Por Billie J Parker / columnista
En la primera aproximación para comprender porqué México tiene los gobernantes que tiene, sin intentar eximir la responsabilidad del votante que solo se concentra en la circulación de élites sin revisar quienes la conforman, abordamos su estudio como uno de los posibles enfoques del régimen, ya que nos permite plantear las grandes preguntas de la ciencia política que define muy bien el jurista, político y diplomático español Jiménez de Parga: Quién manda, para qué y cómo manda.
Ante la cercanía del festejo que realizará la nueva administración en el zócalo, por su arribo a la silla del poder y, del otro lado, la renovación de la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional, que sigue sepultando su razón y deber ser, continuamos examinado los motivos del decepcionante primer año de los desacertados dueños del poder, desde el 1 de julio del 2018, que al contrario del efecto deseado por renovar o equilibrar las élites políticas, todo indica resultó un intento fallido.
El caso del PRI parece ser un asunto perdido. Luego del pacto innombrable del 2018, siguen entregando lo que queda del partido al gobierno que los sacó literalmente de Los Pinos. Lo más terrible es que creen que no se percibe el siniestro traspaso del exiguo poder que les restaba. Con ello se esfuma la posibilidad de rescatar al instituto político, con una renovación moral creíble, para convertirlo en el contrapeso que México necesita.
A un año de su debacle, en lugar de reagruparse, la élite rancia y corrupta priista prefiere apostar por las concertaciones. Negociaciones en lo oscurito en su propio beneficio. Tal es el caso de Enrique Peña Nieto, quien acusado de colocar a su candidato Alejandro Moreno, gobernador de Campeche con licencia, busca amarrar el pacto de impunidad entre la mafia del poder anquilosada y la nueva mafia en el poder, que lactó de las mañas del PRI. Lo que expone que la matrix fermentada, de la que salieron ambas élites, sigue tan viva y vigente como nunca.
Estas nuevas clases políticas, ni son nuevas, ni no son élites que representen hoy a la mayoría de la sociedad mexicana. De momento están en la cumbre, el inconveniente es que la incertidumbre y el País traicionado que se desgarra por dentro no tarda en cobrárselas. Los indicios de faltas de respeto y reclamos en los eventos no son gratuitos. Permítanme distanciar al PRI de estas reflexiones.
Es tema que merece una columna aparte, sólo lo referí para mostrar cómo la circulación de élites no funciona, puesto que como diría Descartes, ya se les atrofió el “pensamiento consciente”, o la consciencia reflexiva de su propia conciencia para diferenciarse de una existencia meramente salvaje. Lo que implica la respuesta al para qué quieren gobernar: poder y negocios.
El PRI perdió su vena de felino concluiría Pareto, creador del concepto de circulación de elites, a quien invocamos para revisar la hipótesis de su sociología política sobre las dos categorías existentes: Las élites de las “zorras” y los “leones”. Esta tipología de grupos gobernantes, que se imponen por la fuerza o por la astucia, se alternan incesantemente en el control del monopolio coactivo del Estado.
Los “zorros” son calculadores, pensadores y materialistas, mientras que los “leones” son conservadores, idealistas y burocráticos.
De su movilidad, Pareto la sostiene bajo el argumento de que esas élites no son hereditarias y, por lo tanto garantiza la circulación de élites; sin embargo, en México el PRI dejó de seguir esa premisa y los Juniors invadieron la escena. Las élites zorras son aquellas astutas, pícaras, precursoras, por ejemplo, de cambios sociales y económicos guiados por el “instinto” de combinar opciones imaginarias y de prever escenarios políticos que les faciliten su ascenso personal”.
Los “leones”, tienen en cambio “vocación de servicio o entrega”, conservan la tendencia “natural” de procurar la persistencia de los grupos y a sacrificarse por ello, en la prosecución de cualquier “bien” común que se desprenda de la tradición colectiva, la patria o aun la religión. Son “elitistas” en el sentido de querer retener las posiciones de privilegio de que gozan. Pareto ubica en las “zorras”, a los eternos ambiciosos que conspiran contra el orden social establecido, los grandes financieros, los inventores audaces etc. En el lado de los felinos están los conservadores de todo status quo, ya sea social, militar, familiar, religioso o de cualquiera ortodoxia ideal.
Ninguna sociedad, según Pareto, escapa a tal dicotomía entre sus ciudadanos sobresalientes -los “selectos”, como los llamaría más tarde Ortega. Un poco o mucho, el escenario tiene que ver con la situación que vivimos en el estado de Veracruz como un claro ejemplo de las entidades gobernadas por la nueva élite. México y Veracruz en especial votó para sacar de Palacio de Gobierno a una de las élites más corruptas que le ganó a los “leones”, que aún conservaban un pie en el poder, viajaron en lo que habían visto como un relevo generacional exitoso.
Sin embargo, y como bien dice el ahora Presidente López Obrador, la élite de los zorros, superó a los tradicionalistas de la mafia del poder, pero ambas fueron creadas para servirse y no para gobernar.
¿Cuál es la salida? ¿Quo Vadis México? Hay que pensarlo en medio de una crisis sin precedentes por su envergadura de graves consecuencias para México, y por el futuro que está en juego. billieparkernoticias@gmail.com