AGENCIA
Internacional.- La estatua del faraón Kefrén, esculpida en diorita, una de las piedras más duras conocidas, plantea un enigma que ha desconcertado a arqueólogos y expertos en materiales. Esta pieza, que data del siglo XXVI a.C., fue trabajada con una precisión asombrosa, sin rastros de imperfecciones atribuibles a herramientas rudimentarias, lo que desafía nuestra comprensión de las capacidades tecnológicas del Antiguo Egipto.
La diorita tiene una dureza de entre 7 y 8 en la escala de Mohs, lo que la hace incluso más difícil de trabajar que el granito, el cual actualmente solo puede ser tallado con herramientas de diamante. Sin embargo, en la época en que se creó la estatua, el material más resistente disponible era el cobre o aleaciones de este metal, cuya dureza es notablemente inferior.
El hierro, que podría haber facilitado el trabajo en la diorita, no apareció hasta el siglo XII a.C. en Oriente y se introdujo mucho después en otras regiones. Incluso el hierro al carbono, más avanzado, tiene una dureza de apenas 5 en la escala de Mohs, insuficiente para trabajar la diorita con precisión.
La estatua del faraón Kefrén, hallada en Giza, presenta detalles finamente elaborados que sugieren un dominio técnico avanzado. Las superficies son completamente lisas, sin irregularidades visibles, lo que plantea interrogantes sobre las herramientas y métodos empleados.
En ausencia de herramientas modernas o materiales lo suficientemente duros, surge la pregunta: ¿cómo lograron los antiguos egipcios trabajar un material tan resistente con tal perfección?
Hipótesis y teorías
*Métodos desconocidos: Algunos investigadores sugieren que los egipcios pudieron emplear técnicas que aún no se han descubierto, utilizando materiales abrasivos naturales o procedimientos mecánicos avanzados para su tiempo.
*Herramientas perdidas: Otra teoría plantea la posibilidad de que existieran herramientas fabricadas con materiales o aleaciones desconocidas que permitieran trabajar la diorita.
*Tecnología avanzada: Este enigma también ha dado pie a teorías especulativas sobre el acceso a tecnologías avanzadas que se habrían perdido en el tiempo.
La estatua del faraón Kefrén es mucho más que una obra de arte; es un testimonio del ingenio y la habilidad de los antiguos egipcios, cuya capacidad para superar los desafíos técnicos de su tiempo sigue maravillando a la humanidad. Mientras no se encuentren respuestas concluyentes, esta pieza continuará siendo un enigma fascinante, invitándonos a reflexionar sobre los misterios de la historia y el alcance de la creatividad humana.