Por: catón / columnista
Miss Sheila Kill, detective privada, le informó a doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad: “Seguí durante cuatro horas a su esposo. Fue primero a un bar, luego a otro, después a un tercero, y finalmente lo vi llegar al Motel Kamagua”. Dijo doña Panoplia: “Ya sabía yo que el muy canalla andaba en malos pasos. ¿Cree usted que tengo bases suficientes para presentar una demanda de divorcio?”. “Piénselo dos veces –le sugirió Miss Sheila Kill-. Cuando seguí a su marido a esos lugares él la estaba siguiendo a usted”… Un individuo bebía solitario en la barra de la cantina “Bill & Bob”. Su rostro mostraba una gran inquietud. El cantinero le preguntó: “¿Qué le sucede, amigo? ¿Por qué se ve tan preocupado?”. Contestó el otro: “Recibí el mensaje de un marido celoso. En él me dice que me aleje de su esposa o me dará una paliza”. Inquirió el de la cantina: “¿Y por qué no se aleja usted de esa mujer?”. Explicó, sombrío, el bebedor: “No sé de cuál de todas alejarme. El marido no firmó el mensaje”… Seguramente recordarán ustedes aquel antiguo juego llamado “Serpientes y escaleras”. Si el azar te llevaba a una escalera subías por ella y te acercabas a la anhelada meta. En cambio si caías donde estaba una serpiente eso te hacía descender y alejarte del triunfo. Algún parecido tiene el dicho juego con el de la política, por más que en éste abunden más las serpientes que las escaleras. Un golpe de fortuna puede elevar a quien lo juega, y otro precipitarlo a los abismos. Desde luego el político debe tener dinero -hay que meter para sacar-, pero también debe tener suerte, pues sin ella no avanzará en ese tortuoso camino que es la búsqueda del poder. Digo todo esto porque cada día que pasa suena otro nuevo nombre relacionado con la elección presidencial del próximo año. Aquellos que pueden ser candidatos suman ya legión. Y eso es bueno. En los tiempos de la dominación priista los que sonaban como posible sucesores del Presidente en turno se tapaban y escondían, pues el que se movía -lo dijo Fidel Velázquez- no salía en la foto. Ahora, en cambio, los ciudadanos pueden analizar los perfiles de los candidatos y escoger entre ellos al mejor o, si se quiere, al menos malo. La libertad, ese precioso don tan peligroso, consiste en buena parte en la posibilidad de elegir, ya sea entre dos candidatos o entre dos marcas de jabón. Empecemos desde ahora a comparar a quienes se mencionan como eventuales candidatos a la Presidencia. Hagámoslo alejados lo mismo de inercias que de dogmas. Miremos más a las personas que a los partidos. Y procuremos que nuestro voto, con todo lo azaroso que un sufragio puede ser, vaya por el camino de las escaleras, y no por el de las serpientes… Aquellos soldados de la Legión Extranjera fueron asignados a un alejado sitio del desierto arábigo. En el remoto aduar no había mujeres, de modo que el capitán, que por serlo capitaneaba el grupo, les informó a sus hombres que tendrían que depender de las camellas para sedar sus impulsos naturales. Llegó al puesto un nuevo legionario, y su llegada coincidió con la de las camellas destinadas a esa irregular tarea. Cuando los soldado supieron que las camellas estaban ya en el patio se abalanzaron a escoger la suya. El recién llegado, en cambio, no se apresuró: “¡Corre!” –le aconsejó un compañero. “¿Para qué? –contestó el legionario-. Hay más de 100 camellas, y nosotros somos nada más 50”. “Sí –admitió el otro-. Pero te puede tocar una fea”… FIN.