llegado el momento del retiro que la lleve a disfrutar de sus muchos millones, de las innumerables propiedades con que cuenta en Polanco y en San Diego, Cal.
Bien por el nuevo gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto y bien por empezar por donde lo debieron haber hecho sus dos últimos antecesores.
Relevos australianos.- Y pensar que aquí se atrevieron a llamarla: “La gran aliada del magisterio veracruzano”. ¡Qué poca conciencia de las cosas!
En algunos foros en los que he estado.- Parece haber un consenso generalizado de que, a estas alturas, por más que se haga por recomponer el camino en Xalapa, la imagen de la gestión municipal no ha estado a la altura de la problemática de la capital. En pocas palabras, la han calificado como menor, mediocre, decepcionante y ausente de visión.
De llegar a la particular.- Sería bueno para que les transmitiera, aunque sea un poco, de sus buenos oficios para hacer política, mucha política, pero de la buena.
Por lo que pude observar.- En la comida de Otero –gracias por la invitación a Carlos Luna-, el comerciante está más puesto y vivo para lo que venga. No hay que darlo por muerto.
Ojalá que entren en conciencia.- Que ya no se puede seguir sosteniendo una política de comunicación como la que ha habido durante estos dos primeros años, caracterizada por el desdén, la exclusión, de premiar al incondicional y aislar a los incómodos, de sólo los “cuates” entran, casi casi como de “Club de Tobi”. Ha sido muy nociva esa política, ojalá reflexionen y cambien para bien porque nada más aquí les funciona.
Finalmente.- Para todos quienes nos hacen el favor de seguirnos, los mejores deseos para esta Navidad y lo mejor para todos el año entrante. Nos leemos en enero, sin falta.