Veracruz.- Fuegos artificiales, campanas al vuelo, 12 uvas, cena en familia, vino espumoso, abrazos y música conforman el escenario de una habitual celebración de Año Nuevo en nuestro país.
Al ritmo de las doce campanadas despedimos al año que dejamos atrás para recibir al nuevo que desde el primer segundo, ya deseamos que sea mejor que el anterior. Esto ocurre al filo de las 12 de la noche del 31 de diciembre, pero antes de todo eso, el día comienza con singular alegría con el tradicional “Viejo”, canto, baile y alegría de origen veracruzano.
El historiador Ricardo Cañas detalla que todo comienza en la ciudad de Veracruz en el siglo XIX, como parte de una protesta trabajadores de la aduana, del antiguo muelle de Veracruz, los carretilleros, los cargadores y toda esta gente que veía que no recibían nada a fin de año, y veían como los directivos de la vieja aduana, cuando Veracruz estaba amurallado, se repartían lo poco que quedaba en la aduana, que nunca había ido a recoger. Entonces un señor de apellido Bubril que vivía en el patio del Panamericanos, en lo que ahorita son las calles de Hidalgo y Arista, salía a hacer ruido a las casas de los directivos para pedir que les dieran “algo”, por esta razón, los directivos lo metieron a la cárcel.
Por esta razón, todos sus compañeros salieron a las calles para pedir dinero y poder sacarlo de la prisión. Es ahí donde inicia el movimiento, en donde el último día del año salían para recibir un poco de dinero. Detalla que por esas fechas había llegado a Veracruz un calendario con la imagen de un chino; un viejo con largas barbas y ojos cansados, imagen que después tomarían para representar a
“El Viejo”.
El elemento que se sumó al final, fueron los cánticos musicalizados con ritmos afrocaribeños quedando como un son cubano.
“Una limosna para este pobre viejo, una limosna para este pobre viejo, que ha dejado hijos, que ha dejado hijos, para el año nuevo”, es el inicio de los versos que acompañan la tradición en Veracruz.
Esta tradición puede verse con características similares en otras partes de Latinoamérica. En Ecuador el muñeco se rellena con periódico y aserrín, luego se les coloca una máscara con la cara del personaje que se año han decidido quemar y a las 12 de la noche comienzan la fiesta en las calles.
En Colombia sientan al muñeco en una silla, junto a una mesa donde hay una botella de licor y esa noche de 31 lo vuelven ceniza.
En Perú le agregan elementos míticos aborígenes al ritual del viejo. Danzantes o waquis vistiendo ropas y sombreros viejos, máscaras de madera talladas con diversos estados de ánimo, se mueven al ritmo de la sonaja artesanal que lleva en su mano para concluir con un baile frenético que simboliza el final del año viejo.
En Venezuela de igual forma se quema al viejo a la media noche, pero allá, representa a Judas.
En Chile se trata de grandes esculturas que se queman a orillas del mar con pirotecnia.
En Argentina también queman al año viejo en las calles, sin alguna variante especial.
Todo esto con la ilusión reforzada con compromisos para que el próximo año sea mejor que lo que se vivió en el anterior. Disfruta de estas fiestas con tus seres queridos y si van a quemar al viejo, extreme las debidas precauciones.
Tomado de XEU noticias