Las elecciones para el Parlamento Europeo del domingo pasado han sido, en palabras tanto de los políticos como de los medios, un choque o un temblor de tierra debido a los resultados, que si bien de alguna forma eran esperados, no con la profundidad que tuvieron.
Resulta que varios de los ganadores en este proceso de los 28 Estados miembros, que serán parte de los 751 diputados del Parlamento Europeo, son públicamente anti-Unión Europea (UE). Esta es la gran paradoja.
En algunos países la sorpresa ha sido mayúscula, como el caso en Francia del Frente Nacional con la triunfadora señora Marine Le Pen, que se llevó 26% de la votación, quedando en primer lugar, en segundo quedó el partido del expresidente Sarkozy y en un triste y pobre tercer lugar el partido en el gobierno, los llamados socialistas del señor Hollande. Tan sólo hay que considerar que el Frente Nacional tiene únicamente dos diputados en la asamblea francesa; de este tamaño es la derrota del gobierno galo. El partido de la señora Le Pen es una organización claramente xenófoba, antisemita, antiinmigración. Basta un ejemplo: el padre de la señora, quien le heredó el puesto, tuvo a bien declarar que el problema de la inmigración se resolvería con el virus del ébola, según han comentado los medios de información.
En España ha pasado algo parecido con el Partido Socialista Obrero Español, que obtuvo los peores resultados en muchos años, obligando a su secretario general a adelantar su salida y convocar a elecciones internas para julio. En estas elecciones, el partido del señor Rajoy, aunque ganador, perdió más de dos millones de votos, y una organización surgida hace cinco meses, denominada Podemos, que lleva al frente al señor Pablo Iglesias, homónimo del histórico fundador del PSOE, se colocó como la cuarta fuerza electoral de ese país, también con un discurso antieuropeo.
De igual manera, en Inglaterra otra organización política xenófoba y antieuropea, la UKIP del señor Farage, ganó diputaciones en el Parlamento Europeo, y en Alemania, Alternativa por Alemania, que se opone a la moneda única, también resultó ganadora. En Hungría, el partido Jobbik de extrema derecha logró tres diputados.
En cambio, Italia ha sido de los pocos países donde el gobierno actual del señor Renzi y su Partido Democrático resultó ganador, lo que le permite fortalecerse. Por último, en Grecia, con la crisis que han vivido, el ganador fue la Organización Syriza, un partido pequeño de izquierda que está en contra de las políticas de austeridad de la Unión Europea.
Los ciudadanos salieron a votar más que otras veces, lo cual es muy bueno, aunque como hemos dicho, muchos votaron por aquellos partidos que se oponen a la UE. También sorprende que tanto la ultraderecha como la izquierda han coincidido en algunos temas, lo que en parte se puede explicar por la crisis económica y social que está viviendo Europa. La gente ya está harta de la austeridad y las políticas de choque, que lo único que han provocado es desempleo y desesperanza en los jóvenes, que no ven futuro para ellos. Que en el caso de la derecha, le echa la culpa a la inmigración.
También ha sido una gran lección para los partidos tradicionales socialdemócratas, mismos que han sido rechazados, lo mismo por la gente que por muchos de sus militantes, porque siendo gobierno u oposición no se han desmarcado claramente de las políticas económicas implantadas desde hace varios años y, sobre todo, por no tener alguna propuesta creíble para salir del paro y la austeridad.
Estas elecciones han sido un mensaje evidente a los políticos europeos, para que tomen las medidas necesarias para que este continente vuelva a ser el ejemplo mundial por sus políticas de bienestar social, y evitar lo que el inglés Timothy Garton Ash manifestó en el periódico El País, acerca de que existe una generación de graduados que sienten que se les ha robado el futuro y son miembros de una nueva clase: el precariado.