Por: Andrés Timoteo / columnista
Está en la zona Centro, concretamente en Córdoba, la caravana de familiares de migrantes centroamericanos desaparecidos en México. Hasta el 18 de diciembre, estos peregrinos inusuales recorrerán la ruta que hicieron sus padres, hermanos, esposos o hijos, que se aventuraron a cruzar el territorio mexicano en pos de llegar a la frontera Norte. Es la décimo tercera vez que lo hacen, buscando pistas para hallar a los que se perdieron en el camino.
La llamada Caravana de Madres y Padres de Migrantes Centroamericanos pernoctará en Amatlán de los Reyes, recibidos por La Patronas y la anfitrionía de la parroquia a cargo del sacerdote Julián Verónica, uno de los escasos pastores que tiene la Iglesia Católica en Veracruz, y a la distancia, tras varios años de saber sobre el recorrido de ese grupo de personas por territorio mexicano, buscando a sus extraviados, la enseñanza es puntual y palpable.
Las madres centroamericanas iniciaron hace tiempo un viacrucis en busca de sus seres queridos perdidos y esa misma ruta la tuvieron que seguir las madres mexicanas tiempo después, cuando se hizo insoportable la desidia de las autoridades para buscar y localizar a los ausentes. Las mujeres –y hombres- de países de Centroamérica que se aferran a la esperanza de encontrar a sus familiares dieron cátedra a las mujeres mexicanas con el tesón, la fe y la fortaleza para lanzarse a caminar en territorio extranjero.
Sembraron el ejemplo al excavar la tierra en busca de restos humanos, al preguntar a los transeúntes y residentes, al clamar por el apoyo de la Iglesia Católica y organizaciones civiles y al indagar en las cárceles, hospitales y caseríos. En México con 130 mil desaparecidos – de los cuales se calcula que entre 6 y 10 mil serían veracruzanos- no quedó otra alternativa que lanzarse a los caminos, a abrir la tierra, a buscar cadáveres o huesos en un país donde reina el crimen organizado en muchas regiones, y donde la policía es parte de esa delincuencia para atracar, secuestrar, desaparecer o asesinar a las personas.
Antes se hablaba de desparecidos con referencia a los migrantes extranjeros, ahora son todos y la enseñanza de las madres centroamericanas sirvió para abrir una ruta de búsqueda.
Por eso hay que abrirles las puertas y ayudarlas porque fueron las maestras de los mexicanos que sufren la desaparición de sus seres queridos. El dolor y la esperanza que hace años trajeron por vez primera a México, buscando a sus familiares perdidos, hoy son dos sentimientos tan comunes en las familias mexicanas.
NO TALAR, SÍ ADOPTAR
Ya corre diciembre, el mes más festivo del año, y también los preparativos para la celebración de la Navidad y el Año Nuevo. Parte de la tradición, muy comercializada en estos tiempos, es la colocación del pino navideño en los hogares, adornado de mil formas y colores. Sin embargo, como siempre sucede, la fiesta tiene su lado negativo. En los últimos años y bajo el argumento seudo-ecológico de usar pinos naturales en lugar de los artificiales, se ha promovido la tala de millones de ellos en cada temporada decembrina.
Le llaman “silvicultura responsable” y consiste en plantar pinos, no para reforestar los bosques sino para que sean talados muy jóvenes a fin de utilizarlos como adornos navideños. Veracruz no ha escapado de eso y por ejemplo en el poblado La Joya, perteneciente a Las Vigas, hay un rancho que promueve que la gente vaya en familia a escoger el pino que les agrade y lo corten ellos mismos. Imagínense el despropósito, llevar a los niños a que ayuden o por lo menos vean como se mata un árbol con una sierra.
¿Qué le enseñan a los pequeños?, ¿que es bueno talar un pino en un mundo que se ahoga por el cambio climático producto del daño permanente a los ecosistemas, entre ellos los bosques? Igual de lesivo es el hecho de que un padre de familia vaya a comprar un pino natural en un centro comercial, un mercado o en la vía pública, de esos que ya fueron talados y su tronco lo clavaron en una especie de cruceta de madera para sostenerlo de pie. Con eso enseñan a los niños, las próximas generaciones, de que es normal tal atentado ecológico.
Llevar a casa a un pino talado para festejar la Navidad es también incongruente a la luz de la enseñanza religiosa, ¿no es una contradicción asesinar a un ser vivo para usar su cadáver como símbolo de paz y buena voluntad?
Y desde el punto de vista científico también es una aberración: México es el séptimo lugar mundial en tasas de deforestación y cada diciembre son talados entre 2 y 3 millones de pinos jóvenes para ser usados como ‘árboles de navidad’. ¿No sería mejor dejarlos crecer, que vivan cientos de años y que repueblen los bosques devastados?
Un buen propósito para esta Navidad es reflexionar sobre el costo ecológico de comprar un pino talado y ante la situación de emergencia ambiental tomar decisiones. Por ejemplo, es válido regresar a los arboles sintéticos que duran varios años y evitan la muerte de un ser vivo, aunque hay otra alternativa más loable: hacerse de un pino natural pero no talado sino vivo, con raíces, y plantarlo en un jardín o un camellón.
Adoptar un pino, sembrarlo y cuidarlo con apoyo de la familia, sobre todo los niños pequeños, sería un verdadero acto de buena voluntad y de responsabilidad ecológica para la Navidad 2017.