Por Catón / columnista
La casa de mala nota se incendió una noche. Por fortuna todas las señoras que ahí prestaban sus servicios pudieron salvarse de la conflagración. Les preguntó un reportero ante las ruinas que dejó el incendio: “¿Qué impresión les causó el siniestro?”. Contestó una: “Estamos sobrecogidas”. “Lo sé –replicó el entrevistador-. Pero ¿qué impresión les causó el siniestro?”
Aquel gran taller industrial era manejado exclusivamente por mujeres. Desde la directora general hasta la más modesta empleada pertenecían al sexo femenino. Para marcar las horas de entrada y de salida, lo mismo que para llamar a comer, usaban una campana. Y es que, como todas eran feministas radicales, cuando se hicieron cargo del taller no quisieron que hubiera ahí ningún pito.
Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Pese a eso les relató con emotivo acento a sus amigos: “Conocí a una pobre mujer que, siendo honrada, virtuosa y decente, se vio en la penosísima necesidad de hacer comercio con su cuerpo para poder mantener a su hijo enfermo, a su madre paralítica y a su infeliz padre privado de razón. Me contó su dolorosa historia, y créanme ustedes que casi sentí ganas de llorar mientras me la estaba follando”. Andrés Manuel López Obrador sabe manejar multitudes, pero no sabe manejarse él mismo.
En presencia de una muchedumbre lo posee el vértigo del poder, y lo ejerce en ese momento contra toda razón y toda Ley, sin fundamentar su acción ni medir sus consecuencias. Así, sus actos van pareciendo cada día más los de un dictador. Lo que hizo en Gómez Palacio, Durango, cancelar la construcción del Metrobús de la Laguna, atenta en forma grave contra la soberanía de dos entidades de la Federación, causa daños económicos considerables y frena el progreso de una importante comarca cuyos habitantes, tanto duranguenses como de Coahuila, resentirán perjuicios grandes por tan irracional cancelación.
Ante esa medida, de tintes claramente dictatoriales, las autoridades de ambos estados tienen recursos de Ley para oponerse a ella, y deben ejercitarlos tanto en bien de sus gobernados como por la defensa que deben hacer del pacto federal. No es posible que un proyecto de tanta importancia para la Laguna sea cancelado por una sola persona, así sea el Presidente, en forma tan prepotente e ilegal. Alguien que tenga cercanía con López Obrador debe decirle, por el bien de México, que su conducta se asemeja a la de un dictador que sin respeto alguno al orden jurídico y a la racionalidad impone su voluntad como si fuera un monarca absoluto, con autoritarismo mayor que el de los peores tiempos del presidencialismo priista. Ese comportamiento es también una forma de corrupción, pues implica abuso del poder y allanamiento de la legalidad.
Quien incurre en tal proceder está violando flagrantemente el juramento que hizo de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen. Con eso anula el ejercicio democrático y establece un ámbito dictatorial que en muy diversas formas está causando daño a la República. Por fortuna existe un Poder Judicial que ha dado muestras de independencia frente a ese desorbitado Ejecutivo que en lo exterior se ve como pigmeo y en lo interior actúa como ogro todopoderoso.
La aplicación de la Ley, el ejercicio de la crítica y la participación de los ciudadanos, especialmente de los organismos no gubernamentales y de los representantes de la Iniciativa Privada, pueden servir de valladar a ese presidencialismo autoritario que busca el dominio total de la Nación, la anulación de la Ley y las instituciones y la instauración de un poder personal absoluto y permanente. FIN.