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Furia

Superiberia

 

En los días de furia que vive el país, resulta no sólo inadmisible, sino alarmante, que sólo “entre 200 o 250” hayan sometido a grupos de granaderos protegidos con escudos y cascos. Si eso logran anarquistas con ese número, ¿qué ocurrirá cuando sean miles los que salgan a las calles a protestar y a agredir?

Lo ocurrido el miércoles pasado en la Ciudad de México no fue cosa menor.

Que decenas de anarquistas hayan desafiado y, en algunos momentos, sometido a policías capitalinos —golpeados, quemados, gaseados, pateados, vencidos—, nos refleja que la autoridad no sólo no ha comprendido la dimensión del conflicto social, sino que ni siquiera conoce al enemigo y, por tanto, no sabe cómo enfrentarlo y neutralizarlo.

¿Que hay 97 anarquistas detenidos? Sin problema: cuando usted lea estas líneas seguramente ya estarán siendo liberados bajo fianza.

Asegura el secretario de Gobierno del DF, Héctor Serrano —quien es el que ha tomado las decisiones de alto calibre ante las revueltas sociales—, que los anarquistas ya están identificados. ¿Y? Mientras no se proceda con mayor rigor, de nada valdrá que se sepa quiénes son.

Y que conste: en esta columna jamás estaremos en favor ni de la represión ni, mucho menos, de la supresión de libertades o de manifestaciones sociales.  Nos causan prurito cascos y toletes. Nada más no los concebimos como elementos para construir la democracia en el país.

Recordemos: el partido que en 1968 ordenó la matanza estudiantil en Tlatelolco, hoy ha regresado al poder presidencial. Y son las mismas fobias, similares los temores a las protestas callejeras. Entre la represión histórica y la actualidad política, solamente hay una diferencia: los nombres. Y nada más.

Cuidado con eso.

Pero las agresiones de anarquistas —hoy de moda, etiquetados así por la propia autoridad—, tampoco se pueden contrarrestar con invitaciones a tomar café. ¿Cómo dialogar cuando se tiene enfrente una lluvia de bombas molotov?

¿Cómo dialogar cuando se prende fuego al cuerpo de un granadero para aniquilarlo?

¿Cómo dialogar cuando la escena la vimos todos: un granadero sometido a golpes por un anarquista?

¿Cómo dialogar cuando a palazos, piedrazos y madrazos, se arremete contra policías, ciudadanos y edificios públicos?

Imposible pedir prudencia ante la brutalidad. 

Pero tampoco crucifiquemos a los anarquistas. Ni a la CNTE. Ni a quienes marchan y protestan.

Leemos: “Quiere la CNTE 115 millones (de pesos) y 5 excarcelaciones”.

¿Quién ha tenido más culpas: los maestros que exigen prebendas a los gobiernos estatales (Oaxaca, Chiapas, Guerrero, etc.) y a los gobiernos federales en turno, o quienes han cedido, históricamente, a las peticiones magisteriales?

Que hoy los gobiernos no se quejen del monstruo que han alimentado por sexenios ya sea por conveniencia social, por estrategia electoral o por cuestiones políticas. La CNTE no creció sola. Entre todos —tricolores, azules, amarillos— le dieron de comer.

¿Cuántas mesas de negociación ha habido en Gobernación? ¿Cinco, diez, quince, veinte? Las que sean. El resultado ha sido uno: cero arreglos. Se desalojó el Zócalo para que el Presidente diera el Grito de Independencia, pero no para resolver de fondo el conflicto magisterial.

Los maestros de la CNTE siguen allí. Nada más cambiaron de plancha, pero no de estrategia ni de objetivos.

Así que no seamos hipócritas y queramos crucificar nada más a los anarquistas. Hagamos una profunda revisión de quienes han contribuido a crear este clima de vacíos de autoridad en el DF, de ausencia de gobierno, resultado de años de complicidades y de abrazar a los aliados de ayer, convertidos en los anarquistas de hoy.

Por lo demás, resulta injusto —por mala leche o por rencores personales—, culpar a los organizadores de la marcha del 2 de octubre de solapar o de alentar a los anarquistas.

De acuerdo con lo declarado por Héctor Serrano, “99% de la marcha se manifestó de forma pacífica”. Es decir: el restante 1% fueron esos “200 o 250 anarquistas” que pusieron de cabeza a la policía capitalina.

Entonces no mezclemos, con mala uva, a quienes marcharon en recuerdo del 2 de octubre con quienes, embozados, traían otros planes.

Hoy, cada uno asumiendo sus responsabilidades —los gobiernos por sus arreglos políticos, la CNTE por su voracidad financiera y mediocridad profesional, algunos medios por su sometimiento a los poderes estatales y federales en turno, los ciudadanos por su indiferencia—, reconozcamos nuestra contribución a la anarquía social que hoy enfrentamos.

Los días de furia no llegaron solos.

Twitter: @_martinmoreno

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