El que se asume como próximo candidato independiente a la gubernatura veracruzana, Gerardo Buganza Salmerón —quien todavía sigue ocupando la Secretaría General de Gobierno de la “mafia política”, que él mismo critica— se podría encontrar en la contienda con un viejo aliado en el seno de la fidelidad, el senador priista Héctor Yunes Landa. Y se habla en subjuntivo —suposición— porque si bien Buganza con apoyo del aparato estatal llegará a las boletas electorales, no así Yunes Landa, quien todavía no tiene seguro ni el apoyo del Gobierno estatal, ni de sus padrinos en el altiplano.
Sin embargo, en el caso de que ambos sean competidores formales, no habrá desencuentros ni roces ni mucho menos críticas del uno para el otro. Los dos se conocen de atrás tiempo —sin albur— y comparten uno de los secretos más ominosos para la vida política de la entidad, porque Yunes Landa fue el gestor y el anfitrión en su domicilio del fraccionamiento Las Ánimas, en Xalapa, de la primera cita entre Buganza Salmerón y el impresentable ex gobernante estatal, por allá del 2004, semanas después del fraude en las elecciones para renovar la gubernatura y de que el propio cordobés se declarara “gobernador moral” de todos los veracruzanos.
En ese primer encuentro se descorcharon las primeras de muchas botellas de vino entre ambos competidores, uno por el PRI y otro por el PAN, y con Yunes Landa como testigo; el impresentable y Buganza departieron y se carcajearon de la promesa de resistencia pacífica que el panista prometió a quienes votaron por él. Se mofaron de todos los que creyeron que Buganza defendería su triunfo y de que la democracia en Veracruz era posible. Fue el primero de varios encuentros furtivos entre ambos tipos y el más importante porque se establecieron los acuerdos económicos de base para doblegar la falsa rebeldía de Buganza.
Es decir, se fijaron los primeros precios para que el santiguado panista se entregara a los brazos de la fidelidad.
Más tarde, en ágapes posteriores se definieron los negocios que hizo Buganza con el Gobierno estatal como la compra de vinos para surtir la cava de Casa Veracruz y los servicios para los eventos oficiales, la compra de más de 100 vehículos a una agencia automotriz de Córdoba por medio de Elizabeth Torio, esposa de Buganza, quien recibió una comisión millonaria por esa transacción, así como la entrega de una plaza de alto nivel como investigador de la Universidad Veracruzana (UV) al hijo de ambos, Jacob, sin contar con el pago en efectivo a Buganza, que algunos estiman en más de 200 millones de pesos, y por supuesto los cargos públicos a futuro, en el sexenio duartista.
Fueron varios los encuentros concupiscentes a los que el impresentable siempre llegaba con la cartera abierta para saciar las exigencias de Buganza Salmerón, pero al menos de los primeros Yunes Landa fue fiel testigo y promotor. Buganza ahora se asume como “independiente” de lo que llama “mafias políticas”, pero como ya se ha dicho muchas veces: es un “come-santos y cada diablos”, si se le mide con la sabiduría popular, pues desde el 2004 se puso al servicio de la mafia fidelista y sigue enganchado a ella. Una década después, y como diría el rockero Alex Lora, las piedras rodando se encuentran, y hoy esas dos piezas de la fidelidad: Yunes Landa y Buganza Salmerón, que brindaron con vino la consumación del fraude electoral del 2004, se vuelven a encontrar en la antesala del proceso comicial del 2016.
Los dos trabajan para el mismo patrón, los dos son garantía de impunidad para los fidelistas y los dos se saben mutuamente secretos bochornosos. Por cierto, el próximo fin de semana, Yunes Landa realiza una encerrona magna –costeada por las arcas estatales- en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río para presentar su informe de labores como Senador de la República, aun cuando está considerado entre los cinco más faltistas e improductivos de la presente legislatura. ¿Con qué fábula saldrá el holgazán legislador en esa reunión engaña-bobos que en realidad es un acto más de su precampaña?
INESTABILIDAD
La clase política mexicana está inquieta por dos escenarios que, muchos afirman, son inminentes. Uno es la salud del presidente Enrique Peña Nieto, tema que se ha tratado de cubrir con comunicados oficiales que no convencen a nadie y que han dado pie a que se fortalezcan las especulaciones sobre una eventual ausencia del mandatario federal. Y ahí está lo que provoca incertidumbre: ¿quién será la persona que lo sustituya? ¿el secretario de Gobernación, el presidente del Senado o el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación? Sería un escenario que no se ha presentado en los últimos decenios en el país. Algunos dirían que con Peña Nieto, o sin él, no cambia nada en México, y tienen razón, aunque la transferencia de poderes por el caso de alguna complicación médica del titular del Ejecutivo llevaría al país a ahondar su crisis interna. Debilitada o desaparecida la figura presidencial, los poderes facticos —empresarios voraces, transnacionales ambiciosas y el crimen organizado— se fortalecen y hacen de las suyas, eso es algo que ha enseñado la historia en muchas partes del mundo.
En segundo lugar está la “fuga” —así, entrecomillas— del líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera del penal de máxima seguridad de El Altiplano, ocurrida el sábado pasado y que sin duda es la cuarta crisis de dimensiones superiores que enfrenta el Gobierno de Peña Nieto, después de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa en Guerrero, de los 22 ejecutados por el Ejército en Tlatlaya en el Estado de México y del escándalo de la mansión apodada “la Casa Blanca”, que vulneró especialmente a la figura presidencial.
La fuga de El Chapo destroza los añicos que quedaban de la credibilidad de las instituciones mexicanas y la mayoría de los analistas del quehacer político consideran inevitable que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong se separe del cargo. El escape del criminal más peligroso del país de una prisión bajo su responsabilidad lo abatió política y administrativamente. Al separarse de la segunda posición del organigrama nacional, por supuesto que se escapan no sólo las posibilidades de sustituir a Peña Nieto y convertirse en presidente del país por la vía de un nombramiento ante una crisis de salud de su titular, sino también se fractura su influencia política.
Las explicaciones que Osorio Chong y su equipo dan en el caso de El Chapo son similares a las cantinflescas teorías de su paisano hidalguense Miguel Murillo Karam sobre los 43 normalistas de Guerrero desaparecidos: nadie les cree y el tiempo terminará derrumbando tales afirmaciones.
Osorio Chong ya no le sirve a Peña Nieto, su figura está tan desgastada que conservarlo como titular de la Segob solo será un lastre. Así, la influencia del grupo político del hidalguense se esfuma.
Lo anterior también repercutirá en el tablero del interior del país y, por supuesto, en el reacomodo para los próximos comicios tanto federales como estatales. Menguado el grupo político de Osorio Chong, las viudas pulularán por todo el país y obviamente serán apartadas por otras corrientes priistas. Así, la inestabilidad no solo es en cuestiones gubernamentales, sino también políticas –y de política partidista, en este caso priista-. La rebatinga que en breve iniciará será por la Secretaría de Gobernación, si es que Osorio Chong es removido, pues esa oficina es estratégica para las elecciones del 2016, 2017 y 2018.
Hay quienes especulan que sería el todavía coordinador de los diputados federales del tricolor y ex gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones, a quien inicialmente se le mencionaba como el próximo dirigente nacional del PRI. Ahora, ante el debilitamiento de Osorio, las perspectivas del sonorense cambian y se enfocan hacia Bucareli. Empero, todo hasta el momento son elucubraciones porque Beltrones no es cercano a Peña Nieto ni bien visto por el Grupo Atlacomulco; entonces no tiene fácil el camino a la Segob.
A nivel local, una eventual llegada de Beltrones al segundo cargo más importante en el Gobierno Federal abriría una posibilidad para el senador Héctor Yunes Landa de ser candidato a la gubernatura en el 2016. Actualmente Yunes Landa no las tiene consigo, todo es una burbuja artificial y se agarra a un clavo ardiendo que es el pacto con la fidelidad para ser nominado, pero que en realidad es paja. Esto precisamente porque la decisión para el 2016 vendrá de Los Pinos y el hombre de las confianzas de Peña Nieto es Luis Videgaray, el secretario de Hacienda, quien es el sostén de la precandidatura del otro senador priista, José Yunes Zorrilla, ya sea para el año que viene o para el 2018.
Entonces, el peroteño sigue hasta la fecha con el padrino más influyente en el altiplano respecto a los otros priistas que aspiran a ser nominados en los comicios venideros. Aunque como hay tanta inestabilidad en el país, y ante un reacomodo en la Secretaría de Gobernación, la posibilidad de que llegue Beltrones y la crisis de salud de Peña Nieto, nada está escrito y ninguna candidatura está facturada. De sólo imaginarse a Beltrones como presidente sustituto, sale involuntariamente la plegaria que en algún momento hizo el desaparecido panista sinaloense —que durante los últimos años radicó en Fortín de las Flores— César Leal Angulo: Dios guarde la hora. Pero todo es posible en este México grotesco, nadie debe descartar tal escenario.
Finalmente, son pocos los políticos veracruzanos que resentirían el descalabro de Osorio Chong, ninguno en la línea sucesoria. Hay algunos que ocupan cargos segundones como el caso del cabecilla de los “orejas” en el duartismo, Enrique Ampudia Melo, secretario particular de Duarte de Ochoa, quien llegó a la entidad presumiendo la recomendación del hidalguense. Triste figura la de Ampudia, quien se volvió de esos asesores caros y de resultados raquíticos, pues hasta el momento no le ha quitado un solo golpe al cordobés.
Tampoco le ha evitado escándalos ni se ha anticipado a movilizaciones, ni mucho menos ha neutralizado a los que señala como enemigos de la fidelidad y del duartismo. Ampudia venía contratado para hacerse cargo del aparato de espionaje, pero como éste ya está acaparado por el defeño Arturo Bermúdez Zurita, tan ineficiente como él, no le quedó otra que quedarse con las campañas de lodo en las redes sociales las cuales ya no causan ningún efecto ni nadie las publica. Si le afecta o no la crisis de Osorio Chong a Ampudia, tampoco a nadie le interesa.
En fin, el caso de El Chapo trae cola política y sus secuelas, sin duda reacomodarán las piezas del tablero nacional para bien, para mal o lo más seguro, para peor.
