Entre los temas que pueden cobrar importancia en la próxima visita del presidente Obama está la participación de México en el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP en inglés).
La propuesta del TPP lanzada en 2002 en Los Cabos durante la reunión de APEC, por Chile, Nueva Zelanda y Singapur, ahora convoca a once países.
La Cuenca del Pacífico reúne a docenas de países tan disímbolos como Australia, Brunéi, Chile y Vietnam.
China no ha sido invitada. Muchos analistas entienden, como también los propios chinos, que el TPP encierra una estrategia de Washington para contrarrestar las pretensiones hegemónicas de Pekín. Ciertamente el centro de gravedad del escenario mundial se está trasladando hacia el área que circunda o se comunica con el Pacífico.
El tablero en que se juegan las grandes fuerzas dominantes no es, desde luego, campo exclusivo de las dos potencias mencionadas. En el interminable proceso de reformulaciones geopolíticas y recomposiciones de los mercados que vivimos está la Unión Europea y economías “emergentes” de India, Rusia, Sudáfrica, Brasil y, desde luego, México, cuyos intereses son afectados por la suerte de los “grandes”.
Hasta ahora, sin embargo, nuestra alianza natural y entramado de compromisos internacionales tienen un referente recurrente en el vecino al norte. El TPP puede extender ese marco, de golpe, a casi todos los países ribereños del Pacífico y aún más países, como India, Malasia y Tailandia, que han expresado interés en él.
México, con una población de 114 millones, mayor que Vietnam, Chile y casi como la de Japón, y con un PIB que supera a muchos países “emergentes”, tiene una economía vinculada en 60% al comercio exterior. Hasta ahora, sin embargo, nuestros acuerdos comerciales han favorecido más la importación que la exportación, dejándonos persistentes déficits que podrán continuar por la exagerada apertura de nuestro mercado, que deja desprotegida a nuestra producción.
Ya hemos entregado en Singapur las listas de los productos que desgravaríamos en el TPP y recibido las correspondientes de Australia, Brunéi, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. En la próxima sesión, en Lima del 15 al 24 de mayo próximo, se abordarán arduos temas como propiedad intelectual, patentes farmacéuticas, solución de controversias y reglas de origen.
La aparición en el escenario mundial de un acuerdo de la inmensidad del TPP tendrá que repercutir por todo el tinglado del comercio internacional. Cada nuevo tratado erosiona los beneficios convenidos en los vigentes.
De multiplicarse los acuerdos bilaterales, regionales o los oceánicos como el TPP o la futura Alianza Transatlántica Estados Unidos-Unión Europea, los aranceles se abaten hasta quedar en cero o de plano anularse. No quedan márgenes para reducir. Otorgarse preferencias resulta imposible. El proceso llevará a intercambios mundiales completamente liberados. Pero México no quiere perder las ventajas vigentes en el TLCAN…
En cuanto al TPP hay algo más. Pekín tiene su propia estrategia para encauzar agrupaciones en el oriente asiático y más allá. Ya negoció acuerdos con Hong Kong, Macao, Taiwán, Paquistán, Perú, Chile y Cosa Rica. Busca firmar tratados con Islandia, Australia, Suiza, Noruega, Corea del Sur, el Órgano de Cooperación del Golfo y Sudáfrica.
Con China, cuya economía se prevé mundialmente dominante en pocos años, tendremos cada vez más intercambios e inversiones, quizá más que con Estados Unidos.
Estamos frente a dimensiones en las que tenemos ya que actuar. Por esto es inaplazable dar el estirón, juntos, autoridades y empresarios, hacia los nuevos niveles que los tiempos exigen. Con solidaridad, humanismo y disciplina que nos alcen por encima de las miserias que se escenifican en nuestros planteles educativos y en la política, que persisten por falta de la drástica acción que corresponde.