POR: JOSÉ MIGUEL COBIÁN/ COLUMNISTA
Leo y veo muchas opiniones sobre los resultados electorales en el estado de Veracruz. Con la inmensa mayoría no coincido, yo vi otra elección y otras razones, que hoy comparto contigo.
Comencemos con Pepe Yunes. No perdió por una traición de sus correligionarios, los resultados de esta elección estaban a la vista desde antes de que él resultara el candi- dato. Sus amigos y afines no quisieron ver las señales que estaban delante de todos.
Recuerdo que cuando Héctor Yunes fue candidato, en el Gobierno le otorgaron apoyos indirectos, como que él pudiera designar a los delegados federales en Veracruz, los cuales, sin hacer abierta- mente proselitismo a su favor, con su posible buen trabajo lo podrían haber ayudado. En el caso de Pepe Yunes, jamás se dio ese apoyo, es decir, venía como candidato (eso todos lo sabíamos), y sin embargo, la señal que se enviaba desde el Centro era de no apoyo.
Posteriormente, cuando se determinaron las alianzas, los priistas fueron los más sorprendidos al enterarse de que el PRI y el Verde iban separados en las elecciones para Diputado Federal en Veracruz. Cualquiera que sepa sumar, sabría que ninguno de estos dos partidos de manera separada le ganaba a Acción Nacional. De Morena todavía no se sabía el nivel de su fuerza política. Por lo tanto, la señal que se enviaba al mercado electoral es que cedían la plaza a quien resultara ganador.
Escuchar a las bases rojas era escuchar sobre falta de atención, abandono, absoluto desprecio de muchos de los supuestos super operadores políticos de ese Partido. Y todavía añadir que venía con un grupo desgastado de amigos que lo habían apoyado desde la Senaduría, pero que ya no tenían ni el ímpetu ni la posi- bilidad de añadir a su causa a nuevos actores políticos.
Por último, a lo largo de toda la campaña, la escasez de recursos económicos fue patente, en un Partido político que se ha caracterizado en
las últimas campañas por un derroche inconcebible. Así, sin delegados federales, con las bases de su Partido olvidadas, con cartuchos quemados a su alrededor, sin posibilidad de ganar una Diputación Federal, y sin recursos, la señal de su derrota era muy clara. Independientemente de la calidad humana, política o moral del candidato, ya que también y quizá de manera prioritaria, cargar con la loza que significaba ser candidato del mismo Partido que el villa- no favorito de Veracruz, lugar que Javier Duarte logró por méritos propios y por la enorme propaganda que realizó Miguel Ángel en su contra, no sólo durante su campaña sino a lo largo de todo su Gobierno. En el caso de Acción Nacional, también traía un candidato educado toda su vida para ser un buen gobernante, pero aquí sí se puede hablar de traiciones voluntarias e involuntarias de todo su equipo. Desde que su padre ganó la Gubernatura, estaba claro que Miguel Ángel chico sería el candidato. Eso lo entendió todo Veracruz, así que debió entenderlo también el equipo de trabajo del Gobernador.
Y sin embargo, a lo largo de año y medio que llevan de Gobierno, se han dedicado a agraviar a los veracruzanos, en una labor hormiga, pero incansable e implacable. El daño al Gobierno del padre, se vio reflejado en una reducción del atractivo del hijo como candidato.
Acudir a realizar un trámite o solicitar la solución a cualquier problema siempre encontraba la misma respuesta: ser ignorado, o ser despreciado, o peor aún, ser engañado. Desde la Secretaría de Gobierno para abajo, en todas las dependencias rei- naba el ego y la soberbia. Los nuevos funcionarios, sobre todo los bisoños, se sentían bajo la sombra de un político conocedor, como pocos, de las entrañas del poder, y eso los llevó a olvidar que estaban en su puesto para atender al ciudadano.
Los agravios y la molestia de los veracruzanos fueron promovidos directamente por aquéllos que debían generar un clima de aceptación y satisfacción con el Gobierno en turno. Jóvenes juniors y chicas bonitas de repente se encontraban en puestos con responsabilidad y poder de decisión sobre asuntos de interés de los veracruzanos, y jamás entendieron ni supieron cómo atender y resolver el problema del ciudadano. Al contrario, todos aquéllos que nos acercamos a intentar resolver un conflicto fuimos ignorados o rechazados de manera con- tundente, sin considerar que esos agravios se cobran en las urnas. Paulatinamente y uno a uno, los funcionarios yunistas se dedicaron a minar la base de simpatía que había llevado al Gobernador al poder.
Si a esto le añadimos el desinterés por los asuntos que interesaban a Veracruz por parte de los secretarios de Estado, quienes jamás estuvieron disponibles para atender reclamos, y que en múltiples ocasiones mostraron una actitud autoritaria, cuando no amenazadora a ciertos grupos de ciudadanos, entendemos que desde la propia cúpula del poder en Veracruz se trabajó abiertamente en contra de la continuidad del Gobierno en turno.
Añadir a lo anterior que para ganar, el Gobernador generó expectativas muy altas y difíciles de cumplir por parte de su Gobierno, que dieron armas al pueblo para incrementar el nivel de reclamo, es simplemente observar la gota que derramó el vaso.
Por último y quizá lo más importante, la campaña de Cuitláhuac a ras de tierra, que fue muy criticada, tuvo la gracia de acercar a un candidato sensible a las necesidades de los ciudadanos en infinidad de pequeñas reuniones, en donde el veracruzano pudo entender y luego transmitir que es educado, culto, preparado, y alguien totalmente diferente a quienes nos han gobernado, así que era la opción ideal para un cambio de dirección en Veracruz.
Tuvo la oportunidad una y otra vez de explicar de viva voz cómo es que políticas tan diferentes a las actuales, podrían generar un cambio del cual los veracruzanos estamos ávidos.
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