Por Andrés Timoteo / columnista
EN EL NOMBRE DEL CIELO…
Posada= hospedaje, cobijo, albergue, asilo, refugio, amparo, abrigo, guarecimiento. Hoy comienzan Las Posadas, esas procesiones que durante nueve días se realizan para conmemorar el viaje -a pie, uno y sobre un burro, el otro, según el relato romántico- que hicieron hace dos mil años María y José de Nazaret a Belén para empadronarse y donde el parto sorprendió a la pareja. El nacimiento de Jesús, el Profeta, se dio en un contexto que es simbólico hasta la fecha: hijo de peregrinos, de migrantes en tierra ajena.
Nació pobre, sus padres requirieron de la caridad y la buena voluntad de las personas para tener un techo que permitiera el alumbramiento. Un pesebre fue su cuna y animales de establo sus primeros acompañantes. Las Posadas, ahora coloridas fiestas populares, son el recordatorio anual del linaje humilde del Profeta y el recordatorio a la humanidad de que es necesaria la solidaridad, la tolerancia y la empatía para con el caminante.
Los peregrinos de ahora son los migrantes, propios o externos, que se movilizan por necesidad hacia otros suelos, aunque lamentablemente México extravió la empatía oficial hacia ellos y el cobijo tradicional que prodigaba a los hermanos de Mesoamérica. Hoy se ve lo que nunca, el gobierno federal se convirtió en su azote a petición y gusto del presidente norteamericano Donald Trump.
Ese 2019 ha sido aciago para esos peregrinos desamparados que vienen huyendo de la pobreza, el crimen y la represión de los países de Centro y Sudamérica. Hasta la primera semana de diciembre habían sido capturados por la Guarda Nacional y agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) -el muro fronterizo trumpista- 176 mil 347 migrantes, los cuales fueron regresados a sus países, es decir casi 42 mil repatriamos más que en el 2018.
La contradicción es evidente e insultante: México, nación expulsora de migrantes desde hace décadas y que siempre se ha quejado del maltrato y la persecución policíaca en el extranjero contra sus movilizados ahora hace lo mismo con los caminantes que vienen del sur. ¿Con qué cara se puede cantar en estas fechas “en el nombre del cielo les pido posada” cuando se blande la tralla contra los migrantes?
Tal es la incongruencia del nuevo gobierno que presume ser la “cuarta transformación” de la vida nacional con un sentido humanista y de justicia social. Y eso que el mesiánico presidente Andrés Manuel López Obrador se compara con Jesucristo, el que nació migrante, y a su gobierno lo equipara con el cristianismo primitivo, aquel que preponderaba la solidaridad para con los perseguidos por el Imperio Romano.
Por cierto, a nivel local la Arquidiócesis de Xalapa en su mensaje dominical y de inicio de la temporada navideña desmiente la arenga del tabasqueño de que el pueblo “está feliz, feliz, feliz”. No lo está, dice la sede diocesana, sino al contrario crece el descontento social por el desencanto provocado por la administración lopezobradorista.
“El ambiente de alegría (de Las Posadas) contrasta con la realidad que la gente de nuestro pueblo vive todos los días”, señala. “No hay reunión, encuentro o conversación donde no se lamente de la crisis que está viviendo; desgraciadamente el pueblo no vive feliz, se observa mucho desconcierto e incertidumbre, hay un ambiente de desánimo y descontento social”, advierte el documento de la Iglesia Católica en Veracruz.
Finalmente, en este contexto prenavideño colectivos de búsqueda de personas desaparecidas instalaron en el parque 21 de Mayo en Córdoba un pino que en lugar de esferas tiene las fotografías de familiares que fueron víctimas de desaparición forzada. Una navidad sin un ser querido pierde el carisma de fiesta, es el mensaje y para quienes los buscan, especialmente las madres, el pino navideño hoy está revestido de dolor.
Los familiares de los desaparecidos son otra suerte de peregrinos que recorren senderos y parajes desolados excavando la tierra, escudriñando pozos y explorando cuevas en busca de sus ausentes. Estos peregrinos modernos, como los de hace dos milenios, ante la indolencia e indiferencia gubernamental también necesitan de la solidaridad y del apoyo de los hombres de buena voluntad.
DON RAMÓN, DON ALEJO
Ramón Merino defendió a su hijo que iba a ser secuestrado y lo hizo de la única forma que podría en ese momento, disparando con una escopeta a los plagiarios. Tuvo éxito, libró a su hijo, pero mató a uno de los delincuentes e hirió a otro. Ahora está preso, acusado de homicidio por la Fiscalía de la “cuarta transformación” aldeana. Sus vecinos de Acultzingo se han movilizado exigiendo su libertad.
Han bloqueado la carretera federal en los límites con Puebla y lanzaron en redes sociales la campaña “Liberen a Don Ramón”. Este señor de Acultzingo es la versión veracruzana de Don Alejo de Tamaulipas. El 13 de noviembre del 2010, Alejo Garza Tamez, propietario de un rancho ganadero en Padilla, Tamaulipas se negó a cedérselo al Cartel de los Zetas y lo defendió a tiros. Mató a cuatro sicarios e hirió a dos antes de que fuera asesinado por la banda que rodeaba su propiedad.
Don Alejo se convirtió en héroe regional y símbolo de la Fuenteovejuna, es decir, de la defensa por mano propia de quienes son víctimas de la delincuencia. Y no ha sido el único, el origen de los grupos de autodefensa en muchas partes del País fue similar: una persona desesperada que toma las armas y arremete contra los maleantes porque la autoridad no lo hace. Casos similares son los del ganadero Estanislao Beltrán y del doctor José Mireles en Michoacán o Benjamín LeBaron en Chihuahua, asesinado en julio del 2009.
La desprotección de los ciudadanos por parte del gobierno es la génesis de los héroes locales y de los grupos de autodefensas. Como hace una década, cuando a finales del calderonismo el pueblo había sido abandonado por el Estado, ahora se vive algo similar con el lopezobradorismo que les ofrece “abrazos” y amnistía a los delincuentes.
Entonces la ruta que le queda al pueblo es la autodefensa y hoy por hoy Don Ramón Merino encarna la heroicidad local y llama al ejemplo de que la Fuenteovejuna debe suplir a la autoridad indolente e indiferente -y en algunos casos hasta cómplice-. En Veracruz y especialmente en la zona centro no es algo nuevo la justicia por mano propia- ahí están los linchamientos que ha habido este año-. Es el recurso de los desesperados.