En un giro diplomático relevante, Estados Unidos, bajo la administración de Joe Biden, ha decidido no respaldar una contraofensiva israelí tras el reciente ataque masivo de Irán, que incluyó más de 300 misiles y drones lanzados contra Israel el pasado sábado. Esta decisión fue comunicada directamente a Benjamin Netanyahu, el Primer Ministro israelí, destacando un firme deseo de evitar una escalada mayor.
Irán declaró que este ataque fue en represalia por el bombardeo al consulado iraní en Damasco el 1 de abril, que resultó en la muerte de siete miembros de la Guardia Revolucionaria. A pesar de la intensidad del ataque iraní, las fuerzas de defensa israelíes, apoyadas por Estados Unidos y otros aliados, lograron interceptar el 99% de los proyectiles, evitando daños mayores.
La Casa Blanca, a través del portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, ha manifestado que “No queremos que esto se intensifique. No buscamos una guerra más amplia con Irán”. Este posicionamiento sugiere un enfoque cauteloso hacia la gestión del conflicto en Oriente Medio, buscando soluciones que eviten el agravamiento del conflicto.
Por su parte, Israel ha reafirmado su capacidad defensiva y su estado de alerta, declarando que “la campaña no ha terminado” y preparándose para cualquier desarrollo futuro. Mientras tanto, la comunidad internacional observa de cerca, esperando que las tensiones se desinflen sin provocar un conflicto más extenso.
