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EL MINUTERO LO IMPONDERABLE

Superiberia

por: Andrés Timoteo  /  columnista

El ser humano puede ser previsor, pero nunca está preparado para enfrentar la desolación. Eso quedó demostrado ayer con el sismo que sacudió el Centro del País y que hasta anoche -cuando se redactaban estas líneas- llevaba un saldo de 248 personas fallecidas en Morelos, Estado de México, Puebla y la Ciudad de México. Tampoco estuvo preparado para el temblor de hace doce días, el 7 de septiembre, que cobró la vida a 98 personas en los estados de Chiapas y Guerrero.

Los mexicanos por supuesto que no estuvieron listos para afrontar el terremoto de hace exactamente 32 años, el 19 de septiembre de 1985, que provocó la muerte de unas 20 mil personas -a la fecha todavía no hay una cifra exacta-. En esas extrañas coincidencias de la naturaleza, en la misma fecha, pero con poco más de tres décadas de distancia, el Centro del País y especialmente la Ciudad de México volvió a ser castigada por las fuerzas telúricas.

¿Tal coincidencia es un mensaje? ¿una señal? ¿una advertencia? No se sabe. Lo que sí es cierto es que es un imponderable en una fecha caprichosa para los humanos, pero que en tiempo geológico del planeta es  algo ‘normal’, por decirlo de alguna manera. El tiempo no existe, es un invento del hombre para tratar de medir su estancia material y la de las cosas que lo rodean. Las coincidencias temporales sólo están en la mente humana.

Aun así, duelen y mucho. La de ayer fue muy cercana en el tiempo humano, pues hay generaciones de mexicanos que vivieron el terror de 1985 y que ayer repitieron la pesadilla de ver edificios derrumbados, gente atrapada bajo escombros, cadáveres y heridos, el sistema de transporte público y privado colapsado, las comunicaciones interrumpidas -antes era el teléfono, ayer las redes de internet-. En fin, el caos generalizado.

Pese a los casos airosos de personas que lograron salir a tiempo de los edificios que colapsaron, se desdibujó el mito de que la Ciudad de México era una urbe antisísmica, reconstruida así después de 1985, que los capitalinos estaban preparados para atender una emergencia telúrica y ponerse a salvo. No obstante, lo que sí volvió a surgir, y que es encomiable, es la solidaridad colectiva, reminiscencia de hace 32 años cuando las autoridades quedaron pasmadas por el desastre y la gente ocupó el liderazgo para rescatar a sus semejantes.

Ayer, inmediatamente de sucedido el temblor, miles de capitalinos ofrecieron sus manos para remover piedras y escombros en búsqueda de personas atrapadas. Es cierto, los fenómenos naturales no se pueden predecir, pero el hombre aprende a cómo lidiar con las consecuencias, especialmente para auxiliar a sus semejantes. Seguramente la noche fue larguísima para los habitantes de la Ciudad de México y los otros estados castigados por el terremoto y las cifras también serán más dolorosas este miércoles.

De lo sucedido habrá miles de historias que contar, trágicas o milagrosas. Lo sabremos por las crónicas periodísticas y también por los relatos de boca a boca de quienes fueron testigos. Se recontarán los daños y los prodigios, así sucede con lo imponderable, con ese tipo de fenómenos naturales que recuerdan -simultáneamente- la pequeñez y la grandeza humana.

Por lo pronto, va desde este espacio una oración por las víctimas y la solidaridad para con los paisanos de México.

QUE SE LOS

COMA EN GATO…

La anécdota divertida del temblor se dio en Veracruz, concretamente en las salas judiciales adyacentes al penal de Pacho Viejo, en el municipio de Coatepec, donde se realizaba una audiencia con el exsecretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita. Al momento de la sacudida, todos salieron por piernas del lugar, comenzando por los reporteros, fotógrafos y camarógrafos, siempre raudos y veloces.

 La Jueza decretó un receso y el personal desalojó la sala. Ya afuera del edificio se dieron cuenta de que el inculpado se había quedado solo en el lugar, esposado. Los custodios regresaron por él para ponerlo a salvo. El tipo tiene suerte porque el edificio no se desplomó  con él adentro, pese a todas las iniquidades  -y vidas- que debe. El castigo divino todavía no le llega, está pendiente.

Aun así, los relatos periodísticos de lo sucedido en Pacho Viejo demuestran que a nadie le importa Bermúdez, ni a su propia familia que salió corriendo del lugar sin fijarse en su persona. La soledad del delincuente aberrante, uno de los responsables del dolor que viven miles de hogares veracruzanos.

Por cierto, ¿alguien sabe si no se cayó el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, donde está internado el exgobernador Javier Duarte de Ochoa? Cada quien tiene lo que se merece y Duarte pasó su cumpleaños número 44 -que fue precisamente ayer 19 de septiembre- en una celda y con sacudida de suelo. A él y a Bermúdez que se los coma el gato…pues.

 

EL DESCARADO

Siguiendo el hilo judicial, finalmente el capo de todos esos capos -Bermúdez, Duarte y otros- no se aventuró a presentarse ante la justicia veracruzana. El innombrable, quien había jurado que vendría a Veracruz a hacerle frente personal a las acusaciones de robarse el dinero destinado para los medicamentos de personas con cáncer, no se arriesgó a ser capturado y envió a sus abogados con una argucia semiótica para tratar de ganar tiempo.

Los defensores promovieron un amparo indirecto bajo el argumento de que el término “investigado” no existe en la legislación y por lo tanto, el impresentable exgobernante no se da por aludido en el citatorio de la Fiscalía General del Estado. Pese a eso, ya la misma dependencia anunció que le será emitido otro requerimiento para que comparezca ante un Ministerio Público o de lo contrario será presentado por la fuerza.

Cobarde como siempre ha sido, el innombrable ahora pide que el expediente judicial lo atraiga la Procuraduría General de la República (PGR) bajo el argumento -insuficiente, claro- de que los recursos financieros para adquirir los medicamentos que se aplicaron a pacientes del Centro Estatal de Cancerología (Cecan) en Xalapa, eran federales. Mentira, no todo el presupuesto provenía de la Federación.

Sin embargo, aún si fuera así, no se le acusa de desviar el dinero sino de cometer un crimen de lesa humanidad: inyectar agua destilada en lugar de dosis medicamentosas.

Pero el innombrable pretende obtener impunidad si la investigación judicial es retomada por la Federación. Está desesperado, sabe que es cuestión de tiempo para que se le emita una orden de captura y comiencen los protocolos policiacos para buscarlo.

No quiere dar la cara, le aterra estar frente a un juzgador a sabiendas que es culpable. Por eso llega a la osadía de pedir comparecer virtualmente. En una entrevista que pagó en una radiodifusora de la Ciudad de México, el tipo dijo que el nuevo sistema penal le permite “comparecer por internet o por teléfono”. Habrase visto tamaña desfachatez.

Es evidente que el innombrable le tiene pavor al Gobernador en turno,  su enemigo histórico y quien ha documentado sus fechorías, y por eso llega a la osadía de pedir un trato virtual en lugar de que lo coloquen en la picota. ¿Qué tiene la “conciencia tranquila”, “la frente en alto” y las “manos limpias” como lo dijo en la entrevista radiofónica? Si así fuera, no estaría a salto de mata  desde principios de año.

Y el descaro raya en  la ofensa para todos los veracruzanos que padecen las consecuencias de su Gobierno -pillaje, pacto con el crimen organizado y el cargo heredado a Duarte- cuando se dice inocente de las acusaciones, alega violación a sus derechos humanos y se queja de persecución política y venganza. ¡Vaya cinismo, si no es sólo el Gobernador, sino todos los  veracruzanos los que lo quieren ver en prisión!

 Envoyé depuis Paris, France.

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