En algunas partes del mundo árabe las mujeres andan con un gran velo que les cubre toda la cara con una sola apertura por la que pueden ver. La “burka”, como se le conoce a esta opresiva prenda, es, según los más ortodoxos musulmanes, la única vestimenta femenina acorde con el Corán.
Normar la vida a partir de un texto sagrado tiene sentido para un creyente. Elaborar nuestra política petrolera con base en lo que Lázaro Cárdenas hizo, quiso hacer o pensó, es encadenar nuestras decisiones de política pública al pasado.
Sin embargo, qué deseó nuestro profeta Cárdenas, parece, será el punto nodal del debate en torno a la reforma energética presentada este lunes por el gobierno de Enrique Peña Nieto. En su mensaje a los mexicanos, el Presidente subrayó que la reforma propuesta “retoma palabra por palabra el texto del artículo 27 del presidente Cárdenas”.
La reforma va en el sentido correcto e incluye abrir toda la parte industrial del sector, como refinación, transportación y petroquímica, así como una importante reforma eléctrica. Nace con los límites impuestos por el sagrado artículo 27 de Cárdenas, aunque habrá que ver hasta dónde llega realmente una vez que tengamos la propuesta de legislación secundaria. El gobierno de Peña Nieto, escudado por lo dicho por el profeta Cárdenas, pretende enfrentar a ese otro profeta, López Obrador, quien va a tratar de frenar o erosionar la propuesta presidencial como lo hizo con la reforma petrolera de Calderón de 2008.
Seguir la lógica propia de un culto eclesiástico donde lo que importa es la palabra del profeta trae varios problemas. El primero es que los méritos de los cambios propuestos pueden pasar a un segundo plano. Importa más si son o no congruentes con lo dicho por nuestro profeta.
El segundo, la reforma quedó atrapada en los límites de nuestras sagradas escrituras de 1938. Éstas no permiten ningún tipo de concesiones, sólo contratos. Éstos previsiblemente serán muy complicados y pueden ser sólo un pequeño avance frente a los contratos incentivados de la reforma de 2008. No se ve fácil explotar adecuadamente aguas profundas e hidrocarburos de lutitas (shale) con los contratos de utilidad compartida propuestos. En el norte de esta misma zona geológica, en Estados Unidos, la legislación es mucho más abierta. En aguas profundas a los inversionistas se les otorgan concesiones, y en lutitas, el inversionista negocia directamente con el dueño del terreno. Con ese régimen legal competimos. De aprobarse la reforma propuesta, los inversionistas que vengan a México van a buscar más utilidades, dada la mayor incertidumbre jurídica, o esperar que el gobierno asuma un porcentaje del riesgo exploratorio.
El tercer problema de la estrategia seguida es que la vuelve muy vulnerable a lo que digan los herederos del profeta. Si una religión le otorga privilegios a los descendientes de sus hombres más sagrados es cuestión de fe; hacerlo en el debate público carece de sentido. Lo que está en juego es el bienestar de los mexicanos en la tierra, no en el cielo.
Cuauhtémoc Cárdenas tiene muchos méritos propios. Pero no hay que convertirlo en el hijo del profeta que nos dice cuál es la ruta adecuada. Ya declaró que su padre estaba en contra de cualquier tipo de contrato de riesgo. ¿Qué más da? La pregunta es si tales contratos resuelven el problema que enfrentamos o no.
Respetar a Lázaro Cárdenas no es buscar la verdadera interpretación de lo que quiso decir o hacer. Es seguir su ejemplo. Es decir, buscar la mejor política para el país tomando en cuenta los retos del momento. Cárdenas no expropió la industria petrolera por seguir a algún otro profeta. Fue una decisión que buscaba resolver un problema concreto entre las compañías petroleras y los trabajadores mexicanos, en un contexto internacional de preguerra, después de que las medidas anteriores para enfrentar el problema no funcionaron. Si Cárdenas se hubiera dedicado a seguir los pasos e ideas de Benito Juárez, como si fuera Juárez un profeta sagrado, habría fracasado estrepitosamente.
El reto para el país es tomar la mejor decisión posible para los mexicanos en función del contexto y necesidades actuales. Muchos desconfían y con razón de que pueda llevar al saqueo de nuestros recursos. Pero una reforma bien hecha tendría el efecto contrario: dejar de desperdiciar dinero en una empresa poco productiva como lo es Pemex, atrapada por todo tipo de corruptelas y abusos, de la burocracia, de los proveedores y de los trabajadores.
Quedan todavía muchas incógnitas. Por ejemplo, ¿de dónde se van a sacar los recursos para poder modificar el régimen fiscal de Pemex? ¿Qué se va a hacer con las pensiones de los trabajadores de Pemex? Si se separa Pemex Exploración de las actividades industriales (refinación, petroquímica, transportación), ¿quién va a financiar sus actuales pérdidas? ¿Cuáles son los tiempos de la reforma?
Estos y muchos otros dilemas ya se han resuelto con éxito en diversos países. Aprender de estas experiencias es más útil que apelar a lo que hizo y pensó el profeta en su tiempo.