En el Distrito Federal, 8.5% consume algún tipo de drogas, contra 5.7% en el resto del país; los inhalantes los consumen 1.3% de los capitalinos, contra 0.7% en el resto de México. En realidad, en la capital hay aproximadamente 500 mil consumidores habituales de distintas drogas ilegales, de los cuales unos 178 mil son estudiantes de secundaria y preparatoria. Supongamos que usted es un empresario: ¿cuánto cuesta un mercado con medio millón de consumidores habituales? ¿Cómo se compite por el control de ese mercado?
Pues bien, ese medio millón de personas es el mercado de las drogas (mariguana, cocaína, drogas sintéticas, inhalantes) en el Distrito Federal. No son cifras producto de la especulación, es información oficial del DF, actualizada al 2012. La importancia de ese mercado es evidente. Lo que resulta desconcertante es la insistencia de las autoridades capitalinas, pasadas y actuales, en negar la existencia de cárteles de la droga u organizaciones del crimen organizado que operen en el DF. ¿Cómo se puede aprovisionar a un mercado de medio millón de personas sin una estructura de distribución amplia y eficaz detrás?
Pero no se trata sólo de consumidores, sino también de redes que van desde la recepción de drogas (el aeropuerto capitalino es clave en ese sentido) hasta su producción (en las drogas sintéticas) pasando por su acopio, distribución y comercialización.
Los datos evidentes sobre la lucha entre distintos grupos respecto a la comercialización de drogas son públicos, ¿por qué negarlos? La existencia de organizaciones dedicadas al narcomenudeo no se puede ocultar, lo mismo que un mercado de medio millón de consumidores que deben recibir su producto en forma sistemática. No es una acusación, es una realidad que trasciende administraciones. Cuando insistimos en la existencia de estos grupos se dicen dos cosas: una, es que el gobierno federal no ha identificado a ningún grupo operando en el DF. No es verdad, todos los grupos que operan en la capital del país y, en el pasado, los Beltrán Leyva han sido de los más importantes en esa operación y hoy, debilitados, son varios los que se disputan un mercado que, con toda razón, puede ser considerado la perla de la corona.
El segundo punto es que no se da, hoy, en el DF, el mismo tipo de violencia que en otras ciudades. Y es verdad. Luego de aquel auge de la violencia que se suscitó en la administración de López Obrador, las cifras han disminuido en forma sistemática. Y eso habla bien de las áreas de seguridad capitalinas, que cuentan con una de las mejores policías del país. Pero eso mismo se puede decir, por ejemplo, de Guadalajara. ¿Y alguien puede creer que allí no operan los grupos del narcotráfico o que nunca estuvo allí, por ejemplo, Nacho Coronel?
Es obvio que el tema de los desaparecidos en el bar Heaven es un desafío para el gobierno capitalino. Pero es un desafío que se debe enfocar asumiendo que estamos ante uno de los muchos coletazos que puede dar un monstruo que está vivo y genera reacciones todos los días. Cuando se señala que el narcomenudeo es uno de los mayores problemas de la ciudad, hay quienes dicen que es una forma de atacar al jefe de Gobierno,Miguel Ángel Mancera. En realidad es todo lo contrario.Mancera, en nuestra opinión, es un muy buen jefe de Gobierno y un hombre que tiene aún mucho por dar en la ciudad y en el país. Pero nunca ha sido una buena recomendación, menos para los políticos, tapar el sol con un dedo. Estos grupos del narcomenudeo son los verdaderos enemigos de esta administración y de la gente en la ciudad, no sólo por la distribución de drogas sino también porque son los que roban, extorsionan, chantajean. Y el gobierno capitalino tiene que asumir que reconocer a sus enemigos es una forma, también, de derrotarlos y exorcizarlos. Porque medio millón de consumidores no se pueden ocultar.
Los tradicionalistas
del PAN
El PAN ganó su primera gubernatura en 1989, cuando Ernesto Ruffo derrotó por primera vez a nivel estatal al PRI. Desde entonces el PAN ha gobernado muchos estados, pero de ellos ha sacado pocos, muy pocos, líderes nacionales, a pesar de que varios de ellos llegaron al poder con enorme expectativas, como el propio Ruffo o Francisco Barrio Terrazas, independientemente de que algunos hayan sido presidentes nacionales de su partido, como Luis Felipe Bravo Mena o gobernadores que marcaron un época como Carlos Medina Plascencia. El hecho es que casi ninguno de ellos, a pesar de haber ocupado posiciones importantes, dejó una huella política equiparable, por ejemplo, a Diego Fernández de Cevallos, Carlos Castillo Peraza o al propio don Luis H. Álvarez. Esta muy bien que ellos se cobijen ahora bajo una misma tendencia para tratar, como dicen, de “rescatar” al PAN. La pregunta es inevitable: ¿qué hicieron durante todos estos años para que el PAN no se encontrara en la crisis que ahora vive?