Este viernes, Japón despide a una figura emblemática de su monarquía. La princesa Yuriko, la integrante de mayor edad de la familia imperial japonesa y tía abuela del emperador Naruhito, falleció a los 101 años en un hospital de Tokio. La Agencia de la Casa Imperial informó que la princesa, quien había estado hospitalizada durante meses por problemas de salud, experimentó un deterioro en sus funciones cardíacas y renales en los últimos días.
Una vida marcada por el deber y la tradición
Yuriko, quien había permanecido ingresada en el Hospital Internacional de St. Luke desde marzo tras un infarto cerebral y una neumonía, fue una figura de respeto y tradición en Japón. Desde su matrimonio en 1941 con el príncipe Mikasa, hermano del emperador Hirohito, dedicó su vida a las ceremonias y responsabilidades imperiales. Su última aparición pública fue el día de Año Nuevo de este año, cuando asistió a una ceremonia en el Palacio Imperial.
Un sistema en crisis sucesoria
El fallecimiento de la princesa Yuriko reaviva las miradas sobre el futuro de la familia imperial, donde las mujeres representan una mayoría crucial en las funciones oficiales, aunque carecen de derechos sucesorios debido a la ley sálica. De los 16 miembros actuales de la familia, 11 son mujeres que deben abandonar su estatus imperial al casarse con plebeyos, lo cual reduce significativamente las opciones de sucesión. Actualmente, solo tres miembros —el príncipe heredero Akishino, su hijo Hisahito, y el príncipe Hitachi— cuentan con derechos de sucesión.
El legado de la princesa Yuriko y su vida de compromiso con la familia imperial marcan un cierre de capítulo en la historia de Japón, resaltando al mismo tiempo los desafíos que enfrenta una de las monarquías más antiguas del mundo en la actualidad.