La expectativa de los ingenios y productores apuntaba muy arriba, estimaban alcanzar los 6.4 millones de toneladas pero poco a poco la realidad fue otra.
El campo envejecido, sequía en la mayoría de las regiones, programas de diversificación detenidos, consumo de azúcar y de edulcorantes calóricos a la baja, las exportaciones topadas, y un mercado internacional con precios imposibles de generar ganancias para la agroindustria mexicana de la caña.
México no es un país exportador de azúcar, se produce en promedio entre 1.5 y 2 millones de tons en exceso cada año, y hay que hacer esfuerzos tremendos para sacarlas del país y con pérdidas, en lugar de buscar otros usos para esa caña excedente, o bien, topar las importaciones de jarabe de maíz y producirlo aquí, incluso con maíz amarillo que se importa en volúmenes cada vez mayores, pero dar trabajo a la gente en Jalisco y Querétaro o donde se instalen nuevas refinerías de maíz en lugar de generarlo del otro lado.
Parece que ambas soluciones son complicadas de llevar a cabo. Para diversificar el uso de la caña se tendría que crear un marco legal e institucional que lo permitiera.