Por Catón / columnista
Noche de bodas. Terminó el primer trance de amor y el enamorado novio le dijo a su flamante mujercita: “¡Te amo, Dulcibel!”. Le pidió ella: “¡Repíteme eso!”. Volvió a exclamar el vehemente galán: “¡Te amo, Dulcibel!”. “No –aclaró la muchacha–. Repíteme eso que me acabas de hacer”…
Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, le confió a su amiga doña Gules: “Mi marido tiene una forma muy extraña de hacer el amor”. Replicó la otra, pensativa: “Ya lo decía yo”…
Grata memoria de sí dejó el padre Molina, inolvidable sacerdote de mi tierra. En un conflicto entre campesinos y terratenientes tomó el partido de los pobres. Los propietarios lo amenazaron con tomar represalias contra él. “Vengan –los retó el padre Molina–, para que vean que debajo de esta sotana también las gallinas ponen”. La anécdota me sirve de prelusión para aplaudir, y con las dos manos para mayor efecto, a Enrique Alfaro, gobernador electo de Jalisco, por haberle plantado cara a López Obrador al salir en defensa de la soberanía de su Estado.
Lo hizo desde un sitio emblemático de Guadalajara: la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, y en ese acto de dignidad y entereza estuvo acompañado por una nutrida representación de su comunidad: empresarios, académicos, políticos, intelectuales, dirigentes de numerosos organismos de la sociedad civil, ciudadanos en general. Alfaro exigió a AMLO respetar a Jalisco y a sus municipios; rechazó la creación de figuras paralelas a las autoridades constitucionales, en alusión a los llamados “superdelegados” o virreyes de López Obrador, y expresó su desacuerdo con el perdón extendido por el tabasqueño a quienes incurrieron en actos de corrupción. Anunció: “En Jalisco vamos a castigar a los corruptos, con o sin el aval del del Gobierno federal. Aquí los corruptos irán a la cárcel, no de vacaciones”.
Merece reconocimiento la postura asumida por Alfaro. Con claridad y firmeza señaló los excesos en que está incurriendo ya el Presidente electo y manifestó la decisión de defender a su Estado frente a los abusos de la Federación. Con esa actitud digna de encomio, Alfaro hace de Jalisco un territorio dispuesto a salir por los fueros de su libertad y sus derechos, amenazados por un poder central que se anuncia desde ahora como arbitrario y absoluto. Como se ve, en Jalisco las gallinas ponen, y mucho… FIN