Por Enrique Campos Suárez
El incremento al salario mínimo que está vigente para este año se dio por decreto. Y entonces se presentaron dos situaciones extraordinarias, la primera fue un incremento sustancial por arriba de la inflación general y la segunda fue pasar por encima del sector empresarial, romper el consenso que se solía dar en la Comisión Nacional de Salarios Mínimos e imponer un precio mayor a la mitad de una crisis económica.
Es un hecho que el gobierno federal no tiene trabajadores con salario mínimo. Los asalariados que detentan este ingreso están en las empresas privadas y en uno que se puede considerar como el salario mínimo informal, no regulado y que no necesariamente aumenta a la par que en el sector formal.
Así que el aumento por decreto en diciembre del año pasado implicó aumentos en costos empresariales y un nuevo golpe a la confianza.
Afortunadamente este año el sector privado ya tenía claro que más valía negociar un incremento al salario mínimo que satisficiera las necesidades políticas de la 4T y que no despertara las tentaciones de una cifra descomunal de aumento.
Algo que tiene muy contrariado al sector privado es que son precisamente ellos los que asumen el costo adicional del aumento en los salarios y es el gobierno federal el que jala los reflectores para festejarlo como un triunfo del presidente Andrés Manuel López Obrador, en una clara caravana con sombrero ajeno.
Porque, incluso la iniciativa de procurar un necesario aumento del poder adquisitivo de los salarios mínimos no fue una propuesta de López Obrador. El sector privado, específicamente la Coparmex, inició desde el 2016 con una campaña para lograr una “Nueva Cultura Salarial” que impulsaba precisamente la recuperación del mini salario con aumentos superiores a la inflación.
Fueron estos empresarios los que buscaron a los principales candidatos presidenciales en la contienda del 2018 y lograron el compromiso de todos, incluido Andrés Manuel López Obrador, para impulsar esa recuperación. Porque, la verdad, el sexenio pasado no les hicieron mucho caso con su planteamiento.
Pero sabemos que a la 4T le encanta apropiarse de los triunfos ajenos, ante la evidente falta de éxitos propios. Así como presumen las remesas, que son recursos generados en Estados Unidos que envían los expulsados económicos, o como gusta de lucir la paridad peso-dólar, cuando no está tan alta como ahora, claro.
Los incrementos al salario mínimo de los años recientes responden a la necesidad urgente de dar a ese ingreso el mínimo poder de compra perdido durante décadas.
Es importante que estos porcentajes de aumento, muy por arriba de la inflación, se enfoquen en estos grupos de ingreso mínimo. De lo contrario, se puede generar una carrera precios-salarios, sobre todo ahora que se han alterado las expectativas inflacionarias.
Debe lograrse por consenso y no por imposición. Es mucho mejor lo que sucedió este año que el pasado para la estabilidad y la confianza.
Debe reconocerse el esfuerzo que hacen las empresas, que no son las grandes compañías, sino las micro y pequeñas empresas, que enfrentan aumentos en sus costos sin compromisos de aumento en los niveles de productividad.
Y, de paso, por mera decencia política, deberían reconocer en las conferencias mañaneras a los autores y ejecutores de estos incrementos al salario mínimo y no usarlos con fines de posicionamiento político personal.