En menos de dos semanas, México se preparará para celebrar una de sus festividades más emblemáticas: el Día de Muertos. Esta fecha, que honra a los seres queridos que han partido, es una explosión de color, tradición y cultura que une a millones de familias en todo el país. Desde principios de octubre, las comunidades comienzan a adornar altares y a preparar ofrendas con flores, alimentos y recuerdos, en un ritual que fusiona el legado prehispánico con la herencia colonial.
Una de las figuras más destacadas en esta celebración es el xoloitzcuintle, un perro endémico de México que ha sido parte fundamental de la cosmovisión de nuestros antepasados. Según la tradición de los antiguos nahuas, el xoloitzcuintle no solo era considerado un compañero leal, sino el guía de los muertos en su travesía hacia el Mictlán, el inframundo. Por ello, estos fieles canes eran sacrificados y enterrados junto a sus dueños, asegurando que ambos pudieran emprender juntos el camino hacia la eternidad.
El nombre “xoloitzcuintle” proviene del náhuatl, donde “xólotl” significa “extraño” o “deforme”, y “itzcuintli” se traduce como “perro”. Este noble animal también está asociado con Xólotl, el dios con cabeza de perro que protege a las almas en su viaje al más allá. En la rica mitología mexica, este dios representa la dualidad y los misterios de la vida y la muerte, simbolizando la transformación y el ciclo eterno de existencia.
Históricamente, las ofrendas para los muertos incluían figuras de barro en forma de xoloitzcuintle, como símbolo de protección. Para las clases nobles, el sacrificio de un xoloitzcuintle era un acto solemne, un ritual que manifestaba el profundo respeto por los difuntos y el deseo de guiarlos en su viaje.
A pesar de los intentos de extinguir no solo a la especie durante la conquista española, sino también los rituales que la rodeaban, el xoloitzcuintle ha sobrevivido y se ha convertido en un verdadero patrimonio cultural de México. Hoy, es un símbolo nacionalista que representa la resiliencia de nuestra identidad y la conexión con nuestras raíces.
A medida que se acerca el Día de Muertos, recordemos la importancia del xoloitzcuintle, no solo como un animal sagrado, sino como un vínculo eterno entre la vida y la muerte, y como un reflejo de la rica herencia cultural que aún perdura en el corazón de México. En cada altar y en cada ofrenda, su espíritu vive, guiando a nuestros seres queridos en su viaje eterno.