Es El Príncipe de Maquiavelo traído al siglo XXI. Es el artífice de los movimientos, de todos los bandos, que rendirán frutos a su favor. Es la figura a la que todos temen, que pocos han enfrentado, pero no han logrado derribar… es también uno de los personajes más exquisitos que nos ha dado la televisión en los últimos años. Es Frank Underwood, el que empezó como congresista, pero que acabó siendo Presidente de Estados Unidos sin que una sola persona emitiera un voto por él. “La democracia está tan sobrevalorada…”, dice.
Y con él se reunió Enrique Peña Nieto en Cancún. Bueno, en realidad el encuentro fue con Kevin Spacey, el actor que le da vida al personaje, y que llegó ahí como invitado especial del Tianguis Turístico 2014… ¡Y cómo se atrevieron ambos!, empezaron a decir por ahí.
Híjole, a veces resulta complicado entender cómo funciona la opinión pública. Cómo reaccionamos ante hechos que no deberían tener tanta importancia. O cómo, mejor dicho, algunos acontecimientos logran un reflector bastante equivocado. O cómo interpretamos algo bien cuando sucede fuera de nuestras fronteras y cómo eso lo entendemos mal cuando pasa al interior de ellas.
Qué bien cuando Michelle Obama participó en un programa de televisión con Jimmy Fallon. Qué bien cuando ella misma se unió en una campaña contra la obesidad y era vista, también, en varios programas de televisión en rutinas de ejercicio para evitar el sedentarismo. Qué bien cuando Barack Obama participó en el programa en línea del polémico comediante Zach Galifianakis, conocido por ser un personaje políticamente muy incorrecto. Sí, qué bien que personajes como los Obama se den el chance de participar y acercarse así a la comunidad. Dejando atrás los protocolos que los hacen personajes inalcanzables.
Pero “qué mal que Enrique Peña Nieto se haya atrevido a tomar una fotografía con Kevin Spacey”; “qué mal que lo haya expuesto en su cuenta de Twitter…”; “qué mal que haya intentado ‘hacerse el chistoso’ escribiendo en otro tuit que no podía contar nada de la tercera temporada de la serie donde Spacey le da vida a Frank Underwood…”. “Qué mal, qué poco tacto…” y bla, bla, bla. Y así muchas más críticas fueron las que se desataron en redes sociales.
Ayer mismo, el actor escribía un tuit en el que expresaba su desconcierto y debido a la cantidad de críticas que recibió: “Creo que no entendieron que se trató de una broma. Lo hice como Frank Underwood, mi personaje en House of Cards. No estoy enterado de la política mexicana”. Y tal vez como una estrategia para calmar esa ola de comentarios negativos que le llovieron a ambos.
El punto no es el encuentro ni la fotografía. Sino ese sentido crítico que a veces se tambalea dependiendo más del hígado que de la razón. En tiempos donde se piden debates sobre temas importantísimos para el futuro, pareciera que es con ese equivocado ojo, con ese tambaleante hígado, con el que esperan tenerlos. Ni uno deja de ser un gran actor ni el otro se convierte en mejor o peor Presidente. De hecho, este episodio no debió de pasar de la lectura de los tuits que cada uno publicó, pero pareciera que cualquier cosa que se haga será siempre tomada de forma equivocada. Aunque reconocemos que este tipo de episodios son, en realidad, momentos que bien aprovechados funcionan, como en el caso del Tianguis Turístico, siendo un bono para la proyección internacional que se busca dar al país.