Por: Gilberto Nieto Aguilar / columnista
La ética ha sido una cuestión fundamental para la cabal comprensión de la naturaleza humana, su supervivencia y su felicidad. La humanidad lo discute desde antes de la filosofía clásica occidental, desde antes de Sócrates y Platón, pues quizá ha sido uno de los temas más debatidos a lo largo de la historia. La ética permite a la persona un control de su naturaleza humana, convivir con sus iguales, asegurar el respeto entre todos, sentir seguridad en la ilusoria transitoriedad de la vida y ante la incertidumbre de un mundo cambiante.
Un político cínico afirmó alguna vez: «La ética no me da de comer», revelando en tan corta frase el grado enorme de descomposición de la sociedad actual. La ética es un mapa de oportunidades para el ser humano de valorar cuanto le rodea, de comprender a través del tiempo y el desarrollo de los núcleos sociales, para poder preservar tres oportunidades esenciales: disfrutar de una vida prolongada y saludable, adquirir conocimientos para vivir en armonía con los demás y con la naturaleza, y desempeñar un trabajo que le conceda los ingresos suficientes para mantener un nivel de vida decoroso y digno.
El objetivismo axiológico, desligado de la experiencia individual, surge, según Risieri Frondizi (“¿Qué son los valores?” Fondo de Cultura Económica) como una «reacción contra el relativismo implícito en la interpretación subjetivista y la necesidad de hacer hincapié en un orden moral estable». En la defensa de su tesis expresa «Si los valores fueran tan sólo una proyección del agrado, el deseo, o el interés del sujeto, reinaría en el mundo una verdadera anarquía axiológica, pues los deseos e intereses varían de una época a otra y de hombre a hombre».
En otra parte de su obra Frondizi abunda, en un análisis sobre el pensamiento de Bertrand Russell, que si el hombre creyera que la justicia es una cuestión “de gustos” o de meros deseos personales, no podría acusar al prójimo de tener “gustos indebidos” o deseos “impropios” o “mezquinos” y por lo tanto tendría que respetar esos deseos y esos gustos del prójimo en la medida que se respetan los gustos propios. El deseo, en tanto deseo, es un estado psicológico neutro frente a los valores, igual que el interés y el agrado, por lo que el sentido ético se encuentra fuera de ellos, en los actos que se realizan en la consecución de tales deseos.
Por eso decíamos al principio, que la ética es importante para la comprensión del fenómeno humano, su supervivencia y su felicidad. Para Ignacio Ovalle (“La evolución de la conciencia”) este tema nos acompaña desde la infancia hasta la vejez, está presente en discusiones y asuntos trascendentes y aparentemente irrelevantes. Es el móvil de las leyes y de quienes se oponen a ellas, es la razón de la existencia de los tribunales. Ha sido el corazón de las costumbres y las tradiciones, de los pleitos entre personas, de las discusiones sobre puntos de vista, de las guerras entre países, del objetivo de muchas búsquedas místicas y el argumento central de las luchas políticas.
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