Córdoba.- La idiosincracia de las familias y el “mejor que tome conmigo”, o aquella famosa frase de “que aprenda”, ha incrementado el consumo de bebidas alcohólicas entre niños menores de 12 años de edad.
Francisco (X) comenzó su carrera en la “bebida” a los 10 años de edad, las visitas a casa de su abuela y tías significaban una copita de rompope y hasta ron.
Ayer se llevó a cabo en las instalaciones del Beisborama, la IX reunión Inter-Áreas Puebla-Veracruz de integrantes de la Central Mexicana de Servicios Generales Alcohólicos Anónimos del programa (AA).
El encuentro albergó a más de 5 mil abstemios de 16 áreas y seis regiones de Puebla y Veracruz.
En el lugar se encontraba, Francisco (X), hoy a sus 60 años de vida aún recuerda con dolor y tristeza todo lo que perdió a consecuencia de su alcoholismo.
Su primer encuentro con el alcohol fue a los 10 años cuando su abuela le ofrecía un vasito de rompope casero, el gusto por la bebida se hizo cada vez más grande, cuatro años después se dio su primera borrachera.
Haber sido un estudiante de excelencia, le generó grandes beneficios; estar bien con sus padres y tener una beca de mil pesos, que en el año de 1972 eran suficientes para cubrir pagos escolares y costear sus botellas.
Así pasaron los años, aunque su adicción no impidió que continuará estudiando, pues actualmente cuenta, es médico jubilado, ocasionó al menos tres rupturas matrimoniales y la separación de sus cuatro hijos.
“No hubo golpes ni agresiones en mis matrimonios, desafortunadamente uno como alcohólico le gusta lo bonito y lo joven, no sabemos valorar a quien esta con nosotros. Uno piensa que todas las mujeres pueden ser nuestras parejas sexuales”.
Después de 30 años de alcoholismo, actualmente Francisco, carga los estragos en salud que dejaron los excesos; el reflujo, la hipertensión y la gastritis, ocasionado por la “copita mañanera” para la resaca.
Tras varios años de atención en el programa AA, logró rehacer su vida y ahora cuida de su padre y procura a su pareja sentimental.
Antonio, otro de sus compañeros asegura que historias como las de Francisco, desafortunadamente se han vuelto comunes, padres de familia que con tal de que el niño haga una graciosada, le dan una copa de alcohol o una cerveza, para que lo pruebe.
El aumento en el consumo en los jóvenes representa un reto para los AA, ya que este sector de la población se mantiene renuente a aceptar que tiene un problema y mucho menos intenta integrarse a este tipo de programas de ayuda al considerar es “una cosa de viejitos”.