Siguiendo la reflexión de Francesc Prims Terradas, en la introducción a las entrevistas que publica en “Nuevos paradigmas” (Ed. Sirio, España, 2015), coincidimos con el filólogo de la Universidad de Barcelona en que se vive una época compleja, con un crecimiento impresionante del conocimiento, cambios vertiginosos e incesantes cuyos efectos se suceden sin la participación activa y creativa de la población, la que parece ser arrasada en el violento remolino de las transformaciones.
A diario se crean infinidad de artefactos grandes y pequeños, desde maquinaria pesada y automóviles, hasta computadoras con mucha comodidad y tecnología sofisticada, pero diseñados para durar poco. Se perciben diferentes formas de inestabilidad económica en un futuro inmediato por lo volátil de las operaciones, la versatilidad de las especulaciones financieras, la fragilidad de los precios y las monedas de los países.
Se erosionan las costumbres y las tradiciones; se universalizan las maneras de pensar y de resolver problemas; la moda invade todos los campos del quehacer humano; las ideologías y la ética, la filosofía y su manera sistemática de buscar la verdad de las cosas, tienen que revisar viejos paradigmas ante la irrupción de la diversidad y la inclusión como la otra cara de misma moneda.
Las antiguas religiones ya no cubren las necesidades espirituales de la muchedumbre, que se ha embelesado en las tecnologías de la información y la comunicación, y se recrea en las migajas que recoge de la ciencia y las esperanzas de una supuesta libertad de pensamiento, que tanto se pregona pero que resulta tan difícil de alcanzar y de ejercer.
Los pensamientos y la postura ante la vida se encuentran contaminados por muchos pensamientos y muchas maneras de interpretar la existencia, lo que impide orientar con un sentido de continuidad el día a día de las personas, que se sienten desalentadas ante la incertidumbre como única guía en la actualidad cambiante.
Tal vez estemos lejos, muy lejos, de una respuesta única. Quizá cada quien, cada grupo humano, cada región, el mundo entero, debe construir sus referentes para las situaciones locales o mundiales, personales o colectivas. Las viejas verdades pierden vigencia, resultan insuficientes o son sustituidas por otras, como producto de la moda o de la manipulación mediática.
La necesidad de cooperar en lugar de competir no es sólo un deseo humano, es una exigencia intrínseca natural que recalca la necesidad de no permanecer solos en la maraña incomprensible de la época. Tomemos el ejemplo de Elisabet Sahtouris, que ilustra esta situación: “si estudias la naturaleza (ella es bióloga), verás que hasta en tu propio cuerpo hay una economía altamente desarrollada (también es especialista en economía), que es totalmente cooperativa, que utiliza dinero distribuido de forma gratuita, sin esperar que sea devuelto; que lo recicla todo, que colabora con las cien mil millones de células, cuya complejidad es similar a la de una ciudad humana (Op. Cit., p. 329).
Es momento de comprender que cada quien es responsable de sí mismo, que haga planes para su existencia, que ignore los caprichos del sexenio, que no crea en el mesianismo presidencial ni en los mesianismos individuales, que se centre en su familia, su trabajo y el interés general del país. Un ciudadano que destierre el fanatismo cuasi místico de los hombres fuertes y los partidos políticos que han llevado a México a la ruina en casi todos los aspectos, para buscar caminos que empujen al país por senderos más productivos, diversificados, inclusivos, participativos.
La gente necesita leer, enterarse, reflexionar, comparar y dejar de seguir el riachuelo de las redes sociales cuando éstas sólo mencionen tonterías sin sentido, expresiones violentas o resentimiento fanático. Debe pensar por sí misma y no encapsularse en el pensamiento tendencioso de alguien incógnito. Quienes piensan que la educación puede ayudar a cambiar el rostro de este pobre país, lamento decirles que no funciona así. Los efectos de un cambio educativo son a mediano y largo plazo, con la ayuda de una sociedad y un Gobierno, convencidos y comprometidos con el mismo objetivo.
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