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Fernando del Paso, Premio Alfonso Reyes

Superiberia

Me alegró saber que Fernando del Paso obtuvo el Premio Alfonso Reyes. Autor de una intensa obra, José Trigo, y de una de las mayores novelas mexicanas, Noticias del imperio, me trajo recuerdos de un autor original. En tiempos en que los galardones recaen en plagiarios o en escritores de escasa talla, más por sus relaciones políticas que por su talento literario, fue tranquilizante. Poco he visto a Fernando en décadas recientes, pero en una época, en la que él arrancaba y yo hacía periodismo cultural, lo frecuenté. En el antiguo suplemento cultural de El Nacional, Revista Mexicana de Cultura, del poeta español Juan Rejano, publiqué algunas notas sobre su trabajo inicial y al menos dos entrevistas. Valdría la pena volverlas a editar, pues reflejan la seriedad y congruencia de un hombre dueño de una inteligencia aguda y serena. La aparición de su novela inicial largamente trabajada, en una editorial que surgía bajo la dirección de Arnaldo Orfila, Siglo XXI, trajo comentarios polémicos. Emmanuel Carballo la desaprobó, como hizo con Los albañiles, de Vicente Leñero, obra premiada con el Biblioteca Breve de Seix-Barral. José Trigo supo sobrevivir y convertirse en una obra valiosa y permanente. Noticias del imperio es un clásico de nuestras letras. Nadie con la destreza de Fernando para manejar la novela histórica. No es fácil mezclar dos géneros, que se antojan diferentes, y ofrecer resultados soberbios. La muy vieja novela histórica fue renovada en México. Así lo escribí en una conferencia dictada en Dominicana: “La autobiografía como género de ficción”, donde analizo la veracidad de los géneros testimoniales y salvo a la autobiografía, a las epístolas o a los diarios, más por su belleza literaria que por un cuidadoso apego a la realidad. La historia no es una ciencia exacta, aunque parezca estar dentro de sus límites; menos el trabajo del personaje que imagina tener la riqueza intelectual o la experiencia de vida necesaria para legarnos su vida. Miente y exagera. Pero la historia, abiertamente sumada a la literatura, del modo tan distinguido como lo hizo Del Paso, es otra cosa. Es historia y un excelente complemento para enriquecer la vida de los personajes, con frecuencia inertes dentro de la ciencia.

De una entrevista a Fernando del Paso, que data de 1969, extraigo algunos pequeños fragmentos que, me parece, lo reflejan bien.

Mi primera pregunta fue cómo se forma un escritor. Fernando repuso: “Es un proceso lento que jamás termina. El factor académico tiene poco que ver. Es secundario. Las aulas son incapaces de formar escritores; al menos en la mayor parte de los ejemplos”. Del Paso añadió que él más bien tuvo amigos que lo orientaron y le indicaron lecturas, con quienes discutió sobre una serie de libros que poco a poco fueron conformando su actitud literaria. El escritor suele ser autodidacta.

Fue más allá y explicó que el escritor va confirmándose en la tarea cotidiana de hacer novelas, cuentos o poemas. “La sintaxis, de verdad, maestro, se trae en la sangre. El estilo es un misterio que desde luego se trae también, pero se desarrolla (o no se desarrolla) con base en leer mucho y escribir más. El escritor tiene que devorar libros y libros y gastar cuartillas y cuartillas antes de lograr y conformar una obra”.

¿La creación tiene enemigos Fernando?: “No creo en su real existencia. Nada se opone a la literatura, nada que en efecto sea incontrolable. En todo caso, pueden estorbarla, quitarle tiempo al escribir, pero la enriquecen en la medida en que contribuyen a que el literato amplíe sus conocimientos del exterior”.

Interrogué: ¿De qué vive el escritor, cómo, le basta lo que obtiene de la venta de sus libros? Fernando continuó con su forma pausada de hablar y breves gotas de sarcasmo: “Para sobrevivir, hay que reducir las necesidades también a su expresión mínima. Lo cual no quiere decir, desde luego, ingresar a las filas de los menesterosos. Simplemente significa apretarse el cinturón, renunciar a una casa propia, a un automóvil, a que nuestros hijos aprendan otros idiomas, a comer una que otra vez en el Prendes o en el Bellinghausen… Así puede minimizarse el problema económico del escritor.”  

Baste por ahora añadir que al concederle el Premio Alfonso Reyes, éste retoma sus mejores momentos, como cuando se lo entregaron a Borges, a Bioy Casares o a Carpentier.

 

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