Lo que se vive en el priismo veracruzano es una relación tormentosa y enfermiza, muy alejada de lo que se intenta aparentar: cohesión y coherencia. Todo es falso y la unidad en dicho partido es un algodón de azúcar pues abulta y se pinta de colores, pero no es más que un enredijo que termina siendo nada. No dura la víspera, pues.
Y no es que los priistas no sepan lograr la disciplina y la uniformidad —ojo, que son diferentes a la unidad— sino que hoy más que nunca están agarrados a las patadas y el tejido intestino se rasgó.
Ayer eso se intentó disimular eso con una comida en Casa Veracruz en torno al gobernante en turno, Javier Duarte de Ochoa, quien regresó de vacaciones solo para fotografiarse al lado de los que aspiran al rejuego político. Su descanso navideño no lo suspendió ni por las protestas de los jubilados, ni la ola de violencia que sacude a la entidad a unos días de acabar el año. No, sólo fue el asunto partidista el que lo hizo regresar de las paradisiacas playas guerrerenses.
A la comilona acudieron seis aspirantes a la candidatura priista, pero faltó el principal, el más aventajado en los sondeos de opinión, el peroteño José Francisco Yunes Zorrilla, y entonces, la unidad cantada no es tal. Obviamente, las filtraciones desde Palacio de Gobierno se intensificaron en la versión de que Yunes Zorrilla ya no tiene nada qué hacer en este tipo de encuentros porque ya está fuera del rejuego. Habría declinado sus aspiraciones, se cuenta.
Lo cierto es que su ausencia echó abajo el entramado para aparentar unidad en el tricolor.
Además, los que sí asistieron a la comida están en el mismo bando, son fidelistas venidos a menos —en el aspecto político— porque no garantizan un triunfo ni en las casillas de su colonia: Alberto Silva Ramos, Erick Lagos Hernández, Jorge Carvallo, Adolfo Mota, Tomás Ruiz y el oaxaqueño Flavino Ríos Alvarado. ¿No hubiera sido mejor una redada policiaca y atrapar a todos ellos juntos?
EL RETARDADO
El fiscal del estado, Luis Ángel Bravo Contreras acaba de dar una noticia. Dijo que la dependencia a su cargo tiene retratos hablados de los cinco presuntos asesinos materiales del periodista urbano Moisés Sánchez Cerezo secuestrado el 2 de enero pasado y cuyo cadáver fue localizado 24 días más tarde.
A esos supuestos matones únicamente logra identificarlos con los apodos de El Harry, El Chelo, El Moy, El Piolín y El Olmo.
El principal sospechoso de ser el autor material del asesinato, el ex policía municipal Clemente Noé Rodríguez Martínez y el presunto autor intelectual, el alcalde desaforado de Medellín de Bravo, Omar Cruz Reyes, obtuvieron sendos amparos de la justicia federal, lo que echó abajo todo el expediente armado por el Fiscal.
El debate sobre lo anterior lo tendrá que definir un juez pero lo cierto es que la Fiscalía veracruzana no hizo su trabajo por dos posibles razones. Una, son demasiados chafas los funcionarios que tiene; y dos, —la más creíble— la pifia fue adrede para no perseguir judicialmente a Cruz Reyes, aliado de Palacio de Gobierno.
CORRUPCIÓN Y VIOLENCIA
Agoniza el 2015, un año especialmente violento en Veracruz donde el crimen tuvo permiso. Oficialmente se ha dicho que los homicidios dolosos documentados por la Fiscalía General del Estado no llegan a 200, pero la realidad es mucho más cruda: unas mil personas habrían sido ejecutadas a manos del crimen organizado, a razón de tres diarias, es decir, una cada ocho horas.
La zona Centro fue, y es, el escenario de una lucha entre cárteles del narcotráfico para agenciarse el control de las rutas en el trasiego de estupefacientes y de los negocios paralelos: extorsiones, secuestros, robos, trata de blancas y cosas peores. En el 2015 los cordobeses fueron testigos de un regadero de cadáveres en plena vía pública. Muertes a mansalva cometidas por sicarios que huyen tranquilamente del sitio de los hechos sin que se aparezca la policía para detenerlos.
Los ríos, canales, sembradíos agrícolas y orillas de carreteras se convirtieron en tiraderos de cuerpos, algunos mutilados y la mayoría con las huellas de tortura.
Se comprobó en este año que la Policía Estatal no pudo o no quiso combatir a las bandas criminales, que los agentes “acreditados” sólo sirven para golpear estudiantes, maestros, pensionados, activistas y periodistas pero que dan paso libre a los malhechores para que hagan de las suyas.
El quinto año del duartismo fue paradigmático porque comenzó con el secuestro del periodista urbano Moisés Sánchez Cerezo el 2 de enero y cierra con la paliza a los pensionados el pasado 23 de diciembre.
La violencia criminal fue el sello de este 2015 en la entidad, cuyos habitantes también vieron a lo largo de estos 12 meses la desidia, indolencia, corrupción e ineficacia de los funcionarios estatales, municipales y federales.
Y si fue año duro en el tema de seguridad pública, también lo fue en el rubro económico, hoy la entidad está en quiebra financiera aunque la situación no encaja, pues mientras la deuda pública supera los 100 mil millones de pesos, las obras y servicios están suspendidos, las arcas vacías y la gestión paralizada.
¿Dónde quedó tanto dinero? Todo el mundo lo sabe, en los peculios de los funcionarios fidelistas esos pretenden extender el reinado de los ladrones otros dos años más. Por ello también el 2015 fue el año en que la corrupción alcanzó niveles de coronación.
2016, EL CAMBIO
Ante tal escenario caótico, el 2016 trae un viento de esperanza: la posibilidad de un cambio político, de una alternancia que rescate el quehacer gubernamental y resane el tejido social.
Todos los veracruzanos tienen la palabra y la responsabilidad para que el nuevo año sea, ahora sí, el comienzo de una nueva vida social, política y comunitaria en Veracruz.
Desde el invernal París deseamos a lectores y a los veracruzanos en general que el 2016 traiga los dones anhelados pero también fortaleza y decisión. Qué sea un año para gritar: “ya basta” y accionar el poder popular que sacuda la vida pública del maltratado Veracruz.
En esa espera, habrá que decir con esperanza renovada: ¡Feliz Año Nuevo!