Por: Catón / columnista
Don Poseidón, ranchero acomodado, hizo un viaje a la Capital. Iba nervioso, pues le habían dicho que el Metro estaba lleno de rateros tan hábiles que podían sacarle los calcetines sin quitarle los zapatos. Así, cuando subió al Metro lo hizo apretando su cartera en el bolsillo y cuidándose de todos y de todo. Llegó a su destino, y se alegró al ver que aún llevaba consigo todas sus pertenencias: cartera, paliacate, peine, reloj, pluma atómica y libreta donde llevaba anotada la dirección de un sastre al que encargaría la confección de un traje de casimir, pues pronto iba a pedir la mano de la novia de su hijo Bucolito, y necesitaba presentarse bien, pues los papás de la muchacha eran de acomodada condición y no debía desmerecer ante ellos. Llegó pues al taller del susodicho sastre. Éste le mostró varias telas, y don Poseidón escogió una de tono gris muy serio. El cortador procedió entonces a tomarle las medidas necesarias. Le midió la cintura, el pecho, los hombros y los brazos, y luego tomó la medida para las perneras del pantalón, a cuyo efecto le puso la cinta de medir en la entrepierna. Le dictó a su ayudante: “Ciento uno”. “¿Uno nada más? –se espantó don Poseidón-. ¡Ya sabía yo que algo me iban a robar!”… Aun antes de la elección Andrés Manuel López Obrador está recibiendo ya trato de Presidente electo, y se comporta como tal. A estas alturas será difícil encontrar quien piense que este arroz no se ha cocido ya. La evidente ventaja que el tabasqueño lleva en las encuestas hace prácticamente imposible que alguno de sus adversarios pueda alcanzarlo, y menos todavía superarlo. Por más que en el tercer debate AMLO muestre de nueva cuenta sus limitaciones, eso no le restará un solo voto de los que tiene ya ganados. Y ganados a pulso, hay que decirlo, pues nadie como él se ha acercado tanto a la gente -al pueblo-, y ninguno de los otros candidatos ha sabido capitalizar en su favor el desprestigio de la Administración actual en la medida en que lo ha hecho López Obrador. Lo que está haciendo ahora el hábil dueño de Morena es tratar de inspirar confianza a todos, especialmente a los que más desconfían de él. De ahí sus acercamientos con los empresarios; de ahí sus ofrecimientos universales de paz, amor y buena voluntad. Seguramente después vendrán los sobresaltos, pero eso es cuenta de otro rosario. Por lo pronto lo que importa es ganar la elección. Y todo indica que AMLO la tiene ya ganada. Falta saber si eso será para bien de México o para su mal. Hay quienes dicen que no podríamos estar peor. Pero sí: podríamos estar peor; mucho peor. Esperemos que eso no suceda… Don Moneto, rico señor, paseó la vista por la mesa donde iba a cenar con su esposa, sus hijas e hijos, sus yernos y sus nueras. “Ni un solo nieto -dijo con tristeza-. Gustosamente daré un millón de pesos a la primera pareja que me traiga un nieto. Y ahora demos gracias a Dios por los alimentos que vamos a recibir”. Cerró los ojos y dijo la oración. Cuando los abrió vio con sorpresa que la única que había quedado en la mesa era su esposa… Viene ahora un cuento que no aprobaría la señora Vanderbilt, árbitra de las buenas maneras. Las personas que no gusten de leer cuentos de malas maneras sáltense hasta donde dice FIN… En el baño del restorán un tipo le dijo a otro: “Envidio mucho a mi primo Pitorrón. Necesita cuatro dedos para sostener la parte que en estas ocasiones se debe sostener”. Hizo notar el otro: “Tú la estás sosteniendo también con cuatro dedos”. “Sí -admitió el tipo-. Pero me estoy mojando tres”… FIN.