La luz artificial que emana de las ciudades no solo nos impide disfrutar de las estrellas, sino que además afecta a nuestra salud, a las plantas, a los animales nocturnos y a los microorganismos y, sin embargo, no para de crecer: la noche es cada vez más luminosa.
Este tipo de contaminación crece un 2.2 por ciento anual, y cada año que pasa el planeta es más brillante en extensión e intensidad.