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El riesgo de la justicia por mano propia

Superiberia

Por JULIO FENTANES  /  columnista

No es secreto que existen guardias blancas, o policía ciudadana, guardia comunitaria, o autodefensas, como se le quieran llamar son lo mismo: civiles armados que en el nombre de la justicia ejercen a su modo la Ley, sólo que bajo sus propias reglas, sus propios usos y costumbres y no necesariamente al amparo de la Constitución mexicana o las leyes en función, ellos dicen que si están bajo la Ley, pero habría que ver sus argumentos y qué Ley respetan.

En el País existen cuando menos unas 30 organizaciones de diferente tamaño, que están armados, algunos básicos como machetes y equipo de labranza, y otros más sofisticados.

Los autodefensas van desde Chiapas, Guerrero, Michoacán, Puebla, Tamaulipas y los límites con Nuevo León, la Huasteca, Jalisco, Sonora y Sinaloa, Oaxaca, Guanajuato, por citar algunos sitios, quizá predominantes, pero no los únicos.

El problema es que muchos seguramente tienen razón, y defienden intereses legítimos y luchan contra las grandes mafias del crimen organizado, se llamen como se llamen, y la mayor parte de las veces efectivamente controlan a esos delincuentes, al menos no se meten con la gente noble y trabajadora de la región que defienden, pero también es cierto que con esas buenas intenciones se mezclan “autodefensas piratas”, que suelen estar bajo el mando del crimen organizado y sirven para controlar, que no defender su territorio. Un ejemplo que me viene a la cabeza inmediatamente es el grupo de Santa Rosa de Lima en Villagrán, Guanajuato, que ya enfrentó al Ejército Mexicano y defiende abiertamente los intereses del “huachicol”, incluso ya se atrevió a desafiar al Presidente, Andrés Manuel López Obrador.

Claro que a los originales y a los “piratas” los mueve la impunidad, la alta violencia que se vive en todo el País, y la falta de justicia, así como el río revuelto donde no se sabe en qué momento se han mezclado autoridades y delincuentes, hasta fundirse en uno mismo.

Y el riesgo es que se den eventos como el de la semana pasada en Soledad Atzompa, en la zona serrana de Zongolica, donde “ciudadanos” lincharon, quemaron vivos según cuentan las crónicas, a seis presuntos delincuentes, primero cuatro y al siguiente día fueron a cazar a otros dos, y los quemaron también, acusándolos de ser secuestradores de maestros y médicos rurales.

Otras versiones hablan de que pertenecían a un grupo delincuencial y fueron detectados por miembros de otro grupo.

De todas formas, eran delincuentes y si no, también los lincharon.

En los últimos meses hasta la cuenta de maestros secuestrados en esa región se ha perdido, algunos dicen que han sido 15, otros llegan hasta 20, lo mismo con los médicos de las clínicas rurales; todo bajo la complacencia de las autoridades, que ahora sí, después de los quemados, dice el Fiscal Jorge Winckler que en Veracruz está prohibido hacer justicia por propia mano.

El asunto es que si la autoridad no aplica la justicia, la tienen que aplicar los ciudadanos afectados, con razón o sin razón.

El riesgo, el muy alto riesgo que conlleva aplicar justicia por propia mano, es que no sea justicia, sino que se apliquen los linchamientos para eliminar a los del bando contrario.

Si solamente fueron delincuentes, pues a nadie le harán falta y seguramente se lo tendrían merecido, ¿pero y si no lo eran? Normalmente hay inocentes que pagan por pecadores.

Y que después de los linchamientos ya se cruza la línea de la ingobernabilidad y la guerra entre bandas rivales.

Nadie estaría a salvo, porque la justicia se regiría por la voluntad de la gente.

Eso no es posible, aunque esté pasando.

La única salida para las autoridades es que se apliquen y terminen con la impunidad, o nos atengamos a las consecuencias.

Según el cristal con que se mire, los linchamientos pueden ser la única salida ante la inutilidad de quienes gobiernan, pero para otros, es abrir la puerta del infierno para todos los excesos en nombre de los intereses que menos imaginamos.

Y de lo que sí estoy seguro, es que nadie quiere ser alcanzado por las llamas de ese infierno. Todos, justos y pecadores saldremos quemados, ese es el riesgo de la justicia por propia mano.

¿Realmente, nos queremos arriesgar?

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